La Presencia de Jesús – Estudio Bíblico

El Hijo de Dios se hace presente a la vida de los hom­bres. El quiso plantar su tienda entre nosotros. Su pre­sencia corporal en el mundo fue el gran signo de la pre­sencia del Padre, porque en la vida de Jesús, en sus pala­bras y en sus obras se percibía el amor de Dios. Por eso le dijo Jesús al apóstol Felipe:

Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?

 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? (Juan 14:9).

Tras la ascensión del Señor a los cielos, no podemos tener la misma presencia de Jesús que conocieron los primeros discípulos:

Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. (1 Jn. 1:1-3;

Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables (1 Pd. 3:8)

pero tene­mos otras presencias de El ante nosotros, por ejemplo, su presencia viva en el corazón de cada cristiano, porque El dijo que vendría y haría morada en cada discípulo. Es la presencia de la fe, de que habla Pablo en Efesios 3:17.

Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor (Efesios 3:17)

presencia, Dios, Padre, estudio biblicoSu presencia de protección y guía de la Iglesia, puesto que prometió que permanecería con los suyos hasta la consumación de los siglos.

Su presencia profética en la proclamación del Evangelio, pues cuando  se lee su Palabra divina, es El mismo quien nos habla.

Su presencia cuando se predica la Palabra suya en todo lugar, y en la celebración de las ordenanzas,  siendo El quien bautiza, quien perdona, quien santifica.

Su  presencia en todo aquel que le sirve en cualquier ministerio. En todo aquel que acepta una responsabilidad en la obra de Dios, para servirle a toda persona que lo necesita.

La presencia humilde de Jesús en los pobres, en los que sufren, en los que son peregrinos. Él lo aclaró a Pablo, camino de Damasco, y lo explicó al hablar del juicio basado en el comportamiento de amor a los pobres y pequeños.

La presencia entre los dos o tres hermanos que se reúnen para orar en su nombre. Es la presencia suplicante ante todo que intercede por su pueblo.

El gran saludo cristiano es: “El Señor esté con vosotros”. Quien acepta que el Señor vive y está cercano debería orar con facilidad, es decir recurrir a Él, hablar con Él, apoyarse en su ayuda.

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