El Mensaje de la Cruz – Bosquejo

Introducción del bosquejo:

En el  mensaje de la cruz, la Biblia nos describe la escena del patíbulo; la cruz de Jesús. Este acontecimiento se da en El Gólgota, el lugar donde fue crucificado nuestro Señor Jesucristo como un vil reo, como un ladrón, como el mas vil de los criminales. Pero aun así el Señor nos muestra su grandeza. Nos muestra una capacidad que no puede tener ninguno de nosotros, y es, la capacidad de perdonar aun después de tanto sufrimiento.

jesus, cruz, crucifixion, crucificado

Jesús nos dice desde la cruz

1.

«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc. 23:34)

: ésta es la gran palabra del perdón. Este perdón es para los que le crucificaron.

Pero, ¿Quiénes le crucificaron?

Los fariseos, que eran, se supone, la gente buena y religiosa. Los saduceos, que son los hombres acomodados, que gozan de bienes y de influencia social, política e intelectual. No pueden éstos olvidar que fue Jesús quien trastornó las mesas en el templo para evitar negocios ilícitos en la Casa de Dios. Están por eso llenos de rencor. También lo crucificó Poncio Pilato el «político de la conveniencia». Lo crucificó el pueblo que lo aclamó como rey una semana antes, cuando hacía su entrada triunfal a Jerusalén. Lo crucificó la gente de su generación. Y para esa generación desde la cruz el pide perdón. Nosotros también le estamos crucificando de continuo cuando nuestras vidas no se ajustan a su divina voluntad.

El amor de Dios no se aprende en los libros ni en la naturaleza. Se aprende oyendo la voz de perdón desde el Calvario. El protomártir Esteban aprendió bien la lección cuando pudo imitar a su Maestro y Salvador frente a sus verdugos: cuando dice:

«Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les imputes este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió» (Hch. 7:60).

2. Cuando le dice, se supone al buen ladrón:

«Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso» (Lc. 23:43)

: he aquí un paraíso para un penitente, para un ladrón. Esa palabra de esperanza va dirigida a un rechazado de la sociedad. Posiblemente era éste uno de los ladrones de serias hazañas entre Jerusalén y Jericó. Pilato situó a Cristo entre dos clásicos ladrones. Siendo Jesús un revolucionario social se creyó oportuno situarlo entre dos ladrones del hampa. Uno de ellos censuró a Jesús por no salvarse a sí mismo. El otro vio la gloria de Dios en la cruz del centro y pidió gracia en el Reino celestial. En esta segunda palabra Jesús ofrece inmediatamente un paraíso. No es para después que se pase por un lugar que llaman purgatorio, sino para ahora mismo.

Siempre mostró Jesús profunda simpatía por los perdidos. En esta hora se ofrece un paraíso para un hombre que ha sido un estorbo a la sociedad. No fue ese ladrón el único hombre que Jesús ganara ese día. También ganó a un soldado romano. Si los ladrones y los soldados comprenden la sinceridad de nuestro testimonio, ellos estarán listos a aceptar al Salvador. Repetimos que ese paraíso no se propone para después, sino para ahora mismo. Ahora mismo usted que lee este mensaje puede ser salvo por esa misma obra expiatoria del Divino Redentor. Por esa palabra se nos apareja una patria celestial. «Porque los que esto dicen dan a entender que buscan una patria. Que si se acordaran de aquella de donde salieron, cierto tenían tiempo para volverse; empero deseaban lo mejor, es a saber, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos porque les había aparejado ciudad». (He. 11:14–16). Amigo mío, si usted no ha aceptado todavía a Jesucristo él le ofrece ahora mismo un lugar en su Reino desde el madero de la cruz.

