La Filosofía y el Niño – Bosquejo para Sermones

Este es el Bosquejo para Sermones titulado «La Filosofía y el Niño» donde nos habla del nacimiento de Jesús.

«Y como fue nacido Jesús en Bethlehem de Judea, en días del rey Herodes, he aquí unos magos vinieron del Oriente a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los Judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el Oriente, y venimos a adorarle» (Mt. 2:1, 2).

Introducción:

No sabemos definitivamente de qué parte del Oriente vinieron los magos, probablemente de Persia, o de alguno de los países circunvecinos. La tradición dice que eran tres reyes, lo cual nosotros descartamos. Pueden haber sido reyes, pueden haber sido súbditos, pueden haber sido tres o pueden haber sido trece, porque el evangelista no dice nada sobre el asunto. De todo lo que nosotros tenemos constancia por lo que podemos ver en la narración es que eran hombres de considerable riqueza, y de muy elevada posición social como para obtener de Herodes una recepción cortés y un trato considerado. Eran generalmente conocidos como magos los sacerdotes y los filósofos del Oriente. La forma particular que su filosofía tomó era la de la astrología, o el estudio de las estrellas y su influencia sobre el destino humano. Creían que los Cielos indicaban y probablemente moldeaban el curso de la historia humana. Esta creencia de ellos es obviamente notable en las palabras del texto: «Su estrella hemos visto en el Oriente, y venimos a adorarle».

1. Los magos buscando al Cristo:

los reyes magos, Jesús, nacimiento del niño Jesús, bosquejoa) Se nos presentan aquí como buscadores: el buscar es una condición que todos los hombres sabios de todas las edades deben reconocer que es necesaria para poder hallar. Hay algunos que hayan a Cristo sin buscarlo, otros lo encuentran como resultado de la búsqueda. Estos eran comerciantes en un sentido espiritual. Era su profesión buscar los tesoros de la sabiduría y del conocimiento; en el curso de sus estudios posiblemente habían hecho algunos descubrimientos; pero ninguno de esos descubrimientos pudo saciar el anhelo de la mente; tuvieron que continuar buscando. Y es notable que lo que nosotros llamamos conversiones repentinas pocas veces se verifican entre las clases inteligentes de la comunidad. Las masas oscuras todavía son visitadas por repentinos rayos de luz celestial; pero se espera de los sabios de todos los tiempos que busquen para encontrar, que sigan la luz brillante de las estrellas antes de tener el privilegio de ver el sol. La luz espiritual generalmente viene en recompensa de una sincera investigación.

b) La historia nos enseña además que eran buscadores fervientes: se nos da abundante evidencia en el contexto. Dejaron sus hogares en el Oriente; vencieron dificultades en el camino y en Jerusalén, dificultades que habrían desanimado los corazones de millares; ofrecieron liberalmente de su substancia: oro, incienso y mirra; y además incurrieron en un gran gasto. Su anhelo de sabiduría era sencillamente atormentador. No fue la sombra de las cosas que ellos habían visto repetidamente en los Cielos, como visiones y sueños fugaces, ni las cosas que ellos todavía no habían contemplado, sino la visión del vislumbre fue suficiente para convencerlos de que la realidad existía en alguna parte.

c) Además aprendemos de esta narración que los hombres sabios buscaron reverentemente a Cristo: todo el contexto da testimonio de su profunda reverencia. Vieron la misteriosa y maravillosa estrella en el oriente, y siguieron su curso; podía hablarles a ellos de cosas más elevadas que la navegación, y del mejor tiempo para izar las velas al Viento; podía hablarles de la adoración; y habiendo encontrado al Niño, a pesar de encontrarlo en un lugar muy humilde, cayeron ante él y lo adoraron. Declararon que hablan venido del lejano Oriente con el expreso propósito de adorar. Seguramente su sentido de veneración debe haber sido muy intenso para inducirlos a viajar, a recorrer toda aquella distancia para satisfacer su anhelo. «Venimos a adorarle». Es agradable considerar que esto sucedió en una época en que por lo infructuoso de las búsquedas anteriores, la gente había sido arrastrada a la superstición o la incredulidad. Había suficientes gentes crédulas: la astrología había degenerado en magia. Había suficientes burladores. La filosofía había degenerado en escepticismo; pero he aquí un grupo de hombres que todavía creía en la existencia de la verdad, y quienes impregnados de reverencia que rayaba en temor reverencial, incurrieron en grandes molestias y gastos, y se encaminaron en una peregrinación para buscar la verdad.

d) Además aprendemos de esta historia que Dios los ayudó en su búsqueda: «Su estrella hemos visto en el oriente». Esta estrella ha causado gran discusión infructuosa. Dios la puso en el Cielo para guiar a los hombres sabios de antaño; pero de una manera o de otra sirve para confundir a los sabios del presente. Algunos suponen que era un cometa; otros que era un meteoro especial que obedecía leyes especiales; otros ven en ella el Shekinah del judaísmo. Kepler llegó a la conclusión de que fue una extraña conjunción de tres planetas: Júpiter, Saturno y Marte y otra estrella tal como ocurrió otra vez en el año de 1603. Sus cálculos astronómicos están perfectamente de acuerdo con la aparición de la estrella de los magos. Parece ciertamente una explicación creíble. Los otros puntos de vista no son más que suposiciones. Esta es una suposición apoyada por la demostración. Pero cualquiera que sea la hipótesis que adoptemos, debemos llegar a esta conclusión: la estrella fue para los sabios una guía sobrenatural. Por medio de ella Dios los guió a la cuna del Infante Redentor.

