El Evangelio de Judas

Judas, personaje biblico, vendio jesus, traidorEstando Jesús reunido con sus Discípulos, le preguntó Santiago: «Maestro, ¿qué debemos hacer para comprender mejor su Mensaje?».

El Maestro dijo: «Alrededor del Sol, hay muchos Planetas y cada uno de ellos ocupa su lugar y su distancia entre ellos y el Sol y entre los demás Planetas; así vosotros deberéis ocupar vuestro lugar y  distancia alrededor del Sol, procurando no estar ni demasiado cerca, ni demasiado lejos. Y entre Ustedes, mis discípulos, esto debe ser en equilibrio, permitiendo así, como los Planetas, que cada uno reciba únicamente la Luz que necesite para su propia sobre vivencia; habiendo concordancia en la Luz que viene del Sol y la Luz que viene del Padre».

En este momento interrumpe Judas y le dice: «Maestro, sabemos que Usted es el Enviado del Padre, pero a nosotros ¿Quién nos ha enviado?».

Contesta el Maestro: «Mi Padre me ha enviado a Mí para enseñar a vosotros; mi Padre los ha enviado para que me escuchen».

» La Parábola de quien da y de quien recibe, es semejante a una semilla que cae en la tierra, nace,  crece y fructifica y su fruto le es dado a quien sembró la semilla; así como Yo hago la Voluntad de mi Padre, vosotros también deberéis hacer la Voluntad de mi Padre, porque con vosotros somos UNO».

Dice Judas: «Entendido, Maestro, pero,… si yo hago lo que Usted me enseña, ¿ya lo es todo?».

Responde el Maestro: «Lo que Yo te enseño es para que tú lo vivas y así puedas llegar como Yo he llegado, a hacer la Voluntad de mi Padre».

Judas, mostrando un poco de impaciencia, vuelve y replica: «Yo estoy haciendo lo que Usted me enseña, ¿indica esto que ya soy UNO con Usted?».

Contesta el Maestro: «Nosotros somos UNO, como mi Padre es UNO conmigo, pero tú no puedes todavía hacer lo que Yo hago,.. Porque el Sol alumbra a todos sus Planetas, pero los  Planetas, ni aún todos reunidos, podrían dar ni una décima parte de Luz hacia el Sol; por eso es necesario que vosotros os convirtáis en vuestro propio  Sol, en  vuestra propia Luz, y así alumbrándose y alumbrando a otros, le corresponderíamos con nuestra Obra a mi Padre que me ha enviado».

«Porque, sepan Ustedes, que las tinieblas no son más que partes que no están integradas ni con la Voluntad, ni con la Luz de quien me envió. Las tinieblas están en quien tiene parte con ellas, por eso hay que dar a la tierra lo que es de la tierra; a las aguas lo que es de las aguas; al aire lo que es del aire; al fuego lo que es del fuego y a la Luz lo que es de la Luz».

«Así, vosotros comprenderéis que ni siquiera  estas carnes que tenemos, estos huesos que  tenemos, esta sangre que tenemos, esta mente que tenemos, nos pertenece; sólo nos pertenece,  por herencia de mi Padre, la Luz que os doy con mi Palabra. Por eso he dicho «Que la tierra y los  cielos pasarán, más mi Palabra no pasará»».

«Porque la Palabra me la ha dado mi Padre para que ELLA lleve la Luz que a vosotros os falta y  puedan ser UNO conmigo, y YO seré UNO con mi Padre».

Continuando, el Maestro dice a sus Discípulos: «¿Qué creen Ustedes que debemos hacer para que el mundo nos comprenda?».

Cada uno de ellos emitió su criterio.

Judas replicó: «Yo creo que el mundo poco a poco entenderá cuál es nuestro propósito».

El Maestro, dijo: «Judas, tú lo has dicho, pero dime ¿cuál es nuestro propósito?».

Judas guardó silencio.  El Maestro volvió a interrogar: «Judas Iscariote, ¿cuál  es nuestro propósito?».

Judas, levantando la mirada, le dijo: «Señor,… pienso que nuestro propósito es enseñar a la gente a hacer la Voluntad de quien le envió».

El Maestro, mirando las estancias que habían a su alrededor, dijo: «Un rebaño de ovejas no obedecen a su dueño porque sean de él, porque él las ha pagado con sus denarios; obede­cen  a su pastor porque él se hace amigo de ellas, cuida de ellas, les da alimento y las defiende del lobo».

«Así vosotros deberéis tener vuestro rebaño, cuidar de él, defenderlo de los lobos, más comprendedme, Judas, ese rebaño no os pertenece, no lo habéis comprado, porque él pertenece a quien me envió».

