El Amor de Jesús y Nuestra Sanidad – Bosquejo

Bosquejo «El Amor de Jesús y Nuestra Sanidad» nos muestra el inmenso amor y poder sanador de nuestro Señor Jesucristo para todo aquel que se lo pida de todo corazón.

Tema: Sanidad

Introducción:

Jesús ama tierna e intensamente a los afligidos y se muestra solícito para ayudarlos.

Propósito

Además, el ministerio de sanidad de Cristo debe constituir un aliento para toda persona u organización que genuinamente se haya envuelto en la tarea de proveer ayuda y cuidado a los necesitados.

Oración

Padre celestial, gracias por enviarnos a tu Hijo amado a aliviar nuestras dolencias y a traernos su amor y  salvación.

Marcos 1:40-42 “Y un leproso se le acercó, suplicándole de rodillas.… Precisamente cuándo y dónde ocurrió el milagro relatado aquí no se informa en ningún lugar. No obstante, es natural suponer que fue durante la gira por Galilea, a la cual Marcos acaba de referirse (v. 39). En apoyo a esto, considérese también “Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos” (v. 38, cf. “a otras ciudades”, Lc. 4:43), seguido por la declaración de que la limpieza del leproso ocurrió mientras Jesús estaba “en una de las ciudades” (Lc. 5:12). Si esta conclusión es correcta, esta curación probablemente ocurrió antes del llamamiento de los Doce al apostolado (Mr. 3:13–19; Lc. 6:12–16) y antes del Sermón del Monte (Mt. 5:1–8:1; Lc. 6:12–16).

Cristo, amor, limpia, sana

Jesús no desechó a nadie

Hay algo que debe quedar perfectamente claro: Jesús no menospreció a nadie por el hecho de ser leproso, ni ciego, sordo, etc. Vino al mundo para ayudar, para sanar y para salvar. Algunos con severidad y sin amor juzgaban que los sufrimientos físicos provenían de algún pecado particular de la persona enferma. Por ejemplo, un leproso tenía por necesidad que ser una persona moralmente mala. Cristo condenó terminantemente esta clase de juicios (Lc. 13:1–5; Jn. 9:1–7).

Además, el ministerio de sanidad de Cristo debe constituir un aliento para toda persona u organización que genuinamente se haya envuelto en la tarea de proveer ayuda y cuidado a los necesitados: los diáconos y las diaconisas, obreros e instituciones de auxilio, misioneros médicos, enfermeras, el voluntariado de los hospitales, etc. De esto no se debe inferir que la responsabilidad de prestar ayuda y cuidado a los afligidos recae solamente en ciertos grupos y especialistas. Por el contrario, es un deber que corresponde a todos y, sin lugar a dudas, a todo creyente (Pr. 19:17; Mt. 10:8; 25:31–46; Mr. 9:41; 2 Co. 8:8, 9; 9:7; Gá. 6:10; Ef. 4:32–5:2; Fil. 4:17; 1 Ti. 5 4).

Cristo es Alguien a quien se le puede acercar con esperanza.

Este leproso “se le acercó ” lo bastante cerca como para ser tocado por el Maestro. Esto es sorprendente, especialmente a la luz de Levítico 13:45, 46: “… y habitará solo; fuera del campo será su morada”. Compárese con esto “diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos” (Lc. 17:12). Este hombre debe haber escuchado bastante acerca de las obras poderosas y misericordiosas de Cristo como para comprender que aquí había alguien a quien uno podía acercarse con esperanza.

Por supuesto que no sabía si la ayuda que anhelaba podía ser concedida aun a un hombre “lleno de lepra” (Lc. 5:12). Pero no había nada malo en pedir. Lo hace en forma muy humilde: “de rodillas” (según Marcos), luego inclina su rostro al suelo (“se postró con el rostro en tierra”, Lc. 5:12), y le suplica: “Si quieres, puedes limpiarme”. De acuerdo a Mateo 8:2 hasta se dirige a Jesús como “Señor”.

Este apelativo debe haber significado mucho más que “Sr.”. De otro modo, no hubiese podido hacer la confesión que hizo: “puedes limpiarme”. Está seguro de que Jesús tiene este poder. Al decir “Si quieres” no está seguro de que haya este deseo en Jesús, pero se somete a la soberana disposición de Cristo. Pero le ruega y le implora que él también pueda ser objeto de la misericordia y del poder sanador de Cristo.

