La Epístola a Filemón – Bosquejo para Sermones

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Este Bosquejo lo puedes utilizar para predicar en tu iglesia, en una reunión, para estudiar la palabra de Dios. En esta ocasión estudiaremos la Epístola de Filemón. Esta es una carta privada de intercesión escrita por Pablo y enviada a Filemón a Colosas. (Col. 4:7-9)

Introducción:

Es muy interesante conocer cuándo y dónde fueron escritas las cartas del Nuevo Testamento. La de Filemón lo fue desde Roma, en los años 62 a 63 d.C., cuando Pablo estaba preso en una casa de alquiler, custodiado por un soldado que se turnaba cada día como vigilante del apóstol. De este modo penetró el Evangelio no sólo en el cuartel romano, sino también en las habitaciones de arriba, ganando a los primos del emperador. Tenemos dos versículos en Filipenses que nos ofrecen indicaciones luminosas acerca de esta estancia de Pablo en Roma. El v. 13 del cap. 1, donde leemos: «Mis prisiones por la causa de Cristo se han hecho notorias en todo el pretorio y a todos los demás;» y en 4:22: «Todos los santos os saludan, y especialmente los de la casa de César». Éstos, según una tradición, eran primos del emperador Domiciano, llamados Clemente y Domicilia, pero el apóstol tenía que reservar sus nombres, ya que después de haber sido designados como sucesores reales, fueron, los dos, mártires de la fe.

1. ¿A quién fue dirigida? Filemón, con su esposa Apia y su hijo Arquipo, eran una hermosa familia de creyentes de buena posición en Colosas, donde el grupo cristiano se reunía en su casa.

2. ¿Con qué motivo fue escrita? El esclavo ladrón, Onésimo, había defraudado a su amo y huido a Roma para pasar desapercibido en aquella gran ciudad, donde pudo oír de nuevo el Evangelio que se predicaba en casa de sus amos. No sabemos cómo entró en relación con Pablo, quizá por motivo de apuros y experiencias de pecado ocurridos en Roma; allí pudo entender que el Evangelio no era un capricho de señoritos desocupados, sino un mensaje de Dios para pecadores indignos como él.

3. El mensaje de Pablo: aunque era muy útil como servidor de Pablo, porque entraba y salía de su casa-prisión a cumplir recados de servicio, el apóstol cree que su testimonio será más eficaz en Colosas, donde es conocido, y, como Jesús hizo con el gadareno, le recomienda volver a casa de su amo. Pero hay una duda. ¿Le recibirá éste perdonándolo, o le entregará a la justicia romana para que le castiguen por su robo? Era muy severa la legislación romana: podían condenarle a luchar con fieras, a azotarle con látigos de garfios, cortarle una mano o practicarle rasguños con un estilete. Entonces no existían los derechos humanos, que son un fruto de la civilización cristiana.

4. Filemón, el cristiano perdonador. Este cristiano ejemplar, estaba enojado, pero el mensaje de Pablo le llegó al corazón, no podía ser de otra manera. Es el ruego de un anciano prisionero en favor de un hijo espiritual, convertido a Dios, y los tres miembros de la familia, ya no ven al esclavo ladrón, sino al hijo amado de Pablo (vs. 17–21). El domingo la carta es leída al grupo de cristianos que se reúne en aquella casa. Todos saludan al nuevo hermano, Cristo ha borrado la diferencia de clases al borrar el pecado. ¿Por qué hay esta carta tan particular en el Nuevo Testamento? Otras de Pablo no están (véase Col. 4:16), las de Laodicea. En ésta no hay grandes enseñanzas teológicas, pero sí un gran ejemplo ético que reproduce prácticamente todas las enseñanzas de Col. 3. Un ejemplo práctico que vale por diez sermones. Martín Lutero lo llamaba una parábola gráfica del plan redentor de Dios.

5. El pecador es un servidor que ha defraudado a su amo: ¿Hemos dado a Dios lo que le debemos por todos sus beneficios? Es cierto que Dios no necesita nada de nosotros, pero ¿no se merece mucho? En lugar de darle, malgastamos sus dones al alejarnos de la inocencia. «Todos miran lo suyo propio», como si hubiesen ellos organizado e inventado las maravillas de la naturaleza. La actitud de los seres celestiales (Ap. 4:10, 11) debería ser la nuestra. Leemos de Spurgeon que el día de su primer premio en la escuela se arrodilló en su habitación y dedicó el premio a Dios diciéndole: «A Ti te pertenece, Señor, porque me has dado la vida y la inteligencia». Pero la actitud general del mundo es como la del hijo pródigo y la de Onésimo: gozar egoístamente de los dones de Dios, bien lejos de Él.

6. El fracaso de tales acreedores es inevitable: no podía durarle siempre a Onésimo el dinero que robó. Tampoco a nosotros nos puede durar la vida; llegamos pronto al fin de la salud, la inteligencia y la fuerza, etc. Volver a Dios como deudores insolventes es terrible. ¿Qué nos dirá? ¿Qué le responderemos? (Job 15:12–14).