«A ese rebaño debéis alimentarlo. El día que os propongáis dar alimento a vuestras ovejas, no llevéis en vuestra mano el látigo, llevad alimento, así este rebaño entenderá que os preocupáis de alimentarlo; mas cuando sepáis que cerca de vuestro rebaño anda el lobo, salid y llevad en vuestra mano el látigo para espantarlo de las ovejas; y llevad espada para que os defendáis, si fuese atacado».

Replica Judas, y dice: «He comprendido, … pero todo el mundo no está en este rebaño».

Contesta el Maestro, y dice: «En una selva nacen muchos árboles de la misma especie, unos crecen demasiado y sobresalen de los otros; otros escasamente nacen, pero entre todos componen una selva».

«Así vosotros deberéis comprender que hay que crecer sobre los demás en Espíritu sin que con  esto estemos separando los de menor crecimiento; sólo hace la Voluntad de mi Padre el que  ha crecido y no se deja dar sombra de los demás».

Dice Judas: «Entendido, pero, ¿cómo sé si he crecido lo necesario para ya hacer la Voluntad de  mi Padre?».

Replica el Maestro: » La Luz se identifica por borrar las sombras. Las sombras se identifican opacando la Luz».

«Así vosotros comprenderéis que la Verdad es mi Padre. Cuando la hayáis encontrado, Ella no os dejará sombras ni en vuestras mentes, ni en vuestros corazones, por lo tanto, comprenderéis  que YO SOY LA LUZ».

«El que esté conmigo y me tenga a Mí, no andará a oscuras y así habrá comprendido que, en la selva, es el árbol que no recibe sombra de los demás».

«Recuerden que el viento sopla y mueve las ramas y las hojas del árbol y sólo desprende las  que  estén  maduras  o secas; así ese árbol queda despejado».

«Así vosotros comprenderéis que el viento debe llevarse de Ustedes todo lo inútil, lo que no sirve, para que seáis purificados de todas las inmundicias que recogéis de la tierra».

Estando el Maestro con sus Discípulos parados frente al lago NAGAFEC, dijo: «Los peces nadan con suma perfección, pero no pueden volar, ni tampoco caminar».

Se acerca Judas y le dice: «¿Qué quieres decir con esto?».

El Maestro contesta: «Hijos míos, el hombre es el Rey, por lo tanto, debéis aprender a  cami­nar».

Judas le dice: «Pero nosotros sabemos caminar».

Contesta el Maestro: «Vosotros camináis porque Yo os he enseñado, porque YO SOY EL CAMINO,  nadie llega al Padre sino por Mí».

«También vosotros deberéis aprender a nadar como los peces».

Judas dice: «Es muy difícil hacerlo».

El Maestro vuelve y observa el lago y dice: «El lago está tranquilo, sólo lo salpica el viento cuando sopla;  la vida es un lago que debe permanecer tranquilo; si lo salpica el viento peligra el nadador. Por eso es que tú ves muy difícil nadar  como los peces; aunque el lago se salpique por el viento, el pez, en su interior, está tranquilo».

En ese momento el Maestro miraba a los aires y veía a las aves volar y dijo: «¡Conque per­fección vuelan las aves!, así vosotros también deberéis aprender a volar como ellas».

Judas lo interpela y dice: «Usted nos está hablando de cosas que para nosotros son demasiado difíciles».

El Maestro le dice: «Judas, tú aprenderás estas cosas para que cuando Yo vaya a mi Padre tú las    hayas hecho y las enseñes a quienes crean en Mí».

«Te digo que el hombre debe volar como las aves, porque el hombre es Espíritu y el reino del  Espíritu no está en la tierra».

«Todo lo que os digo hoy, Ustedes no me entienden,  porque  vosotros habéis creído en Mí y estas cosas las hago Yo por Ustedes, pero cuando Yo vaya a mi Padre, mi Padre iluminará vuestro  entendimiento  para  que  vosotros  hagáis  por   la Humanidad lo que Yo he hecho por vosotros, y así se cumplirán las Escrituras y la Palabra de «Quien esté conmigo y escuche mi Palabra, también estará con EL que me envió y recibirá su Luz»».

«Por lo tanto, os digo a vosotros, mis hermanos, que la muerte cuando llega desprende el Alma  de la materia y así el Alma no piensa más en la materia, porque para ella ya no existe; piensa en EL que la envió, espera en EL, confía en EL.

«Por lo tanto, vosotros que habéis creído en Mí y escucháis mi Palabra, debéis despojaros de lo que no os corresponde para que en Espíritu os elevéis al seno de mi Padre».

Replica Judas: «De lo que tenemos aquí, ¿qué no nos corresponde?».

