Las 5 Virtudes de Juan el Bautista – Bosquejo

Cita Bíblica: Mateo 11:7–14; 14:5–11

INTRODUCCIÓN:

juan el bautista, bosquejo, espiritu santo, jesusFue el gran precursor de Cristo, que vino revestido del poder de Elías. Creció como un nazareno, lo que demostró desde el principio sus grandes virtudes como profeta del antiguo pacto y en todas ellas tuvo que ser…

1. Probado en su humildad: antes de ir a la cárcel y mientras bautizaba en el Jordán creció su fama, pero esto era antes de que Jesús empezara su ministerio, y cuando vienen sus halagadores y le dicen: «aquel que tú bautizaste y de quien diste testimonio, te hace la competencia y el pueblo se va tras él». Su respuesta podía ser: «Esto es natural y ratifica lo que yo dije de él, pues él puede hacer milagros, yo no». Juan el Bautista no se nombra a sí mismo ni por su don de profeta, sino que responde sencillamente: «A él conviene crecer, mas a mí menguar». ¿A quién le conviene menguar? A él sí, porque por inspiración divina antes de empezar su ministerio que le hizo famoso, el Espíritu le había revelado que Jesús tenía que ser el Mesías doliente de Is. 53, pues llamó a Jesús «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» ¡Qué visión tan clara del plan redentor de Dios! ¿Quién se lo dio?

2. Probado en su valentía y justicia: habiendo oído el rey Herodes sus éxitos en el Jordán, envió a buscarle, pero Juan fue aún más valiente que cuando reprendía a los escribas y fariseos y a los soldados. El rey estaba amancebado con Herodías, la mujer de su hermano, y Juan no temió en decirle: «No te es lícito tenerla». Esto le costó ir a la cárcel, pero aún tuvo la oportunidad de llamar al corazón del rey, «quien le oí a de buena gana». Su conciencia le habría reprendido si no lo hubiese hecho. Además, él creía que pronto su primo el Mesías, establecería su Reino y sería liberado.

3. Probado en su fe: pero pasó un mes y dos y todo seguía igual. Por esto envió mensajeros a Jesús, para que pudiera ver su fe ratificada. Pero el plan de Dios era mucho más grande que lo que él, como el más grande de los profetas, podía anticipar. Su fe tenía que crecer y recibió una advertencia del Señor que se extiende a través de los siglos.

4. Bienaventurado el que no fuera escandalizado en mí: el cenit de la prueba para Juan el Bautista fue cuando entró el verdugo y, señalando un pilón de madera que allí estaba, quizá para sentarse, el prisionero le dijo: «Pon la cabeza acá, es orden del rey», y el hacha cayó pesadamente sobre su cuello; pero ¿cuál fue el resultado inmediato para el virtuoso profeta? Entrar en la eternidad por un atajo que él desconocía, donde encontró a muchos servidores de Dios a quienes había conocido de nombre; allí estaba su antecesor Abraham y pasaron pocas semanas cuando ambos recibieron el privilegio de ascender al paraíso definitivo que Jesús llamaba «la Casa del Padre».

5. La abnegada sumisión de Juan a la voluntad de Dios: esta cualidad ya la había demostrado al entregarse a vivir como un nazareno, llenando su juventud de privaciones materiales para conformarse a la Ley de los nazarenos, pero manteniendo su ilusión acerca del mesianismo inmediato de Jesús, pero sin esperar que en el momento de su muerte iría al «Lugar de consolación» y de allí bastante pronto al Reino eterno en compañía del mismo Señor Jesús. Así es como el gran profeta y precursor del Mesías vio cumplidas las palabras de Is. 55:8–13 que indudablemente se refieren al reinado de Jesús y a los privilegios eternos de los llamados a la fe probados y victoriosos, como lo fue Juan el Bautista.

CONCLUSIÓN:

¿Qué diremos cuando el Señor nos prueba en alguna de las virtudes que Él mismo nos ha otorgado, ya sea el don de palabra, o la diligencia, la justicia, la humildad o la fe? Allá veremos cumplidas las enigmáticas palabras de Jesús: «El menor en el Reino de los Cielos mayor es que él», lo que no significa que Juan el Bautista no forme parte de los redimidos del Señor, pero sí que allá vería sin envidia alguna a los que fueron probados aún más que él, con muertes horribles de tormentos y la hoguera, y ostentan grados de gloria de la que no faltará sin duda al gran profeta del antiguo pacto, porque los planes de Dios son más grandes que lo que cualquier mortal pudiera adivinar. Ciertamente el reinado de Cristo en la eternidad es mucho mayor que el régimen de la antigua Ley en la que Juan tanto se distinguió.

Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:

Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.

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