La Existencia de Dios – Estudio Completo

Con la doctrina de Dios comienzan generalmente los trabajos sobre Dogmática o Teología Sistemática. La opinión reinante siempre ha reconocido que este es el procedimiento más lógico, y todavía apunta en la misma dirección. Abundan ejemplos en los que aun aquellos cuyos principios fundamentales  parecen  requerir  otro  arreglo,  continúan  la  práctica tradicional.  Si procedemos  sobre  la  suposición de que la  teología   es el conocimiento sistematizado de Dios, de quien y para quien son todas las cosas, habrá buenas razones para comenzar con la  doctrina de Dios.  En lugar  de que nos sorprenda  que la  Dogmática comience con la doctrina de Dios, debemos  esperar que sea en todas sus ramificaciones, desde el principio hasta el fin, un estudio detallado de Dios. En realidad, esto es lo que pretende ser, aunque sólo la primera parte se ocupa de Dios directamente, en tanto que las siguientes lo hacen indirectamente. Emprendemos el estudio de la teología con estas dos presuposiciones:

1.  Dios existe

2.  El se ha revelado en su divina Palabra.

teología sistematica, existencia de Dios, Berkhof, libro

Por esta razón no es imposible comenzar con el estudio de Dios. Consultamos su revelación para saber lo que El nos ha revelado de sí mismo, y para conocer la relación que guarda con sus criaturas. En el transcurso del tiempo se han hecho intentos para distribuir el material de la Dogmática en forma que manifieste claramente que es, no solamente en una parte, sino en  su  totalidad,  un estudio  de Dios. Se  hizo esto  aplicando  el método  trinitario  que distribuye la materia de la Dogmática bajo tres encabezados:

1.  El Padre

2.  El Hijo

3.  El Espíritu Santo.

Este método  se aplicó en algunas de las primeras  producciones  sistemáticas; volvió a la popularidad con Hegel, y aún puede verse en la obra de Martensen, Dogmática Cristiana. Hizo un intento semejante Breckenridge al dividir el material de la Dogmática en

1.  El Conocimiento de Dios Considerado Objetivamente,

2.  El Conocimiento de Dios Considerado Subjetivamente.

Pero, en realidad, ninguno de los anteriores tuvo mucho éxito.

Hasta principios del Siglo XIX la práctica general fue comenzar el estudio de la Dogmática con la doctrina de Dios; pero sobrevino un cambio bajo la  influencia de Schleiermacher, que procuró asegurar el carácter científico de la teología por medio de la introducción de un nuevo método. En lugar de la Palabra de Dios, se tomó  la conciencia religiosa del hombre como fuente  de  la  teología.  Se  de sacreditó  la  fe  en  la  Escritura  considerada  como revelación  autorizada  de  Dios, convirtiendo  la  comprensión  humana,   basada  en  las emociones del hombre  o en  sus  razonables   temores,  en  la  medida  del pensamiento religioso. Gradualmente la religión tomó el lug ar de Dios como objeto de la teología. El hombre dejó de tratar el conocimiento  de Dios como algo que le  había sido  dado  en la Escritura y comenzó  a jactarse de ser un investigador de Dios. Con el correr del tiempo se hizo común hablar del descubrimiento de Dios hecho por el hombre, como si alguna vez el hombre lo hubiera descubierto, y cada nuevo descubrimiento logrado en este proceso  era enaltecido con el nombre de «revelación». Dios llegaba como final de un silogismo, o como el último eslabón en la cadena de un razonamiento, o como la piedra cumbre del edificio del pensamiento  humano.  Bajo  tales  circunstancias  no era  sino  natural que algunos consideraran  incongruente  comenzar la  Dogmática  con el estudio  de Dios. Más bien es sorprendente que muchos, no obstante el subjetivismo de que hacían gala, continuaran con el orden tradicional.

