2 Clases de Religión – Bosquejo para Sermones

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En este Bosquejo aprenderemos acerca de las religiones, en la Biblia nos enseña que para Dios solo existe: el camino ancho o el estrecho…

Cita Bíblica: Mateo 7:13–29

INTRODUCCIÓN:

Muchas religiones existen en el mundo desde el punto de vista humano—católicos, protestantes, mahometanos, teósofos, budistas—, subdivididas en no menos de 300 sectas; pero para Cristo no son centenares, ni diez, ni cinco; sólo dos: el camino ancho o el estrecho, árbol bueno o malo, hombre prudente o insensato. ¿En qué categoría estamos? ¿Qué distingue al insensato del prudente? Los dos tienen el mismo propósito.

1. Edificar un abrigo para el alma: todos procuran lo mismo. ¿Por qué? ¿Cuáles son los motivos?

a) Miedo a lo desconocido.
b) Admiración por la sabiduría en la Naturaleza.
c) Previsión de la inmortalidad (anécdota: las piedras de una gran calle de Babilonia
tenían todas grabada la palabra «eternidad»).
d) La voz de la conciencia, el sentimiento de pecado, muy vivo entre los indios y los faquires. La religión es necesaria; la diferencia está en la forma o en el lugar en que se funda, roca o arena.

2. Los pueblos eligen la más fácil, la de la mayoría:

a) Para el indio, la budista.
b) Para el turco o el moro, la mahometana.
c) Para el español, la católica.
d) Para el inglés, la protestante.

Para la gran mayoría, la religión es sólo formalismo, sin detenerse a investigar y creer de veras. No tienen tiempo; negocios, fútbol, cine lo acaparan todo y mueren engañados, nunca creen de veras. Ventaja en los países evangélicos: los despertamientos religiosos que apelan a las masas.

3. Jesús llama a los tales necios o insensatos: ¿Por qué? No saben darse cuenta del peligro. El que tiene una fortuna procura asegurarla. Todos tenemos un gran tesoro, el alma inmortal. ¿Dónde colocaremos el tesoro? No podemos guardarlo nosotros mismos.

Ninguno podrá redimir su propia alma (Sal. 49:6–8); o confiamos el tesoro en manos más seguras, o lo perderemos para siempre. Satanás no quiere que los hombres se preocupen por su alma, para que no encuentren la verdad; les hace pensar:

a) Que no vale la pena, que es un misterio imposible de descifrar.
b) Que si hay Dios, no será un juez severo, sino un padre bonachón.
c) Que lo que importa es lo que se ve. «Pájaro en mano …», etc.

4. Pero los hombres deberían escudriñar las señales: el insensato de la parábola debía mirar las señales de peligro del terreno donde edificaba…

a) La arena era señal de que por allí pasaba agua.
b) Las vertientes de las montañas vecinas lo denunciaban.
c) Los vientos acanalados del valle lo estaban presagiando.

5. Así, el hombre que pretende ser religioso debería examinar las evidencias de su religión:

a) Fundamentos: ¿Son de origen humano, o divino? ¿Tienen su origen en Cristo y los apóstoles, o en tradiciones no seguras? ¿Es congruente con el modo de obrar de Dios, según vemos en la Naturaleza? (ej.: ¿Envía Dios el sol y la lluvia gratis, y el perdón sería pagando?)

b) Vertientes: ¿Cuáles han de ser las consecuencias del sistema? Las religiones impuestas se hacen aborrecibles. La religión, por costumbre, acaba en incredulidad; la religión hipócrita o exterior ha de verse abocada al fracaso. Deberían pensarlo millones de «insensatos», según la calificación de Jesús; pero los hombres aceptan solamente lo más fácil. Jesús se extrañaba de la ceguera de los falsos religiosos de su tiempo que no sabían ver las señales (Mt. 16:2). No se paraban a examinar las profecías que oían leer en la sinagoga, por esto no supieron comprender que vivían en días del Mesías. Los trágicos vientos de violencia, desenfreno, etc., de nuestros días, nos dicen que la tempestad de la ira de Dios se acerca.

6. Pero veamos el cuadro positivo, del que oye y hace: es frecuente esta expresión en boca de Jesús (véase Lc. 11:26). Significa el que oye con atención, medita, piensa, busca, se interesa seriamente como los de Berea (Hch. 17:13). El investigador serio busca la roca, que es la revelación divina; no se fía de las tradiciones humanas: «El que oye «mis» palabras»… ¿Es palabra de Cristo la que oímos, o de hombres? ¿Estamos unidos a Él por la fe? Notemos (Ro. 10:11):

7. Jesús añade «y la guarda»: por la fe entramos en el corazón de Cristo y Él en nosotros. Formamos una sola cosa, pero ¿y después?… Hay que edificar una casa, una torre más o menos modesta, un carácter cristiano, un edificio para la eternidad (véase 1 P. 2:1–5). No hay que usar materiales de mala calidad. Hay cristianos que pretenden edificar sobre la roca con tales materiales (véase 1 Co. 3:10–15). Sobre buena roca, buen material; según el material aquí, sería la gloria allá. Es un privilegio vivir para la eternidad, pero también una gran responsabilidad.

8. Las pruebas que azotan el edificio: Dios mismo las permite para demostrar a Satanás la firmeza de nuestra fe, sin que ellas nos puedan arrastrar. Son, como decía un predicador, «las corrientes que lavan».

9. La prueba final (2 Ts. 1:6–10):

a) Jesús conocía esta prueba final, eterna, definitiva. No es extraño que dijera: «Grande es su ruina».
b) El creyente en Cristo, en cambio, está firme y su firmeza crece a medida que avanza el tiempo y la tempestad. Era en la cárcel de Roma, pocos días antes de ser degollado, que Pablo escribía: «Yo sé en quién he creído y estoy cierto…» (2 Ti. 1:12; 4:8).

Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:

Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.

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