7. Como Onésimo hemos hallado un intercesor: esto se necesita muchas veces para acudir a una autoridad humana, y más a un ofendido. Onésimo tuvo gran suerte en hallar a Pablo. Mucho más nosotros. Notemos:

a) El fervor con que Pablo intercede: «Ruégote por mi hijo… recíbele como a mis entrañas» (vv. 10–20) «¡Sí, hermano!, góceme yo en ti, recrea mis entrañas» (vs. 20). ¡Qué vehemencia, qué ternura! ¿Cómo podía decir Filemón que no? ¿Y Cristo? (Jn. 17:9–14): «Ruego por los que me diste, porque tuyos son …, guárdalos por tu nombre … les he dado tu Palabra; y el mundo los aborreció …»; y por último el sublime v. 24: «Quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo …».

b) Notemos que Onésimo no tenía méritos para presentar, antes al contrario; pero Pablo tenía muchos (v. 17). (anécdota: enn la I Guerra Europea, dos jóvenes entraron en gran amistad. Carlos era de una familia rica de Londres; Santiago no tenía familia, era uno de los desamparados que suelen pernoctar en las balsas ancladas en el Támesis. Carlos hizo grandes promesas a su amigo, pero no pudo cumplirlas porque fue herido de muerte en uno de los combates, pero dijo a su amigo: «Tengo una idea. Dame una de mis tarjetas». Y en ella escribió:

«Padres: el dador ha sido para mí como un hermano; yo no podré regresar, pero si él sobrevive y os trae esta tarjeta, recibidlo como si fuera yo mismo. Firmado: Carlos». La guerra terminó y Santiago, el joven sin hogar, se dirigió al de su gran amigo, de quien dio noticias que trajeron lágrimas a los ojos de los padres, y al final, tembloroso, les alargó la tarjeta con el ruego de su moribundo amigo, dando el resultado de que fuera recibido como hijo quien había sido por años un extraño).

c) Pablo ofrece pagar por Onésimo (v. 18): ¿Cómo podía hacerlo siendo un prisionero? ¿De las ofrendas de amor que recibía de las iglesias agradecidas? ¡Con qué seguridad podía ir Onésimo a su ofendido amo! Nadie iba a reclamarle el dinero, porque allí estaba la firma del apóstol: «yo pagaré»… «Cristo pagó ya» (1 Ti. 2:6).

8. Nuestros deberes como reconciliados: todo en la carta hace entender que la historia tuvo un feliz desenlace y que Onésimo volvió a ser muy útil a su amo, para compensarle su generoso perdón, tal como Pablo lo previó … (v. 11): «a ti y a mí es útil». ¿Y nosotros?

a) Filemón mismo era un siervo de Dios (Col. 4:1). Pablo lo era también (Ro. 1:1; Tit. 1:1). Puede parecernos algo duro este calificativo que Pablo se da a sí mismo (doulos) en esta época de democracia y libertad, pero era muy propio en los días de Pablo; y lo ha sido en todos los tiempos con referencia a Dios, pues nada es nuestro. ¿Dónde están las riquezas de Filemón en el día de hoy? Sería un gran descubrimiento si pudiéramos identificar alguna de las piedras de la ciudad de Colosas como perteneciente a la casa del entonces rico Filemón.

b) Pablo, como siervo de Dios, podía mandar a Filemón, pero prefiere rogar (vv. 10–14). Existe una autoridad espiritual, basada en el conocimiento de las Sagradas Escrituras, en los servidores de Dios que dirigen las iglesias o grupos cristianos, sin llegar a los excesos del catolicismo. Seguramente Filemón conocía la oración del Señor. ¿Cómo hubiera podido repetirla si negaba a otros lo que él necesitaba de Dios, como nosotros también?

c) La superioridad de los bienes espirituales sobre los materiales: «Tú te me debes». Pablo le dio mucho más que dinero al comunicarle el conocimiento de la vida eterna, ya que adquirió una herencia permanente (2 Co. 4:18).

d) Nuestros deberes de siervos han de cumplirse superabundantemente y con alegría (vv. 20, 21). Hay dos formas de cumplir la voluntad de Dios, revelada en su Palabra: «con tristeza, como por necesidad» (2 Co. 9:7), o bien «con alegría». Filemón lo haría así, pues Pablo anticipa: «harás más de lo que digo». No era la primera vez que Filemón se había mostrado generoso (v. 7), pero en este caso era más difícil, porque más que el dinero había el sacrificio del orgullo y el amor propio ante sus conciudadanos del mismo rango. Que Dios nos ayude a cumplir siempre con gozo las peticiones que están a nuestro alcance.

9. Debemos aprender a servir al Señor aquí para servirle mejor en el Cielo:

a) Onésimo fue útil a Pablo, su maestro, e intercesor desde la ciudad lejana de Roma, pero habría sido egoísta, y hasta peligroso, quedar siempre allí.

b) Así nosotros servimos a Cristo ahora, en la ciudad lejana de pecado, pero no podemos quedamos aquí; ha de venir la vuelta a la casa del Padre y dueño, para servirle allí (Ap. 22:3).

¿Podrá el Espíritu Santo que habita en nosotros recomendarnos como siervos útiles, abnegados y fieles, como Pablo pudo hacer con Onésimo?

Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:

Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.

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