Algunos, sin  embargo,  se dieron  cuenta de la  incongruencia  y se encaminaron  por una senda diferente.  La producción  dogmática  de Schleiermacher  está dedicada  al estudio  y análisis de la conciencia religiosa y de las doctrinas que implica. No trata de la doctrina de Dios en forma continuada, sino fragmentariamente, y concluye su trabajo con una discusión acerca de la Trinidad. Su punto de partida es antropológico más que teológico. Algunos de los teólogos de posición  teológica más moderna recibieron en tal forma  la  influencia  de Schleiermacher que lógicamente comenzaron  sus tratados de dogmática con el estudio del hombre. Hasta el día de hoy, de cuando en cuando, siguen este arreglo. Un ejemplo notable de ello  se encuentra  en  el libro, The Christian  faith,  (La  Fe Cristiana)  de O. A. Curtis. Comienza con la doctrina del hombre y concluye con la doctrina de Dios. La teología de Ritschl puede servir para señalar otro punto de partida, puesto que encuentra la revelación objetiva de Dios, no en la Biblia como Palabra divinamente inspirada, sino en Cristo como Fundador del Reino  de Dios y considera  la  idea  del reino  como el concepto central  y totalitario  de la  teología. Sin  embargo, los dogmatizantes  ritschlianos  como Herrmann, Haering  y Kaftan, siguen, cuando menos formalmente, el orden usual. Al mismo tiempo hay diversos  teólogos  que en   sus  libros  comienzan  la  discusión  de la  dogmática propiamente dicha, con la doctrina de Cristo o de su obra redentora. T. B. Strong  hace una distinción entre teología y teología cristiana, definiendo esta última como «la expresión y el análisis de la Encarnación de Jesucristo», y hace de la encarnación el concepto dominante en todo su Manual of Theology (Manual de Teología).

Prueba Bíblica de la Existencia de Dios

Para nosotros la existencia de Dios es la gran presuposición de la teología. No tiene sentido hablar del conocimiento de Dios, a menos que se admita que Dios existe. La presuposición de la  teología  cristiana  tiene  características  muy  definidas.  La  suposición  es,   no simplemente que hay algo, alguna idea o ideal, alguna potencia o tendencia determinada a la que se debe dar el nombre de Dios, existente por sí, consciente por sí, sino que hay un Ser personal, del que se originan todas las cosas, que transciende toda la creación, aunque a la vez es  inmanente en cada parte de ella. Puede surgir la  interrogación sobre si nuestra presuposición  es  razonable,   y  la  contestación  será  afirmativa.  Esto,  sin  embargo,  no significa que la existencia de Dios sea susceptible de una demostración lógica que elimine toda duda; pero sí, que en tanta que la existencia de Dios se acepte por la fe, ésta tiene su base en una información fidedigna. Aunque la teología reformada considera la existencia de Dios como una presuposición completamente  razonable, no pretende tener capacidad para demostrarla por medio de una argumentación lógica. Respecto al intento de hacerlo, habla el Dr. Kuyper como sigue: «El intento  de probar la  existencia  de Dios,  puede,  o bien resultar inútil, o innecesario. Inútil, si el investigador cree que Dios es galardonador de los que le buscan. E innecesario si se intenta forzar a una persona que no tiene esta pistis (fe) haciéndola que por medio de argumentos llegue al convencimiento en sentido lógico».

El cristiano acepta por la fe la verdad de la existencia de Dios. Pero no por una fe ciega; sino  por una fe  que se basa  en  la  evidencia,  y la  evidencia  se  funda, ante  todo, en  la Escritura como Palabra inspirada  por Dios, y  luego, en  la  revelación  de Dios en  la naturaleza. La prueba bíblica acerca de este punto no nos viene en la forma de una explícita declaración, y mucho menos en forma de argumento lógico. La aproximación más parecida a  una declaración,  está, quizá,  en Hebreos  11: 6, «… porque  es necesario  que el que se acerca  a Dios crea que le  ahí, y que es  galardonador  de los que te buscan». La  Biblia presupone la existencia de Dios desde su primera declaración: «En el principio creó Dios tos cielos y la tierra». N o sólo describe a Dios como el Creador de todas las cosas, sino también  como et Sustentador de todas sus criaturas, y como el Gobernante de los destinos de individuos y naciones. La Biblia testifica que Dios hace todas las cosas según el consejo de su voluntad,  y revela la realización gradual de su gran  propósito de redención. La preparación para este trabajo, especialmente en la elección y dirección del pueblo israelita del antiguo  pacto, está  manifestada  claramente  en  el  Antiguo Testamento,  y la  inicial culminación de ella en  la  Persona  y obra  de Cristo,  surge  de las páginas del Nuevo Testamento con claridad  inmensa. Se contempla   a Dios en casi cada página de la Santa Escritura a medida  que se revela en palabra y acciones. Esta revelación de Dios es la base de nuestra fe en la existencia de Dios, y la hace completamente  razonable. Debe hacerse notar, sin embargo, que únicamente por la fe aceptamos la revelación de Dios y alcanzamos la verdadera comprensión de su contenido.  Jesús dijo: » El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta». Juan 7: 17.