Contesta el Maestro: «Ya os he dicho que ni vuestros huesos, ni vuestras carnes, ni vuestros padres,  ni vuestros hijos, ni lo que habéis aprendido de vuestros antepasados os sirve, ni os corresponde».

«Sólo la Palabra que ha abierto las puertas de vuestro Espíritu y os ha llevado a beber de la fuente de  la  Sabiduría,  será  la que os conduzca  por lo desconocido; lo que no conoce vuestra mente, ni vuestro yo, porque ellos no podrán llegar donde Ustedes, como Espíritu, han de llegar».

Estando el Maestro con sus Discípulos en casa de Marta, les dice: «Os voy a enseñar a vivir  como el aire, como la tierra, como las aguas y como el fuego».

Se acerca Judas y le dice: «Maestro, ¿no será conveniente que estas cosas se hagan en otro lugar?».

El Maestro le dice: «Judas, nosotros somos UNO SOLO, hoy hacemos estas cosas aquí, tú más tarde las harás en un lugar secreto para que no se profanen, porque…. ¿qué sacamos con darle de comer a un cerdo en un alfaro nuevo?; ensucia la comida y ensucia el alfaro».

«Para vosotros la Palabra es alimento, por lo tanto, os digo: «Aprended de Mí para que enseñéis  textual como os enseño»».

Se dirigió a todos y dijo: «Vosotros veis la tierra quieta, mas ella gira alrededor de la Vida, que  es el Sol».

«Nosotros estamos aquí quietos como la tierra,  pero  espiritualmente  no  estamos  quietos; estamos girando alrededor de la Vida, por lo tanto, en estos momentos somos la Tierra que da  alimento a la Vida que es el Espíritu».

Se detuvo un momento y dijo: «Todos nosotros, en este momento, somos el Aire, porque nos despojamos de una materia que es tierra y volamos por los aires con la libertad del Espíritu…..»

Guardó un poco de silencio y dijo: «Nosotros todos, en este momento, somos el Agua, porque nos  hemos convertido en la fuente eterna del Espíritu; de ella bebemos para nutrir el cuerpo y calmar la sed del Alma….».

Guardó un poco de silencio y dijo: «Todos nosotros, en este momento, somos un Fuego   abrasador, porque nos hemos convertido en el Fuego del Espíritu que a todos nos devora, nos limpia y nos purifica».

«Así, queridos hermanos, nuestros cuerpos y nuestro Espíritu se integran para prepararnos hacia    la Resurrección».

Le dice Judas: » Maestro,  nosotros sabemos que todo lo que Usted hace es para que nosotros  también  lo  hagamos, pero…. ¿cuándo lo podemos hacer?».

El Maestro le dice: «Todos vosotros sois UNO conmigo y estas cosas podéis hacer, pero hoy no las hacéis porque Yo estoy con vosotros».

«Cuando Yo vaya a mi Padre, vuestro Padre vendrá a vosotros y seréis como Yo y haréis todas estas cosas y muchas más».

Contesta Pedro y le dice: «Maestro, Usted resucita muertos, cura leprosos, saca demonios de los poseídos, ¿por qué no nos enseña a hacerlo?».

El Maestro contesta: «El Discípulo no es más que su Maestro, pero es justo que aprenda lo que se le enseña».

«Una medicina no es más que la enfermedad, pero, por la gracia de Dios, cura».

«Vosotros erais muertos que Yo resucité; erais leprosos que Yo sané; erais poseídos de de­monios que Yo os saqué; erais ciegos y Yo os puse a ver; erais sordos y Yo os di oídos; andabais a oscuras  y Yo os he dado la Luz».

Dice Judas: «Maestro, y ¿cómo hacemos para que el mundo nos crea lo que nosotros hemos vivido, lo que nosotros hemos visto, como testimonio?».

Dice el Maestro: «Dos higueras nacen en el huerto, una de ellas no da frutos, la otra da mu­chos frutos;  ¿a cuál de las dos se acerca el que tiene hambre?».

«Así vosotros debéis hacer, dar buenos frutos para que el que tiene hambre llegue donde vosotros a alimentarse de vuestros frutos».

Dice Judas: «Maestro, entendido, pero tengo dudas de mí mismo, pienso que el día que esté solo,  lejos de su presencia, no lo pueda hacer».

Contesta el Maestro: «Antes de que Yo me retire, tú tienes que haber muerto».

Contesta Judas, diciendo: «Pero por su Gracia yo he resucitado de entre los muertos».