Cristo se compadeció de él.

Así que, compadeciéndose de él.… El único que menciona esto es Marcos. Literalmente, la traducción debería ser “habiendo sido conmovido dentro de sí” (en sus “entrañas”). En cuanto a esta compasión activa de Jesús, compasión que se expresa en hechos, véanse también Mt. 9:36; 14:14; 15:32; 18:27; 20:34; Mr. 6:34; 8:2; Lc. 7:13.

Sin embargo, no basta con estudiar solamente los pasajes en que aparezca el mismo verbo. Véase también pasajes de importancia similar y que a veces contienen fraseología sinónima, como por ejemplo: “Llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores” (Is. 53:4; Mt. 8:17; cf. Mr. 2:16; 5:19, 34, 36, 43; 6:31, 37; 7:37; 9:23, 36, 37, 42; 10:14–16, 21, 43–45, 49; 11:25; 12:29–31, 34, 43, 44; 14:6–9, 22–24; 16:7).

Jesús Vivía en medio de su pueblo que daba énfasis a los asuntos legales

Se podrían citar pasajes similares de Lucas y Juan. Nos quedamos asombrados ante el gran número de veces en que esta compasión de Jesús, esta ternura o expresión de su corazón en palabras y hechos de bondad, se menciona en los Evangelios.

Jesús sufría por eso, pues Él es el Señor de la compasión, de la ternura, lo mostró muchas veces con expresiones de su corazón en palabras y hechos de bondad.

Jesus, Dios, Quien es Jesus

Preocupación personal

Constantemente está tomando la condición de los afligidos como una “preocupación muy personal”. Jesús vivía en medio de un pueblo que daba gran énfasis a asuntos legales triviales, y en esto sus líderes eran expertos. En medio de esta superficialidad, Jesús sobresale como Aquel que pone énfasis “en los asuntos importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fe” (Mt. 23:23-27).

Creo que lo que Jesús más detestaba de su pueblo era  a los escribas y fariseos por farsantes. Lo mismo puede sentir ahora por todo aquel que muestra un cristianismo de mentira.

“¡Ay de vosotros,  escribas y fariseos,  hipócritas!  porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino,  y dejáis lo más importante de la ley:  la justicia,  la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer,  sin dejar de hacer aquello. 24   ¡Guías ciegos,  que coláis el mosquito,  y tragáis el camello! 25   ¡Ay de vosotros,  escribas y fariseos,  hipócritas!  porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato,  pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. 26   ¡Fariseo ciego!  Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato,  para que también lo de fuera sea limpio. 27   ¡Ay de vosotros,  escribas y fariseos,  hipócritas!  porque sois semejantes a sepulcros blanqueados,  que por fuera,  a la verdad,  se muestran hermosos,  mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia… “

Jesús ama tiernamente a los afligidos y se muestra solícito para ayudarlos.

1. Debemos de entender de una vez por todas que las angustias de las personas son sus propias angustias

Extendió su mano, lo tocó y le dijo: “Quiero; sé limpio”. Repetidamente y con fraseología variada, los Evangelios hablan del toque sanador de las manos de Jesús (cf. 7:33; Mt. 8:3, 15; 9:29; 17:7; 20:34; Lc. 5:13; 7:14; 22:51). Sin embargo, a veces es el enfermo quien toca a Jesús (Mr. 3:10; 5:27–31; 6:56). De cualquier modo, los enfermos fueron sanados. Con relación al poder sanador por medio del contacto físico, es evidente que del Salvador emanaba poder sanador y se transmitía a la persona que lo necesitaba (Mr. 5:30; Lc. 8:46). ¡Por supuesto que no era magia!

El poder sanador no se originaba en sus dedos o en su ropa. Venía directamente del Jesús divino y humano, de su voluntad todopoderosa y de su corazón infinitamente bondadoso. El toque de Jesús tenía poder sanador por cuanto él se compadecía y “puede compadecerse de nuestras debilidades” (Heb. 4:15). No debe pasar desapercibido al lector que, de acuerdo a Marcos 1:41, cuando Jesús extendió su mano para tocar al leproso, lo hizo “compadeciéndose de él”. La necesidad y fe del leproso halló respuesta inmediata en el gran deseo que Jesús tenía de ayudarle. Esta prontitud era tal, que el poder y el amor se enlazaban entre sí.