Oseas tenía en su mente este cono cimiento intensivo que resulta de la íntima comunión con Dios, cuando dijo: «Y conoceremos y proseguiremos  en conocer a Jehová». Oseas 6: 3. E l incrédulo no tiene el verdadero conocimiento de la Palabra de Dios. Vienen muy al punto en este respecto las palabras de Pablo: «¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde está el disputador  de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría,  agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación». 1 Cor. 1: 20 y 21.

Diversas formas de Negación de la Existencia de Dios

Los estudiantes de Religiones Comparadas y los misioneros con frecuencia dan testimonio de la  realidad  de que la  idea de Dios es prácticamente  universal en la  raza humana.  Se encuentra hasta en las naciones y tribus menos civilizadas del mundo. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya individuos  que nieguen  completamente  la  existencia  de Dios según  se nos ha revelado en la Escritura: un Ser Personal existente por sí, consciente de infinitas perfecciones, que hace todas las cosas de acuerdo con un plan predeterminado.

Esta última negación es la que precisamente teníamos en mente aquí. Puede asumir, y ha asumido varias formas en el curso de la historia.

La absoluta negación de la existencia de Dios

Como dijimos arriba, hay una fuerte evidencia en favor de la universal presencia de la idea de Dios en la mente humana, que alcanza hasta las tribus civilizadas que no han sentido el impacto de la revelación especial. En atención a esto, algunos han ido tan lejos como para negar que haya quienes nieguen la existencia de Dios, es decir, niegan que haya verdaderos ateos.  Pero  esta negación está contradicha  por los hechos.  Se acostumbra  distinguir dos clases de ateos,  es decir, los prácticos y los teóricos. Los primeros son,  sencillamente, gentes sin  Dios, que en la  vida práctica  no reconocen  a Dios, y que viven como si no hubiera Dios. Los otros, son, por regla general, de una clase más intelectual, y basan su negación en el desarrollo de un razonamiento. Tratan de probar por medio de lo que a ellos les parecen argumentos razonables y conclusivos, que no hay Dios. En atención al semen religionis  (germen de religión) sembrado en cada hombre  al momento de ser creado  a la imagen de Dios, se puede  suponer  sin  yerro que nadie nace ateo. El ateísmo resulta,  en último análisis, del estado de perversión moral del hombre, y de su deseo de esconderse de Dios. Este  ateísmo  deliberadamente se  ciega ante  los más  fundamentales instintos del hombre, las más profundas necesidades del alma, las más elevadas aspiraciones del espíritu humano, los deseos del corazón que palpa en busca de algún Ser superior, y lo suprime todo. Esta supresión práctica o intelectual de la operación del semen religionis a menudo implica una serie de prolongadas y difíciles resistencias.

No puede haber duda respecto  a la existencia  de los ateos prácticos  puesto que tanto la Escritura como la experiencia los denuncian. E l Salmo 10:4b, declara acerca del malvado: «No hay Dios en ninguno  de sus pensamientos». Y Pablo les recuerda  a los Efesios  que ellos estuvieron anteriormente «sin Dios en el mundo», Ef. 2: 12. La experiencia también da cuenta con abundancia, de su presencia en el mundo. No son en cada caso, notoriamente malvados a los ojos de los hombres, y pueden  pertenecer  a la llamada «gente decente del mundo», aunque sean soberanamente  indiferentes a las cosas espirituales. Tales gentes, con frecuencia se dan cuenta  de que carecen de relación armónica con Dios, tiemblan ante el pensamiento de encontrarse con É l, y tratan a todo trance de olvidarlo. Parece que sienten un júbilo secreto en ostentar su ateísmo cuando van con viento en popa, pero se sabe que han caído de rodillas, en oración, cuando repentinamente  se ha visto en peligro su vida. Actualmente millares de estos ateos prácticos pertenecen  a la American Association for the Advancement of Atheism (Asociación Americana para el Progreso del Ateísmo).

