Agua de Vida – Bosquejo para Sermones

agua, vida, Dios

Cita Bíblica: Juan 7:33–43

INTRODUCCIÓN:

El agua es uno de los mayores dones de Dios. ¿Qué sería del mundo sin agua? Descríbase una larga sequía como la del tiempo de Elías (1 R. 18:5). El agua es para el mundo lo que la sangre para el cuerpo. Sobre el globo en que vivimos, el Sol hace las veces de corazón: mueve el agua, la hace correr elevándola. Donde hay agua hay vida, bienestar, abundancia. Casi todas las grandes ciudades se hallan junto a grandes ríos. Los griegos llamaban al desierto «anhidros». En el Oriente es de tal modo apreciada el agua que se dice: «Si alguno quiere inmortalizar su nombre, que haga un pozo.» Así fue con el de Jacob (Jn. 4:12).

Jesús usaba muchas comparaciones para mostrar los diversos aspectos de su sagrada misión. Se comparaba al Templo en el cap. 2, a la serpiente de metal en el 3, al pan en el 6, a la luz en el 9, a un pastor en el 10, al grano de trigo en el 12, a una vid en el 15. En este cap. 7 le vemos compararse al agua. ¿Por qué? Era el último día grande de la fiesta en que se celebraba la ceremonia de sacar agua del Siloé. Una procesión con el sacerdote a la cabeza, llevando un gran vaso de oro, iba a buscar agua en dicha fuente, arrojando cada uno el contenido de su cántaro sobre una vasija de plata en el templo que desaguaba en el Cedrón. Un proverbio del escritor judío Namonides dice: «El que no ha visto el gozo de la fiesta del agua en Jerusalén no ha visto gozo en su vida». Se trataba de recordar la roca herida en el desierto, y de cumplir la profecía de Is. 12:3. Pero no sabían interpretar el pasaje que pretendían cumplir (compárense los vv. 2 y 3 de dicho cap.). Jesús expone la verdadera interpretación: la fuente de salud no es Siloé, sino Jehová. «Yo, que he venido de Él» (como explicó al día siguiente, cap. 8:23), «soy la verdadera fuente de salvación. El agua que tenéis que sacar con gozo no es el agua material, sino el agua de vida, la vida eterna por el Espíritu Santo que yo infundiré en vosotros y que os hará nuevas criaturas, aptos para esta vida feliz». Creo que algo así y mucho más diría Jesús en esta ocasión, ya que no tenemos más que el resumen de sus grandes discursos. Consideremos en qué se parece el agua a Jesús…

1. El agua es origen de vida: toda la vida física salió del agua. En la tierra, todavía humedecida, apareció la vida vegetal. Del mar salió la vida animal. Cristo es, empero, el verdadero origen de la vida física y espiritual (Jn. 1:4). Nadie puede convertirse o nacer de
nuevo, ni convertir a otros sin Cristo.

2. El agua es conservadora de la vida: bien lo sabemos con las plantas de secano; si falta antes de llegar éstas a su pleno desarrollo, mueren inevitablemente. Hay cristianos que nacen, al parecer, con mucha ufanía, pero no tienen raíz y se secan. No están arraigados en Cristo para recibir de Él espiritualmente el vigor de la vida espiritual. ¿De qué le sirve el entusiasmo de los primeros días? Necesitamos cada día el agua de vida para conservarnos vivos espiritualmente. Continuo contacto con Cristo por la oración, la lectura de su Palabra y la asistencia al culto, donde Él ha prometido manifestarse al corazón de sus fieles (Mt. 18:20). Si regamos las plantas no olvidemos regar nuestra propia alma, que es de mucho más valor.

3. El agua limpia: ¡Cuán útil es en este aspecto! Descríbase lo que sería un pueblo sin agua en cuanto a suciedad. El agua purifica todas las inmundicias. Esto hace Cristo en el sentido espiritual. Su sangre expía los pecados, su Palabra nos enseña a evitarlos.