Y dice el Maestro: «Sí, así es, pero necesitas morir  nuevamente, y para esto es necesario que tú te dediques a eliminar tus sombras; a eliminar lo que  has  sido; a eliminar lo que otros han pensado de ti y tú has creído; a eliminar tus pensamientos que son los que te alejan de la capacidad que ya tienes por mi Gracia».

Estando el Maestro reunido con los Discípulos, les dijo: «¿Quién de vosotros me dice lo que debemos hacer en el día de mañana?».

Unos opinaron: «En el día de mañana estaremos en el Templo»; otros: «En el día de mañana estaremos en ayuno».

Dijo el Maestro: «El Hijo del Hombre es como el Sol, al que tiene frío le da calor; es como las nubes, donde hace falta lluvia, lleva el agua; es como la madre amorosa, cuando el hijo  tiene hambre, le alimenta».

«Así pues, el día de mañana estaremos dando de comer al hambriento, dando de beber al sediento, dando calor a quien tiene frío, para que se cumpla la Palabra: «Que todo lo que está bajo el Sol, ha sido creado por el Señor y sólo EL velará por sus criaturas e hijos»».

«Por eso os digo que si no tenéis una ofrenda para Dios, velad primero que si alguien ha tenido hambre y no le disteis de comer;  ha tenido sed y no le disteis de beber; ha tenido frío y no le disteis  abrigo.  Esa  ofrenda  que llevas, aún no la presentes todavía, porque sería inútil dar a Dios una ofrenda que se la hemos negado a nuestro hermano».

Replica Judas y le dice: «Maestro, pero la Ley de Moisés nos enseña a amar a Dios sobre todas las cosas y Usted nos manda a servir primero al hombre».

Y el Maestro contestó: «¿Qué Padre justo y sensato se sentaría a la mesa a comer, si sus hijos tienen hambre».

«Así mismo es el Padre: esto nos hace entender la trascendencia que tiene para nosotros la Vida que llevamos, cómo la vivimos, cómo nos comportamos»

Salió el Maestro al campo con sus Discípulos y en el camino le salían muchas personas a consultarle, otros le seguían.

Cuando llegaron a la cima del Monte EHOS, el Maestro se detuvo y miró a la multitud y dijo a sus Discípulos: «Estas gentes buscan curar sus males». Mandó que se sentasen y empezó a hablarles…..

Pasaron las horas y Pedro se le acercó y le dijo: «Maestro, estas gentes buscan ser curadas y ya es tarde y son muchos».

El Maestro guardó silencio y continuó hablándoles……

Pedro se acercó a Judas y le dijo: «El Maestro dijo que estas personas necesitaban ser curadas,  es tarde y son muchas».

Judas se acercó al Maestro y le dijo: «Maestro, se hace tarde y los enfermos son muchos».

El Maestro le miró y le dijo: «Judas, cuando tú  tienes  hambre,  buscas  pan  para  alimentar­te; cuando tienes sed, buscas el agua para calmar tu sed».

«Así la Palabra del Hijo del Hombre es el Pan que calma el hambre, es la fuente para calmar la sed».

Replica Judas y dice: «Maestro, eso yo lo entiendo, pero ellos tienen enfermedades, muchas de ellas inmundas».

Replica el Maestro: «Quien come del Pan y bebe el Agua de la Vida Eterna, nunca volverá a tener hambre ni sed y sus males desaparecerán de él, porque tiene en su interior la Gracia que la  Palabra le ha dejado….»

«Quien tiene un cultivo de trigo, primero retira las malezas, posteriormente, le pone riego, no sea que con el riego se alimenten también las malezas».

«Así el Hijo del Hombre, primero retira las malezas del Pueblo y, posteriormente, le da a tomar de la Fuente de Vida que le curará todos los males».

Dice Judas: «Maestro, lo entiendo, pero se hizo tarde, es necesario regresar porque la noche nos  hace difícil el camino».

El Maestro contesta: «La noche se ha hecho para el descanso, pero el Hijo del Hombre, en las noches, vela por su Pueblo».

«Así que vosotros, mis Discípulos, estaréis conmigo en vela para que estos chiquititos puedan descansar en paz».

Dice Judas: «Maestro, todos estamos lejos de los lugares de descanso, estamos en el campo».

El Maestro contesta: «Hijo mío, lo único que necesitas para descansar bien es estar en Paz….».

«Porque,…. ¿qué sacas con estar en el lugar de tu descanso, si no tienes Paz?, aquí estamos en Paz, por lo tanto, lo único que necesitamos es descansar».

Se acerca Judas a los demás Discípulos y les dice: «El  Maestro ha ordenado que descan­semos aquí esta noche y no regresar a nuestros lugares».

Los Discípulos todos opinaron que era necesario hablar con el Maestro y regresar a los lugares de  destino.

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