Los ateos teóricos son de otra clase. Generalmente son de un tipo intelectual más elevado, e intentan por medio de argumentación racional justificar la afirmación de que no hay Dios. El Profesor Flint distingue las tres siguientes clases de ateos teóricos:

1.  Los ateos dogmáticos; que de plano niegan que haya un Ser Divino

2.  Los ateos  escépticos,  que dudan de la  capacidad  de la  mente  humana  para determinar si hay o no hay Dios

3.  Los ateos capciosos que sostienen que no hay pruebas válidas de la existencia de Dios.

Las tres clases con frecuencia van de la mano, pero hasta el más modesto  de estos ateos declara  doctoralmente  que toda creencia  en  Dios es  una ilusión. 3   Se notará  que en  la anterior clasificación el agnosticismo respeta la creencia en Dios y admite cierta posibilidad de su realidad, nos deja sin un objeto de culto y adoración precisamente tal como lo hace el ateo dogmático. Sea pues así, que el verdadero  ateo es el ateo dogmático, el que afirma categóricamente que no hay Dios. Esta afirmación significará una de dos cosas: Que no reconoce  Dios de ninguna clase,  ni se  levanta  ídolo alguno  para  sí  mismo,  o que no reconoce al Dios de la Biblia. Existen en realidad, si es que  los hay, muy pocos ateos que no Se formen, en la práctica, alguna clase de Dios para ellos mismos. Hay un número muy grande que teóricamente rechaza toda clase de Dios, y todavía otro número mucho mayor que no quiere nada con el Dios de la Biblia. El ateísmo teórico generalmente se funda en alguna teoría científica o filosófica. El monismo materialista, en sus diversas  formas, y el ateísmo acostumbran  ir de la mano. El idealismo subjetivo absoluto puede permitirnos  la idea de Dios; pero niega que esa idea corresponda con alguna realidad. El «Dios» de los modernos humanistas simplemente significa, «el Espíritu de la humanidad», «el sentido de la perfección», «la meta de la raza», y otras abstracciones semejantes. Otras teorías no sólo dejan lugar para Dios, sino que también  pretenden defender su existencia; pero rechazan efectivamente al Dios del teísmo, un ser supremamente  personal, Creador, Preservador y Gobernador del Universo, distinto de su creación, y sin embargo, en todas partes presente en ella. El Panteísmo confunde lo natural y lo sobrenatural, lo finito y lo infinito en una sola sustancia. Con frecuencia se refiere a Dios como el fundamento escondido del mundo de los fenómenos;  pero no lo  concibe como Dios personal,  y  por tanto,  dotado  de inteligencia y voluntad. Audazmente declara que todo es Dios y de este modo  se embarca en lo que Brightman llama «la expansión de Dios» por medio de la cual llegamos a «un Dios demasiado grande», ya que en El queda incluido todo el mal que hay en el mundo. Rechaza al Dios de la Biblia y por esto mismo se convierte  en declarado ateísmo. Spinoza puede llamarse «el hombre intoxicado con Dios»; pero su Dios realmente no es el Dios a quien los cristianos alaban y adoran. En verdad, no cabe duda de que en el mundo hay ateos teóricos. Cuando David Hume expresaba su duda acerca de que existiera un ateo teórico, el Baron d’Holbach le replicó: «Muy estimado señor mío: En este momento  se sienta usted a la mesa con diecisiete  de esas  personas».  Los agnósticos  respecto  a  la  existencia  de Dios pueden diferir de los ateos dogmáticos; pero tanto unos como los otros nos dejan sin Dios.