2. Los hombres sabios encuentran al Cristo:

a) Permítasenos aquí hacer notar que estaban buscando a una persona: no estaban buscando un sistema, ni una teoría, ni una religión: sus corazones estaban resueltos a buscar a una Persona. El hombre no puede encontrar descanso en un sistema, aunque sea un sistema correcto; no puede encontrar paz en una teoría, aunque sea la verdadera; no puede encontrar quietud en una religión, aunque sea una religión divina: el judaísmo era divino, pero no proporcionó un hogar para el corazón humano. Yo soy una persona, y sólo en una Persona puedo encontrar el reposo. Si yo fuera sólo una cosa, podría encontrarme a gusto entre las cosas. Si yo fuera sólo un intelecto, podría encontrar descanso en una teoría. Si yo fuera sólo una conciencia, podría encontrar paz en la religión. Pero yo soy diferente de cada una de estas cosas y diferente de la suma total. Yo soy una persona y sólo en una Persona puedo encontrar descanso. Toda mi naturaleza clama: «¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido?»

b) Pero no fue una mera persona la que ellos buscaban, la persona debía ser un Rey: el hombre está creado para señorear y tener dominio; pero es igualmente cierto, y mucho más cierto aún, que fue hecho para servir y obedecer. Está profundamente grabado en su naturaleza que él es un súbdito, y que en sujeción encontrará su verdadera felicidad; por tanto ha estado buscando durante las edades a un Rey. «¿Dónde está el Rey que ha nacido?» claman las naciones. «Ya estamos hartos de los reyes que ustedes fabrican y de los príncipes manufacturados; denos un rey cuya corona sea el florecimiento de su naturaleza, y cuyo cetro sea el resultado de su corazón; dennos uno que haya sido nacido Rey»

c) Más aún, la historia nos enseña que ellos buscaban un Rey y encontraron un niño: hay aquí algo muy notable en el hecho de que ellos vinieron del lejano Oriente y después de toda su peregrinación y su búsqueda encontraron solamente un Niño. Sin embargo, fue digno de todo su trabajo y molestia el aprender la difícil pero preciosa lección de que la verdadera grandeza consiste en ser semejantes a los niños. El mundo a través de todas las edades ha estado alejándose del Niño; su noción de grandeza está en un polo muy opuesto. «Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra». El antiguo mundo alcanzó la meta de su educación al reconocer v adorar como niños a la Divinidad. «Si no os volviereis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos».

d) Habiendo encontrado al Niño, su búsqueda finalizó: habían alcanzado plenamente su objeto. «La estrella… se puso sobre donde estaba el niño». El Cielo y la Tierra aquí encontraron un lugar de reposo. Las inteligencias angélicas sin duda habían estado buscando la verdad a través de las edades; y, habiendo hecho un descubrimiento daban las espaldas a él y procedían a hacer otro; habiendo descubierto una verdad la dejaron atrás y continuaron en busca de una más grande; pero aquí al fin ellos alcanzaron el clímax de la verdad—habían descubierto al Rey—más allá de esto no podían ir. «La estrella se puso sobre donde estaba el niño». El Cielo había encontrado un lugar de descanso.

e) Habiéndolo encontrado, «postrándose le adoraron»: éste es un espectáculo memorable. Los sabios, con sus cabelleras grises por la edad, sus largas y plateadas barbas que les llegaban hasta el pecho, y aquella mirada misteriosa que el estudio de la astrología y el continuo atisbar en el futuro inevitablemente engendra, combinados con la visión inusitada de la jerarquía oriental, los antiguos y renombrados representantes de las riquezas, de las filosofías, y de las religiones del mundo, postrados ante el Infante… «Postrándose le adoraron».

Conclusión:

Ellos son los únicos y los primeros frutos. La cosecha había de seguir. Los príncipes de este mundo han de inclinarse ante él. «Postrándose, le adoraron; Y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones, oro e incienso y mirra». ¿Oyen ustedes ricos de Londres?» ¡Oro! ¡Oro! ¡Oro! e incienso, y mirra». He aquí una culminación de la religión, la unión de la devoción y el servicio. Los ángeles, según la visión, tienen alas; pero debajo de las alas tienen manos. Tienen alas con las cuales cubrirse ante la divina presencia; tienen manos para hacerse útiles en el servicio divino. «El ala y la mano»: la piedad primero, después la utilidad. «Postrándose, le adoraron». Allí vemos la piedad. «Y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones, oro e incienso y mirra». Allí vemos la utilidad. Parece que algunos cristianos tienen alas, pero no tienen manos; otros parece que tienen manos, pero no tienen alas; pero el cristiano perfecto, como el ángel perfecto, tiene alas y manos: alas para unirse en la adoración a Dios, manos para servir en la iglesia de Dios.

Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:

Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.

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