Gran Ejemplo de Predicación: El Primer Discurso de Pedro

En el presente tema de la Predicación, tenemos el ejemplo de Pedro «Un Gran Ejemplo de Predicación: El Primer Discurso de Pedro» es de suma importancia para todo estudiante de homilética y para pastores que quieran hacer de la predicación algo efectivo que lleve a los inconversos a los pies del Señor.

Tema: La Predicación

Introducción: Este es un gran ejemplo de una predicación Cristocéntrica y de las partes que debe de llevar una predicación.

Ilustración: Cuando me paré la primera vez a predicar en el salón de clases de homilética, aunque había preparado mi bosquejo (por cierto el primero en mi vida), me sentía muy preocupado porque nunca lo había hecho en público. Todos los compañeros teníamos que predicar sobre la conversión de Pablo camino a Damasco, así que cada a medida que iban pasando los primeros, me propuse anotar las recomendaciones que iba haciendo el profesor. Así que cuando me tocó mi turno, ya estaba listo, porque me había fijado en las recomendaciones del profesor a cada uno de los compañeros y me sentí con cierta seguridad pues sabía cuales puntos eran importantes de mencionar. El resultado fue que salí bien en la prueba y hasta me felicitó el profesor. Pero esto solo fue la primera vez, la segunda vez, entré en pánico porque no dominaba el tema y la mente se me quedó en blanco, me enredé todo, total, fue todo un desastre y todos me hicieron pasado como decimos aquí en El Salvador. Me sentía tan mal que sudé mucho, pero en lo peor del momento, el Señor me dijo: Momento, yo no te hice así, te he dado todo la capacidad para hacerlo bien. Pero lo más importante que me dijo el Señor fue: Para la próxima vez ya sabes todo lo que tienes que hacer. La verdad me sentí confortado en medio de la pena y el nerviosismo.

I. ¿Qué había pasado para que hubiera tanto alboroto?

Hechos 2:14-15  “Entonces Pedro,  poniéndose en pie con los once,  alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos,  y todos los que habitáis en Jerusalén,  esto os sea notorio,  y oíd mis palabras. 15  Porque éstos no están ebrios,  como vosotros suponéis,  puesto que es la hora tercera del día.

Se había hecho realidad la promesa del Señor Jesús que mandaría su Espíritu Santo, por eso les dijo que estuvieran todos juntos.

Hechos 1:1-5  “En el primer tratado,  oh Teófilo,  hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, 2 hasta el día en que fue recibido arriba,  después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; 3  a quienes también,  después de haber padecido,  se presentó vivo con muchas pruebas indubitables,  apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. 4  Y estando juntos,  les mandó que no se fueran de Jerusalén,  sino que esperasen la promesa del Padre,  la cual,  les dijo,  oísteis de mí. 5  Porque Juan ciertamente bautizó con agua,  mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”.

Habían transcurridos solamente 10 días de su ascensión al cielo, para que se cumpliese la promesa del Señor. Fue tanto el alboroto que la gente que los veía crían que estaban borrachos.

II. ¿Por qué Pedro se puso de pie y pronunció tan magistral discurso?

Porque después de haber pasado con el Maestro por tres años y medio aproximadamente, todavía no había entendido el mensaje de Jesús, por eso lo había negado el día que lo apresaron. Pero todo esto cambió con el bautismo del día de Pentecostés, el Pedro impulsivo, inconstante había cambiado, ya no era el mismo Pedro y pesar de ser del pueblo, uno sin estudios especiales como los sacerdotes o los escribas y doctores de la ley, fue preparado por el mismo Señor en los años que pasó con Él y con su Santo Espíritu, por eso cuando se para y comienza su discurso, es poderoso, de gran influencia para todo aquel que lo escuchaba. Comienza recordándoles la profecía de Joel 2:28-32.

Hechos 2:16-21  “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: 17  Y en los postreros días,  dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; 18  Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu,  y profetizarán. 19  Y daré prodigios arriba en el cielo,  Y señales abajo en la tierra, Sangre y fuego y vapor de humo; 20  El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto; 21  Y todo aquel que invocare el nombre del Señor,  será salvo.