Falsos y actuales Conceptos de Dios que contienen una negación del verdadero Dios

Hay  en boga varios falsos  conceptos de Dios, los  cuales  contienen  una negación  de la concepción  teísta de Dios. Será suficiente  que presentemos  sucintamente  algunos  de los más importantes.

1.  Un Dios  Inmanente e Impersonal:

El teísmo siempre  ha creído  en un Dios que es a la vez trascendente e inmanente. El deísmo quita a Dios de en medio del mundo y hace hincapié en su transcendencia a expensas de su inmanencia. Sin embargo, bajo la influencia del panteísmo, el péndulo osciló en dirección contraria. Identificó a Dios con el mundo y Se negó a reconocerlo como Ser Divino, distinto de su creación  e infinitamente  superior  a ella.  Se debe  a Schleiermacher  que de nuevo ganara terreno dentro de la teología la tendencia de hacer a Dios inseparable del mundo. Schleiermacher ignoró por completo al Dios trascendente, reconociendo únicamente un Dios que puede ser conocido por la experiencia humana y que se manifiesta  a la  conciencia  cristiana  como la  Absoluta Causalidad,  y a quien  nos allegamos con el sentimiento de absoluta dependencia. Los atributos que reconocemos  en  Dios son,  desde  este  punto de vista,  expresiones meramente simbólicas de los varios modos en que sentimos esta dependencia; ideas subjetivas sin correspondencia en la realidad. Hay alguna diferencia entre las primeras y las últimas  representaciones  que de Dios hizo Schleiermacher,  y sus  intérpretes  no están de acuerdo sobre la manera en que aquellas afirmaciones deban armonizarse. Sin  embargo,   Brunner parece   interpretado  correctamente   cuando dice   que Schleiermacher concede al universo el lugar de Dios, aunque sigue llamando Dios al universo;  además concibe  a Dios como idéntico con el universo,  a la  vez que como la unidad que lo sostiene. A veces parece como si la distinción que hace entre Dios y el mundo fuera únicamente ideal, es decir, la diferencia que existe entre el mundo considerado como unidad y el mismo mundo considerado en sus múltiples manifestaciones. Frecuentemente habla de Dios como del «Universum», o el Todo en Todo,  arguyendo  en contra de la personalidad de Dios, aunque con manifiesta inconsistencia  declara  que podemos  tener  comunión con El  en  Cristo.  Estos conceptos de Schleiermacher, que hacen a Dios inseparable del mundo, dominaron fuertemente en la teología del siglo pasado, y son los mismos que Barth combate con recia insistencia considerando a Dios como «el Absolutamente Otro».

2.  Un Dios Finito y Personal:

La idea de uno o varios dioses  finitos no es nueva; sino tan vieja como el politeísmo y el henoteísmo.  Esta idea se acopla con el Pluralismo; pero no con el Monismo filosófico ni con el monoteísmo teológico. El teísmo siempre ha considerado a Dios como un Ser absolutamente  personal y de infinitas perfecciones. Durante el Siglo XIX, cuando la filosofía monista  estaba en la cumbre, se hizo costumbre identificar al Dios de la teología con el Absoluto  de la filosofía.  No obstante  esto,  hacia el fin del siglo el vocablo «Absoluto» como designativo  de Dios cayó  en  desestima,  en  parte,  debido a  sus  implicaciones agnósticas y panteístas, y en parte también, como resultado de la oposición a la idea del «Absoluto»  en filosofía, así como también al deseo de excluir de la teología toda sombra de metafísica. Bradley consideró al Dios de la religión cristiana como una parte del Absoluto, y James abogaba para que se tuviera un concepto de Dios más en  armonía  con la  experiencia  humana,  que la  idea  de un Dios infinito. James eliminó de Dios los atributos metafísicos de existencia  independiente,  infinidad e inmutabilidad, y declaró la supremacía de los atributos morales. Dios tiene su medio ambiente, existe en el tiempo y se desenvuelve en una historia precisamente como la nuestra. Debido  al mal que hay en el mundo  es necesario  pensar que Dios está limitado en su conocimiento, en su poder,  o en ambos. La condición del mundo hace imposible creer en un Dios infinito en conocimiento y poder. La existencia de un poder superior  y amigable  para  el  hombre,  con el  cual puede  comunicarse, satisface todas las experiencias y necesidades prácticas de la religión. James concibe este poder como  personal; pero nunca quiso declararse si era creyente  en un Dios único, finito, o en varios. Bergson añadió al concepto  de James la idea de un Dios ocupadísimo, en  pleno  crecimiento, y haciendo planes para su medio  ambiente. Hobhouse, Schiller, James, Ward, Rashdall y H. G. Wells pertenecen al número de los que, aunque de diferentes maneras, defendieron la idea de un Dios finito.

