Donde Jesús Está – Bosquejo

«Y se oyó que Él estaba en casa» (Mr. 2:1).

INTRODUCCIÓN:

Léase y refiérase la historia del paralítico, haciendo notar que Jesús entró una noche cansado, probablemente en casa de Pedro, y lo aprisa que corrió el rumor de su llegada. Lo conocerían en la cara alegre de los miembros de la casa que salieron aquella mañana. Éstos lo dirían confidencialmente a otros vecinos, y aquellos a otros, hasta que todo el pueblo lo supo. Descríbase la dificultad de los 4 discípulos para abrirse paso; nadie quena exponerse a quedarse un poco más atrás. Hágase notar que fue «viendo la fe de ellos» que Jesús obró el milagro. Puntualícese la malicia de los fariseos y la sabia respuesta del Señor.

1. El privilegio de la presencia de Cristo:

trono, jesús, cielo, dondeLa humilde casa del pescador quedó convertida en templo, aquel día, por la presencia de Cristo. Tal privilegio podemos disfrutarlo también hoy. Le place a Cristo hallarse espiritualmente entre su pueblo (véase Mt. 28:20; Ap. 2:1–3). No es necesario verle. Cuando Pablo se hallaba desanimado en Corinto (Hch. 18:10), la primera de las tres grandes afirmaciones que le hizo el Señor para alentarle fue: «Yo estoy contigo». ¡Cuántas veces lo olvidamos! ¿No ha llenado su presencia nuestros corazones de gozo en muchas ocasiones? Procurémosla hoy. Nada indispensable para un buen culto y para un despertamiento espiritual, sino la presencia de Jesús (anécdota: «El mejor culto que he presenciado en mi vida», dice el gran predicador Scarborough, «fue bajo la sombra de un olmo gigantesco en Brazos River, Texas. No había una sola silla; estaba en uso un solo himnario y una sola Biblia. Tampoco hubo ningún gran predicador; pero estaba Cristo. De este culto irregular nació una de las más grandes Iglesias de Texas, y en él este indigno siervo de Dios, entonces un muchacho de once años, halló a su Salvador. Doy gracias a Dios por nuestras grandes Iglesias, por nuestros hermosos coros y por nuestros elocuentes predicadores; pero la única cosa esencial es Cristo mismo. De buena gana volvería a Brazos River, para sentir su presencia como la sentí allí»).

2. Cómo obtener la presencia de Cristo:

a) Amarle: el mayor atractivo para el Cristo espiritual, como para el Cristo humanizado, es el genuino amor. Había muchas casas en los pueblos de Capernaúm y Betania, pero Jesús iba a una especial en ambos sitios. ¿Por qué? ¿Queremos que Él escoja así la nuestra? Que vea en nosotros todas aquellas características del amor que describíamos el mes pasado. No serle hostil no basta para disfrutar de su especial presencia. Muchas casas no tenían enemigos de Jesús en Capernaúm, pero una le atraía más. Aquélla donde era más amado.

b) Invitarle: estamos seguros de que Pedro lo hizo aquella tarde, viniendo de lugares desiertos (cap. 1:45). Y Jesús aceptó. ¿Hemos invitado al Cristo espiritual? ¿Renovamos la invitación cada día? La invitación colectiva se llama invocación y le place sobremanera (Mt. 18:20).

c) Hallarse dispuesto a servirle: con Cristo iban doce apóstoles. El que le invitaba tenía que contar con un dispendio considerable; pero ni Simón, ni Lázaro, ni otros que invitaban a Cristo lo tenían en cuenta. Era muy gloriosa su presencia, y muy grandes sus favores para regatearle nada. El Cristo espiritual tiene hoy día una obra humana y material que debe ser atendida, y El mismo se halla representado en los que sufren (Mt. 25:35). No puede esperarse su presencia donde no se le sirve con amor. Si no podemos adorar a Cristo con solemnes cánticos, podemos hacerlo—como decía un predicador—por medio de nuestras colectas. Ningún culto es completo sin esta adoración práctica.

d) A perjudicarse por amor a Él. Según Bonnet y otros comentadores, hubo que hacer un desperfecto en el techo para bajar al enfermo; pero no se nos dice que el dueño de la casa se quejara. ¿Tenemos que ser perjudicados por causa de Cristo? ¿Se nos quita por su causa el empleo, el negocio, la herencia? La presencia de Cristo en la casa y en el corazón es preferible. «Fiel es Dios que no nos dejará ser tentados más de lo que podemos llevar» (1 Co. 10:13).