Obsérvese lo que dice Jesús en Jn. 13:10 y 15:3. Los apóstoles estaban lavados, menos Judas; y nosotros, ¿lo estamos? ¿Permitimos que la Palabra de Cristo nos lave? (anécdota: «la lavandera y el pastor»; un pastor visitó a cierta anciana lavandera, no según el método del volteo que se usa en Cataluña, sino según el que se usaba en aquel tiempo en Inglaterra, de hacer pasar el agua a través de un cesto lleno con la ropa que se quería lavar. La anciana expresó al pastor el gran bien que recibía de sus sermones, y cuando éste le hizo algunas preguntas sobre los mismos, respondió:

—«¡Ay, señor! Desde que me he hecho vieja, mi entendimiento es como este cesto que no retiene casi nada, pero me gusta pasarlo muchas veces por debajo del grifo de la predicación, porque a pesar de mi poca memoria, la Palabra de Dios es pura y me purifica»).
Puede haber suciedad muy aferrada que necesite una aplicación muy directa del agua de vida, y quizás el método algo brusco que usan las mujeres de Cataluña.

4. El agua apaga la sed: ¡Bendita cualidad! ¡Qué satisfacción produce en un día caluroso! No sólo el cuerpo tiene sed, el alma también la tiene de paz, de gozo, de felicidad. El hombre corre tras los placeres, el dinero, la fama; pero éstas son las cisternas rotas de que habla el profeta (Jer. 2:13). Después de un gran esfuerzo, comprueba que no hay en ello la felicidad que esperaba. Ve a un rival más próspero y la ambición estropea su contento. Se divierte y queda triste, preguntándose: ¿Para qué sirve esto? (anécdota: «el payaso melancólico»; un médico parisiense fue visitado por un cliente, el cual le explicó su estado de turbación moral, su sentimiento de pecado, su preocupación por la eternidad. El médico, que no entendía nada en enfermedades del alma, creyó que se trataba de un caso de neurastenia y aconsejó buen alimento y distracción…

—Lo primero no me falta—explicó el presunto enfermo.
—Pues no es nada más que cuestión de distracción—afirmó el médico muy seguro de su ciencia—, y le aconsejo acudir a las funciones de circo del payaso Garrick. Nadie puede estar triste ante él.
—Señor, este remedio no sirve para mí,—le respondió el enfermo—pues yo mismo soy Garrick; yo soy aquel payaso. He de mostrarme alegre ante el público para ganar mi pan, pero esto no me da felicidad).

Jesús apaga la sed del alma, la satisface plenamente. ¿Por qué? El alma es eterna. «Creada a tu imagen, oh Señor, no se satisface sino en Ti», dice san Agustín. Cristo ofrece valores eternos, abre una perspectiva al alma inmortal totalmente adecuada a su necesidad (Jn. 4:14). ¿Tienes sed espiritual? Acude a Cristo. Si no la tienes, pídela. Los que mueren de sed física primero sienten un ardor y un deseo que llega hasta el delirio, a causa del cual ven fuentes imaginarias, pero después llegan a no desear nada. Así pasa con los sedientos del alma. Todos hemos soñado en la juventud, pero los desengaños traen la apatía, y muchos llegan a no desear nada más que dejar la existencia. El deseo es natural y lícito. Es el estímulo de la vida y de todas las acciones. La doctrina búdica-teosofista es absurda. Suprimir los deseos no es ser feliz; no es apagar la sed. Cristo sí la satisface con su amor y sus promesas. Acude a Él; dile que quieres ser feliz en su amor. Vive y desea, pero desea según su voluntad, y la felicidad que empezará para ti en esta vida será eterna. No puedes desear más de lo que él promete. ¿No es dicha inmensa conocer esta fuente de vida?

5. El agua tiene que esparcirse para ser bendición: de ahí la providencia de Dios en la lluvia, y las altas montañas que retienen las aguas en forma de nieve, dando origen a los ríos. Así el pueblo de Dios no debe retener los bienes espirituales, sino para distribuirlos inmediatamente (v. 38). El que cree no solamente apagará su sed, sino que él mismo será una fuente vivificadora. Éste es el ideal cristiano: Cristo es el manantial; toda iglesia, un depósito; y cada cristiano, una fuente. De este modo el mundo podría convertirse en un jardín, y lo sería si cada cristiano profesante fuese una fuente de veras y no una fuente seca, «teniendo nombre de vivo, estando muerto» (Ap. 3:1). Es el deseo del Salvador que broten ríos de agua viva de cada fiel, pero ¡ay!, que muchas veces los caños son estrechos a causa de nuestro egoísmo, y por añadidura, obstruidos por el pecado. Así, en lugar de ser fuentes abundantes, sólo damos gotas de bendición, y esto aun muy raramente.

CONCLUSIÓN:

Pidamos hoy que Dios nos perdone y nos ayude para que, saciados por su gracia, seamos fuentes abundantes al mundo necesitado que nos rodea.

Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:

Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.

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