3.  Dios como la Personificación de una nueva idea abstracta:

Se ha puesto muy en boga, en la actual teología modernista, considerar el nombre «Dios» como un nuevo símbolo, que explica  algunos  procesos cósmicos,  alguna voluntad o poder universal, o algún elevado y amplísimo ideal. Se insiste en repetir que si hubo una vez en que  Dios creó al hombre  a su  imagen  y semejanza,  el hombre le devuelve ahora cortésmente  este servicio, creándose un Dios a imagen y semejanza del hombre. Se cuenta que Harry Elmer Barnes, cierta vez, en una de sus clases de laboratorio, dijo: «Señores, procedamos  en seguida a crear a Dios». Era un modo muy brusco de expresar una idea corriente. Muchos de los que rechazan el concepto de Dios, profesan fe en Dios todavía; pero en un Dios creado por su propia imaginación. La forma que asume en una determinada época, dependerá, al decir de Shailer Mathews,  de los moldes  de pensamiento  en  boga.  Si en  los tiempos anteriores a la primera guerra mundial el modelo dominante era el de un soberano autócrata  que demandaba  obediencia  absoluta,  ahora  es  el  de un gobernante demócrata, afanoso  en servir  a todos sus súbditos.  Desde los días de Comte  ha habido una tendencia a personificar el orden social de la humanidad como un todo, adorando   esa  personificación.  Los llamados Melioristas (mejoristas) o  teólogos sociales dejan ver la tendencia a identificar a Dios, de alguna manera, con el orden social.  Y  los «Nuevos Psicólogos»  nos informan  que la  idea  de Dios es  una proyección de la mente humana; la que en sus primeras etapas se inclinaba a hacer imágenes que personificaban sus experiencias, vistiéndolas de una personalidad casi completa. Leuba opina que esta ilusión de Dios ha servido a un propósito útil, pero que  se aproximan los tiempos en que la  idea de Dios ya no será necesaria. Unas cuantas definiciones servirán para exhibir la tendencia actual. «Dios es el espíritu inmanente de la comunidad»  (Royce).  Dios es  «aquella cualidad de  la humana sociedad  que sustenta  y  enriquece  a  la  humanidad   en  su  búsqueda  espiritual» (Gerald Birney Smith). «Dios es la suma total de las relaciones que constituyen el orden social completo de la humanidad en desarrollo» (E. S. Ames). ‘la palabra ‘dios’ es un símbolo que designa al universo  en su capacidad ideal en formación» (G. B. Foster).  «Dios es  un concepto  nuestro,  nacido de la  experiencia  social,  de la personalidad  en  formación  y de los  elementos  personales  que explican  nuestro medio ambiente cósmico, con el cual estamos orgánicamente relacionados» (Shailer Mathews).  Apenas se necesita decir que el Dios que aparece en estas definiciones no es un Dios personal, y que por lo tanto no responde  a las profundas necesidades del corazón humano.

Pruebas de la Existencia de Dios conocidas como racionales

En el  transcurso  del tiempo  y debido muy especialmente  a  la  influencia  de  Wolff  se desarrollaron y cobraron fuerza en la teología algunos argumentos para probar racionalmente la existencia de Dios. Algunos de éstos en esencia ya habían sido sugeridos por Platón  y  Aristóteles,  y  los otros  fueron añadidos  en  tiempos modernos  por los estudiosos de la filosofía de la religión. De dichos argumentos aquí sólo mencionamos los más comunes.

