El Lago Cenagoso – Bosquejo para Sermones

lago, paisaje, naturaleza, agua, mar

Cita Bíblica: Salmo 40:1–3

Introducción:

La cabecera de este hermoso salmo es una exposición en lenguaje poético de cómo Dios libró a David de cierta aflicción, pero puede ser considerado como una parábola de la liberación del pecador sumido en la mayor aflicción del pecado. Existen ciertas playas donde bajo una delgada capa de arena se oculta un verdadero lago de tierra reblandecida por la filtración del mar. Hemos leído de viajeros que, andando distraídos sobre tales parajes, de repente han sentido atascados sus pies, siendo inútiles sus esfuerzos para librarse. Han visto desaparecer lentamente sus rodillas y pronto más de la mitad del cuerpo y entre desesperados gritos de socorro ha llegado el lodo al cuello, a la nariz, llegando a verse solamente unas manos que se agitaban unos momentos para quedar pronto inmóviles y sumergidas dentro del lodo y desaparecer. Hundirse en cieno o lodo es mucho más terrible que en el agua, ya que no existe la posibilidad de nadar, sino que todo esfuerzo para librarse aun precipita el hundimiento. Lo mejor en tal situación es clamar, quedarse bien quieto y esperar el socorro de afuera. Éste suele llevarse a cabo por medio de un camino de tablas y andando sobre ellas pueden acercarse los salvadores y alejarse del lugar de peligro una vez que se ha realizado el salvamento.

1. El lago cenagoso es el mundo

El viajero incauto puede representar a todos los hombres. El pecado ha atascado nuestros pies desde nuestra misma infancia. Nos hundimos en acciones, palabras y pensamientos malévolos cada día que pasa, y la muerte amenaza con acabar pronto con nosotros. La muerte física y tras de ella la separación definitiva de Dios en el abismo de miseria eterna. Algunos se horrorizan al leer el relato bíblico de Coré (Nm. 16:31–34), pero ¿no tiene que tragarnos a todos la tierra? El desliz es lento, como en el caso que nos sirve como parábola. Hoy una arruga, mañana un cabello blanco son anticipos del seguro fin que habría de llevamos a la eternidad sin Dios. ¿Qué podemos hacer ante una situación tan trágica como inevitable.

a) Tratar de salvarnos a nosotros mismos: esto hacen muchos, engañados por religiones humanas. Los faquires de la India, muchos ascetas y devotos dentro del cristianismo nominal no lograron sino precipitar el ya seguro fin, acortando sus vidas con vanos sacrificios que sólo sirvieron para hundirles algo más aprisa.

b) Clamar al que puede salvarnos. Dejar los vanos esfuerzos y confiarse resignadamente, o sea, con calma de espíritu y con confianza plena en sus promesas dadas por el único que se ha ofrecido y es poderoso para salvar, como dice en He. 7:25, a los que por él se allegan a Dios, o siguiendo la figura a los que levantan su mano para que Él les arranque del lodo del pecado.

2. Cristo es el Salvador poderoso que levanta al caído:

La encarnación del Verbo es Dios inclinándose, bajándose para acercarse al pecador. El que era santo anduvo sobre el pecado del mundo sin hundirse (Jn. 8:46). Realizó lo que al diablo le parecía irrealizable: vivir una vida perfecta de absoluta sumisión a la voluntad de Dios. De este modo colocó la palanca, el camino seguro del Evangelio por donde el pecador levantado por su poderosa mano andará en novedad de vida.

3. Su salvación es firme y segura.

El salmo dice:«Puso mis pies sobre una roca». Hay la mayor diferencia entre el lodo y la roca. Cristo es llamado «la Roca de los siglos» por la firmeza y segura garantía de sus promesas. No dice que tratará de salvarnos del pecado, sino que nos asegura la salvación del modo más enfático (Jn. 5:24–28). Hay completa garantía de que él puede cumplir tan gloriosas promesas (anécdota de Justino mártir y el Prefecto a quien, cuando aquella autoridad romana le preguntó con sorna: «¿Tú supones que si yo te mando crucificar o ser echado a los leones encontrarás al otro lado de la muerte un Cielo de gozo, paz y felicidad y a un Salvador esperándote allá para darte la bienvenida?», le respondió:

—No lo supongo; lo sé y estoy completamente seguro de ello).

4. El Salvador se complace en guiar a los libertados del pecado por el camino que Él anduvo:

Una vez convertidos, salvos del pecado, tenemos que andar ¿cómo? ¿En qué dirección? No otra vez a nuestro antojo sobre el lago cenagoso del pecado (Ef. 2:2), sino por el camino que Cristo nos ha trazado con su venida y sus promesas (Mt. 16:24; la Jn. 2:6). Hay cristianos a quienes parece gustar estar tan cerca como es posible del lago cenagoso, mientras hay otros que procuran alejarse lo más lejos posible. ¿Cómo lograrlo?

5. El salmista continúa la significativa figura diciendo:

«Bienaventurado el que puso en el Señor su confianza y no mira a los rebeldes ni a los que se debían tras la mentira» y más adelante en el v. 16 del mismo salmo, leemos: «Gócense y alégrense en Ti todos los que te buscan, y repitan sin cesar los que aman tu salvación: Jehová el Señor sea enaltecido». Y todos los cristianos en medio de adversidades y tentaciones podemos y debemos decir:

«Aunque yo estoy afligido y necesitado, el Señor pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres Tú. Dios mío, no te tardes».

Conclusión:

He aquí la oración de aquellos que se han sentido hundidos en el lodo del pecado y recuerdan cómo Cristo les ha liberado mediante sus promesas y viven en comunión con Él por medio de la fe y la oración. Anécdota: un joven que actuaba en un music-hall del conocido Paralelo de Barcelona, después que fue convertido, se deleitaba cantando con su potente voz y haciendo cantar a la congregación, cada vez que testificaba de su liberación de su vida de pecado, este significativo himno:

«Nunca Dios mío cesará mi labio

de bendecirte, de cantar tu gloria,

porque conservo de tu amor inmenso

grata memoria.

Cuando perdido en mundanal sendero

no me cercaba sino niebla oscura,

Tú me miraste y alumbróme un rayo

de tu luz pura.

Y cuando exhale mi postrer aliento

para volar a tu eternal presencia,

cierto, hallaré con tu justicia, unida

dulce clemencia».

Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:

Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.

¿Te gustaría anunciar tu empresa aquí? Leer más

¿Qué opinas? Únete a la Discusión