2. Ama tierna e intensamente a los afligidos y se muestra solícito para ayudarlos.

Se dice a veces que entre las palabras del leproso y las de Jesús hubo perfecta correspondencia. Esto es verdad en el sentido de que las dos expresiones no están en conflicto, sino que se hallan en perfecta armonía, revelando aun cierta identidad en fraseología. Pero también se podría decir que las palabras del Señor van más allá de la simple “armonía”. Indudablemente que las palabras del leproso “puedes limpiarme” hallan eco en la respuesta de Jesús “¡Por supuesto que puedo!” implícita en su acto de curación. Pero las palabras del leproso, “si quieres”, son reemplazadas por aquel veloz y espléndido “Quiero”. Aquí al “querer” se le añade el “poder”, se quita el “si” y se suma el “Sé limpio”. Todo esto transforma una condición de enfermedad horrenda en una de salud robusta.

Puntos que podemos destacar en este pasaje:

  1. No era magia lo que Jesús hacía.
  2. El poder sanador no se originaba en sus dedos o en su ropa. Venía directamente de Jesús divino y humano, de su voluntad todopoderosa y de su corazón infinitamente bondadoso.
  3. El toque de Jesús tenía poder sanador por cuanto Él se compadecía y “puede compadecerse (ahora) de nuestras debilidades”

Hebreos 4:15 -16 “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza,  pero sin pecado. Acerquémonos,  pues,  confiadamente al trono de la gracia,  para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

  1. Jesús se compadecía “compadeciéndose de él”
  2. La necesidad y fe del leproso halló respuesta inmediata en gran deseo que Jesús tenía de ayudarle. Esto aplica exactamente igual para nosotros ahora en nuestro tiempo, porque el amor de Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre.
  3. Lo que unió Jesús con el leproso podemos decir: Esta prontitud era tal, que el poder y el amor se enlazaban entre sí.
  4. Los dos se hallaban en perfecta armonía, revelando aun cierta identidad en fraseología. Pero también se podría decir que las palabras del Señor van más allá de la simple “armonía”. Indudablemente las palabras del leproso “puedes limpiarme” hallan eco en la respuesta de Jesús “¡Por supuesto que puedo! Implica en su acto de curación.
  5. Pero las palabras del leproso, “Si quieres” son reemplazadas por aquel veloz y esplendido “Quiero”.
  6. Aquí el “Quiero”. Aquí se le añade “poder”, se quita el “si” y se suma el “Se limpio”

Todo esto transforma una condición de enfermedad horrenda en una salud robusta.

Mr. 42. Al instante la lepra le dejó y quedó limpio. Lucas 5:13 indica que la lepra lo dejó; Mt. 8:3 dice que fue limpiado; Marcos menciona ambas cosas. Las curaciones realizadas por Jesús eran completas e instantáneas. La suegra de Pedro no tuvo que esperar hasta el día siguiente para ser sanada de su fiebre. El paralítico comienza inmediatamente a caminar, llevándose su camilla. La mano seca es restaurada al instante. El endemoniado que momentos antes había actuado enloquecido cortándose con las piedras, es sanado de inmediato y en forma total. Lo mismo se dice con respecto a la mujer que tocó el manto de Jesús.

Aun la hija de Jairo, que ya estaba muerta, al instante es restaurada a la vida, de modo que se levanta y comienza a caminar. ¡Que los sanadores de hoy imiten esto! ¡Que sanen toda enfermedad de inmediato! Sí, que levanten muertos, porque si su pretensión de poder hacer lo que Jesús hizo y lo que mandó a sus apóstoles a hacer está vigente hoy, deberían resucitar también a los muertos.

Mt. 10:8 Sanad enfermos,  limpiad leprosos,  resucitad muertos,  echad fuera demonios;  de gracia recibisteis,  dad de gracia.

Por José Alberto Vega 

Comentario al Nuevo Testamento de William Hendricksen pags. 57-59

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