El Argumento entológico

Se ha presentado en diversas formas por Anselmo, Descartes, Samuel Oarke y otros. En su más perfecta forma lo presentó Anselmo. Su argumento  es que el hombre tiene la idea de un ser absolutamente  perfecto; que la existencia es un atributo de la perfección y que por tanto debe existir un ser absolutamente perfecto. Pero es completamente  evidente que no podemos inferir una existencia real de un pensamiento abstracto. El hecho de que tengamos una idea  de Dios, todavía  no es  prueba  de su  existencia  concreta.  Todavía  más, este argumento  tácitamente  admite,  como ya existente  en  la  mente  humana  el verdadero conocimiento  de la  existencia  de Dios, que debía derivarse  de una demostración  lógica. Kant insistió en lo insostenible de este argumento;  pero Hegel lo acogió como el argumento principal en favor de la existencia de Dios. Algunos modernos idealistas sugieren que este argumento  debiera  redactarse en una forma  un tanto diferente,  que Hocking llama: «El Informe de la Experiencia». En virtud de tal informe debiéramos decir: «tengo una idea de Dios, por lo tanto, tengo una experiencia de Dios».

El Argumento cosmológico

También  éste se ha presentado en diversas formas. En lo general se admite que es así: Todo lo que existe en el mundo debe tener una causa adecuada, y siendo así, también el universo la debe tener, es decir, una causa indefinidamente grande. A pesar de todo, este argumento no convence  a todos. Hume  puso en duda esta ley de causación, arguyendo  en contra de ella, y Kant indicó que si todo lo que existe debe tener una causa, esto también tiene que aplicarse a Dios, con lo cual nos internamos en una cadena sin fin. Además en el argumento no se necesita la presuposición de que el cosmos tiene una causa única, personal y absoluta y por tanto no alcanza a probar  la existencia de Dios. Esta dificultad condujo  a formular el argumento  en forma algo diferente, como lo hizo, por ejemplo, B. P. Bowne. El universo material se presenta como un sistema recíproco, de lo que depende su unidad compuesta de varias partes. Luego pues, debe haber un Agente Único que equilibra la reciprocidad de las diversas partes, o que constituye la razón dinámica de su existencia.

El argumento teológico

También  es éste un argumento  causal y resulta prácticamente una extensión del anterior. Se puede formular  como sigue: Por  dondequiera   que el  mundo se  contemple,    revela inteligencia, orden, armonía, y designio, denunciando así la existencia de un ser inteligente y de firmes designios tal como lo exige la producción de un mundo tal. Kant considera que éste es el mejor de los tres argumentos que hasta aquí hemos expuesto; pero alega que no prueba la existencia de Dios, ni de un Creador, sino solamente la de un gran Arquitecto  que diseñó el mundo. Supera al argumento cosmológico, en que pone en claro lo que aquel no explicó, es decir, que el mundo contiene evidencias de una inteligencia y un designio, y por eso conduce  hasta la existencia de un ser consciente, inteligente y de invariables designios. No se  sigue  necesariamente  que este  ser  sea  el  Creador  del mundo. «La  evidencia teleológica», dice Wright4, «indica solamente la probable existencia de una mente que está encargada, cuando menos de una gran parte, del control de los procesos del mundo,  en suficiente medida para justificar la suma teleológica que se descubre en él.» Hegel trató este argumento  como válido; pero subordinado.  Los actuales  teólogos sociales  lo rechazan juntamente con los otros argumentos como ya muy gastados; pero los Nuevos Teístas lo retienen.

El argumento moral

Este,  como los otros  argumentos,  también  admite  diversas  formas.  Kant  partió del imperativo categórico y de allí dedujo la existencia de alguien que como Legislador y Juez tiene absoluto derecho de gobierno sobre el hombre. Estimaba que este argumento superaba en mucho  a cualquiera de los otros. En su intento de probar la existencia de Dios confiaba principalmente  en este argumento.   Podría  ser  ésta una de las  razones por las  que este argumento  es más generalmente aceptado que otro cualquiera, aunque no todos lo formulan de la misma manera. Algunos fundan su razonamiento en la disparidad que frecuentemente se observa  entre  la  conducta  moral  de los  hombres  y la  prosperidad  que gozan  en  la presente vida, y sienten que tal desequilibrio demanda un ajuste en el futuro, lo cual a su vez requiere  que haya un Árbitro justo. La teología  moderna  lo utiliza  extensamente, diciendo que el reconocimiento por el hombre de un bien supremo y su búsqueda del ideal moral exigen y necesitan  la  existencia  de un Dios que convierta  en  realidad  ese  ideal. Aunque este argumento señala la existencia de un ser santo y justo, no obliga a la creencia en Dios, el Creador, de infinitas perfecciones.

