De no ser así Jesucristo no se hubiera entregado en rescate por todos. Es innecesaria la redención cuando no hay opresión. Sale sobrando el rescate si no hay esclavos que liberar, si no existe la esclavitud. Pero Cristo mismo dijo que El había venido a dar su vida en rescate por muchos (Mt. 20:28). La palabra griega traducida «rescate;» (lutron) en este versículo, tiene la misma raíz de la que recibe igual traducción en 1 Tim. 2:6 (antílutron). Significa pagar el precio para la liberación de un esclavo. Los vocablo agorázo (comprar, 1 Cor. 6:209) y exagorázo (redimir, Gál. 3:13), se usaban para las transacciones en el mercado de esclavos. En el Nuevo Testamento indican que la liberación en Cristo es total.
Jesucristo afirmó que todo aquel que hace pecado es esclavo del pecado (Jn. 8:34). En la sociedad supercivilizada de fines del siglo veinte hay resistencia al uso de la palabra pecado. Se buscan eufemismos para describir el problema espiritual y moral. Se dice, por ejemplo, que el ser humano no ha evolucionado lo suficiente, que está inadecuadamente instruido, o psicológicamente mal adaptado. Se prefiere hablar de ignorancia, de fallas, errores, equivocaciones, o ingenuidades, pero no de pecados.
También existe hoy día la tendencia de culpar solamente a la sociedad en general, o a una clase social en particular, por todos los males que nos aquejan. Se señalan los pecados de las estructuras sociales opresoras, y no se le da el énfasis necesario al pecado que se anida en el corazón de todo ser humano. Sin cerrar ingenuamente los ojos ante las estructuras pecaminosas que existen en nuestra sociedad latinoamericana, y mucho menos sin pretender justificarlas en nombre del Evangelio, lo cual sería sacrilego, recordemos que según las palabras del Señor Jesucristo, de dentro del corazón de los hombres sale toda clase de mal (Mr. 7:1-23). Y mientras el corazón humano no sea transformado por el poder del Evangelio, siempre habrá estructuras que no dejarán de ser esclavizadoras, aunque se presenten bajo diferentes nombres, se identifiquen con diferentes ideologías, o se cobijen con diferentes banderas.
Es asimismo indispensable tener en cuenta que para Jesús el pecado es de origen satánico. Los males que sufre la humanidad no se explican tan sólo en el plano económico y social. Detrás de toda opresión hay poderes demoníacos que propagan la mentira, la cual puede ser vencida únicamente por la Verdad que Cristo proclama: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn. 8:32). De la esclavitud impuesta por el gran opresor, solamente el Hijo de Dios puede hacernos «verdaderamente libres» (Jn. 8:36; Heb. 2:14-15). En su base más profunda la esclavitud es espiritual, y la liberación tiene que venir por vía del espíritu.
Todo esto no significa que dentro de las relatividades humanas el cristiano no pueda, como individuo respetuoso de la ética bíblica, optar por el camino que le parezca el mejor para el cumplimiento de sus responsabilidades cívicas. El realismo evangélico no es paralizante para el cristiano que impulsado por la Palabra de Dios y por el Espíritu Santo haya tomado conciencia de estas responsabilidades. Pero la teología bíblica de la evangelización va a la raíz del problema humano, señala que el pecado esclaviza al individuo y a la sociedad, y afirma que la liberación auténtica se hace posible solamente en Jesucristo.
Las verdades tocante a Dios, al hombre, y a la obra redentora y mediadora de Jesucristo, deben ser anunciadas a todas las naciones. De esta responsabilidad misionera nos habla el apóstol Pablo en las siguientes palabras: «El cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio en su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad» (1 Tim. 2:6-7).
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