¿Qué está haciendo Pedro con esta profecía? Dándoles en la cara, diciéndoles: atajo de incrédulos, que no se dieron cuenta que todo esto ya estaba profetizado, pero no, ustedes s no creyeron en Él.

III. Y comienza Pedro con la gran lección de su vida ministerial, una lección para toda la humanidad.

Hechos 2:22-23  “Varones israelitas,  oíd estas palabras:  Jesús nazareno,  varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas,  prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él,  como vosotros mismos sabéis; 23  a éste,  entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios,  prendisteis y matasteis por manos de inicuos,  crucificándole”

Lo dice sin temor, ya no tenía miedo de la clase sacerdotal ni de nadie, el Espíritu Santo estaba obrando en él como debe de obrar en cada uno de nosotros que proclamamos el evangelio a toda criatura, sin importarnos la posición de la personas que le predicamos, sin importarnos sufrir cualquier oprobio, ni cárcel, ni aun la muerte.  Porque Él es el Señor y que venció la muerte y resucitó al tercer día.

Hechos 2:24  “Al cual Dios levantó,  sueltos los dolores de la muerte,  por cuanto era imposible que fuese retenido por ella”.

IV. ¿Que nos mando Jesús a predicar?, Que testifiquemos que Él es el Señor. Nuestro Salvador, el Mesías que había de venir.

Hechos  2:25-32  “Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; Porque está a mi diestra,  no seré conmovido. 26  Por lo cual mi corazón se alegró,  y se gozó mi lengua, Y aun mi carne descansará en esperanza; 27  Porque no dejarás mi alma en el Hades, Ni permitirás que tu Santo vea corrupción. 28  Me hiciste conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con tu presencia. 29  Varones hermanos,  se os puede decir libremente del patriarca David,  que murió y fue sepultado,  y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. 30  Pero siendo profeta,  y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia,  en cuanto a la carne,  levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, 31  viéndolo antes,  habló de la resurrección de Cristo,  que su alma no fue dejada en el Hades,  ni su carne vio corrupción.32  A este Jesús resucitó Dios,  de lo cual todos nosotros somos testigos”.

Resulta fascinante la forma en cómo Pedro desarrolla su discurso, lleva a su audiencia por un camino que no hay donde perderse, comienza citando a los profetas, pasa por los Salmos (16:8-11; 110:1). Y culmina con los acontecimientos que acababan de suceder, al muerte y la resurrección de Cristo.

V. Y termina su primer gran discurso con broche de oro, dándole la exaltación a Jesús.

Hechos 2:33-35  “Así que,  exaltado por la diestra de Dios,  y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo,  ha derramado esto que vosotros veis y oís. 34  Porque David no subió a los cielos;  pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, 35  Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. 36  Sepa,  pues,  ciertísimamente toda la casa de Israel,  que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis,  Dios le ha hecho Señor y Cristo”.

VI. El llamado

Y para terminar habrá siempre gente convencida con el poder de una predicación como esta, así que debemos de estar preparados para cerrar los sermones con el llamado adecuado.

Hechos 2:37-41  “Al oír esto,  se compungieron de corazón,  y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos,  ¿qué haremos? 38  Pedro les dijo: Arrepentíos,  y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados;  y recibiréis el don del Espíritu Santo. 39  Porque para vosotros es la promesa,  y para vuestros hijos,  y para todos los que están lejos;  para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. 40  Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba,  diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. 41  Así que,  los que recibieron su palabra fueron bautizados;  y se añadieron aquel día como tres mil personas.

Este es uno de los mejores ejemplos de predicación que puede haber. Si usted es un pastor, trate de que su predicación esté centrada en Jesucristo, predique la salvación.

Si usted todavía no conoce al Señor Jesús, o no lo ha recibido en su corazón como su Señor y Salvador, simplemente tiene que arrepentirse y bautizarse en el nombre de Jesucristo para convertirse en un hijo de Dios.

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