El argumento histórico de la Verdad

Su forma  principal es  la  siguiente: Entre todos los  pueblos y las  tribus  de la  tierra  se encuentra un sentimiento de lo divino, que se manifiesta en culto externo. Siendo universal este fenómeno, debe pertenecer  a la misma naturaleza del hombre. Y si la naturaleza del hombre tiende a la adoración religiosa, esto sólo hallará explicación en un Ser superior que dio al hombre una naturaleza religiosa. En respuesta a este argumento,  sin embargo,  se dirá que este fenómeno universal pudo haberse originado en un error o equivocación de algunos de los primitivos progenitores de la raza humana y que el culto religioso que se cita aparece con mayor fuerza entre las razas primitivas, y desaparece a medida  que éstas avanzan en la civilización.

Evaluando estos argumentos racionales se debe  indicar ante todo que los creyentes no los necesitamos. No depende de ellos nuestra convicción de la existencia de Dios, sino de que aceptamos con fe la revelación que de sí mismo ha hecho Dios en la Escritura. Si hay tantos en la actualidad que quieren afianzar su fe en la existencia de Dios sobre tales argumentos, se debe  en  gran  parte  a que se  rehúsan   a recibir  el  testimonio  de la  Palabra  de Dios.

Además, en un intento de utilizarlos para convencer  a los incrédulos será bueno no olvidar que ninguno  de ellos puede conducir hasta una absoluta convicción. Nadie hizo más para desacreditarlos que Kant.  Desde entonces, muchos filósofos y teólogos los han deshecho como notoriamente desprovistos de valor; pero actualmente una vez más están volviendo a la atención general y el número de quienes los aceptan va en aumento. El hecho de que hoy mismo sean muchos los que en ellos encuentran indicaciones satisfactorias de la existencia de Dios, puede tomarse como una señal de que no están enteramente desprovistos de valor. Tienen algún valor para los mismos creyentes; pero los llamaremos «testimonios» más bien que argumentos. Tienen  importancia  como interpretaciones  de la  revelación  general  de Dios, y exhiben cuán racional es creer en un Ser divino. Todavía más; pueden servirnos de algo para hacer frente al adversario, aunque no prueben la existencia de Dios fuera de toda duda, como para obligar a su aceptación; pueden formularse en términos que establezcan una fuerte probabilidad, y en consecuencia silencien a muchos incrédulos.

PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO

1.  ¿Por qué se inclina la teología moderna a dar precedencia al estudio del hombre más bien que al estudio de Dios?

2.  ¿Prueba o no, la Biblia, la existencia de Dios?

3.  Si la prueba, ¿cómo lo hace?

4.  ¿De dónde procede el «sentido de lo divino» que es general en el hombre?

5.  ¿Hay naciones o tribus desprovistas de este sentido?

6.  ¿Se puede sostener la afirmación de que no existen ateos?

7.  ¿Deben clasificarse los humanistas de hoy como ateos?

8.  ¿Qué objeciones hay en contra de la identificación de Dios con el Absoluto de la Filosofía?

9.  ¿Satisface las necesidades de la vida cristiana un Dios finito?

10. ¿Se limita a los Pragmatistas la doctrina de un Dios finito?

11. ¿Por qué es  la  idea  de  un Dios personificado  una pobre  sustitución  del Dios Viviente?

12. ¿Cuál era la crítica de Kant contra los argumentos de la razón especulativa en favor de la existencia de Dios?

13. ¿Cómo debemos jugar la crítica de Kant?

Fuente: «Teología Sistemática» de Berkhof

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