3. Qué acontece donde Cristo está:

a) La gente necesitada es atraída: la casa de Pedro no sería muy visitada antes de entrar Cristo en ella, pero el pueblo hallaba allí, después, lo que no podía encontrar en otras casas. ¿Es nuestra casa visitada por causa de Cristo, o lo es solamente para asuntos profanos? Si Cristo está en ella tiene que hacerse patente, hasta que muchos necesitados de Su auxilio acudan. ¿Hay señales de Su presencia en nuestro rostro y en nuestra vida? (Hch. 4:13); digamos el secreto a las almas, aunque sea al oído, pues el huésped invisible lo ve y toma nota de que estamos hablando de Él (Mal. 3:15–18).

b) El pecado es redargüido: el paralítico no iba para que le hablasen de pecados, sino de curación física; pero Cristo da a lo más importante el primer lugar. Dondequiera que Cristo está el pecado se hace patente. Así sucedió el día que Jesús entró en la barca del propio Simón (Lc. 5:8), y en la casa de Zaqueo (Lc. 19:8). Cristo y el pecado son incompatibles, en la casa y en el corazón. Cristo tiene que echar fuera al pecado antes de poder entrar y obrar sus beneficios. ¿Cerraremos la puerta a Cristo por causa del pecado, o al pecado por causa de Cristo? (anécdota: «la decisión del tabernero»; un tabernero, a petición de su esposa enferma, fue a buscar un pastor. Por el camino éste le exhortó a aceptar a Cristo, excusándose el hombre a causa de su oficio. Mientras el pastor oraba en el cuarto de la enferma, oyóse ruido de pasos seguido de golpes de martillo. Al preguntar la causa de tal interrupción, el tabernero respondió: «Mientras usted oraba vino Cristo a mi alma y prometí aceptarle como mi Salvador; pero temí que Él se alejaría con usted si continuaba mi casa siendo una taberna. Por esto fui a romper el letrero de la puerta antes de que Cristo se marchara llevándose su paz y gozo, y yo mismo olvidara mi resolución»).

c) El pecado es perdonado: explíquese la razón por que sólo Cristo tiene el poder de perdonar pecados; por ser el Hijo de Dios y nuestro Redentor. No dudemos como los fariseos. El que dio pruebas de sus divinidades como nadie más en la historia ha podido dar, tiene poder para escuchar nuestros ruegos y para librarnos de la carga del pecado, según sus promesas. Acudamos a Él.

d) La fe es honrada y recompensada: «Viendo la fe de ellos». ¡Qué hermosa visión para Cristo! Discípulos que vencen toda clase de dificultades para llevar a un necesitado hasta Él. ¿Puede Cristo ver lo mismo en nosotros en este tiempo? Muy pocas personas irían a Cristo antes de conocerle, si alguien no les acompañara; son paralíticos espirituales, sin fe, sin amor y sin deseos de las cosas de Dios. Pensad en quiénes podríamos acompañar a Cristo ahora mismo. Podemos concertarnos con otros creyentes si la empresa es difícil para nosotros solos (anécdota: «los 6 diáconos y el Juez de Texas»; durante un despertamiento en Texas, seis diáconos bautistas se concertaron para orar en favor de cierto juez, bellísima persona y amigo de los seis. Cada uno de los concertados fue a una hora diferente del mismo día para invitarle a los cultos especiales. A la cuarta invitación, el juez dijo: «¿Qué gran pecado habéis notado en mí, que la habéis tomado conmigo todos los bautistas hoy? Tendré que ir para que me dejéis en paz». No solamente fue aquella noche, sino las siguientes, llevando a otros abogados amigos suyos. La tercera noche el juez y sus amigos aceptaron a Cristo. Así se cumplió Ef. 3:20).

CONCLUSIÓN:

Notemos en el caso del paralítico el cumplimiento de la promesa de Jesús en Mt. 18:19. Si no es posible concertamos con muchos creyentes para llevar a cabo la obra de Cristo, nadie puede impedirnos de hacerlo con tres o cuatro. Si hubiera dificultades, como para aquellos las hubo, tengamos por bien seguro que el Señor será movido mayormente según sea grande la dificultad y el ingenio con que la venzamos. No es lo fácil, sino lo difícil, lo que prueba el valor de la fe. Hagamos de nuestras casas y de nosotros mismos, templos del Señor.

Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:

Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.

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