3. Cuando dice:

«Mujer, he ahí tu hijo; hijo, he ahí tu madre» (Jn. 19:26, 27)

: esta es la palabra filial. Los evangélicos no adoramos a María; pero reconocemos su grandeza. Fue mujer escogida como vaso de Dios para concebir al Hijo. ¿Por qué Jesús dijo mujer, y no madre? Nuestro Señor el Dios hombre no puede renunciar a los afectos de su piadosa madre. Encarga a su discípulo amado la mujer que le llevó en su vientre y le dio protección cuando era niño. ¿Cómo es posible que amemos a los ajenos si somos duros e indiferentes con los nuestros? Desde el madero de la Cruz Jesús inició el «Día de las Madres». No puede ser buen cristiano quien tenga despego o indiferencia para la autora de sus días. Por la mente de Jesús pasan todas las ternuras y los recuerdos de aquella dulce mujer. Jesús no dice he ahí mi madre. La refiere a Juan porque Jesús es hombre y es Dios. Desde la cruz revela el amor del hijo; pero siente, ante todo, que él se debe al mundo. Con esta tercera palabra de Jesús se rubrica la integridad y la santidad del hogar cristiano. Jesús, siendo Dios, ama a usted tanto como a su propia madre de él. Acepte hoy esa palabra y ese amor.

4.

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mt. 27:45, 46)

: la cuarta palabra es un grito de desesperación. Todas las tinieblas de este mundo gravitan sobre el sublime Nazareno. Sus fuerzas ya agotadas no resisten la presión de la atmósfera que le rodea. Ya no puede llamar a Dios «Padre», sino «Dios». Esta palabra es un grito de desolación. Aquí como que la fe agoniza. Así vemos cómo los cristianos de hoy se preguntan a la hora de la prueba, ¿por qué Dios permitirá estas cosas? En esta palabra se manifiesta toda la humanidad de Jesús. Aquí se revela la flaqueza del hombre. En este instante pesa sobre el Crucificado todo el pecado del mundo. Esta palabra es una oración de agonía. Está recordando en su agonía la palabra de Dios, el Sal. 22. Cuando la duda nos sorprenda, nada mejor para fortalecernos que la oración. Cuando nos sea difícil orar, oremos más. Jesús manifiesta su valor en esta cuarta palabra, que es una oración. Los malvados podrán crucificar al hombre; pero jamás podrán crucificar la verdad, que es eterna.

5.

«Sed tengo» (Jn. 19:28, 29)

: esta palabra es breve y fácil de recordar. En el Calvario Jesús está en un tormento que tiene por resultado la sed. He aquí una agonía de sed. Sus heridas ante la luz y el calor del sol. Jesús no es un estoico. Por eso no es indiferente al dolor y a las necesidades humanas. El misterio del dolor es uno de los misterios más gran des de la vida. Jesús no es indiferente al misterio del dolor. La vida no tiene por propósito erradicar el dolor, sino enfrentarse a él con valor. Tenemos que mostrarnos fuertes frente al dolor. Abolir el dolor sería abolir la cruz de Cristo. El dolor es laboratorio del carácter. A veces la prueba y el dolor nos revelan mejor la presencia de Dios. El valor de Jesús ante la Cruz ganó al penitente para el Reino de Dios. Jesús nunca intentó explicar los dolores de este mundo. Explicó a los hombres cómo afrontarlos. Aquella hora sedienta sigue hoy su clamor. Jesús tiene ahora sed de almas, sed de justicia, sed de paz, sed de amor, sed de fraternidad, sed de unidad cristiana, y sed de una iglesia sin mancha y sin arruga; sed de un Reino eterno para los perdidos, y sed de consagración a su servicio.

6.

«Consumado es» (Jn. 9:30)

: en esta sexta palabra del Cristo se revela un propósito. Surge esta palabra como un ¡Ay! de alivio. Ya las tinieblas van pasando y se asoman en el horizonte rayos de luz y de esperanza. Aquí tenemos una exultante palabra de victoria, una declaración de triunfo definitivo. La obra está realizada, la ofrenda propiciatoria ha sido aceptada por el Padre. Ya hay confianza restaurada. Lo que hasta ahora parecía ser un fracaso se ha tornado en victoria. La redención está ya hecha. Esa palabra refleja toda un a vocación. Jesús ve la vida como una divina vocación, como un ministerio, como un servicio al mundo. Jesús tiene un propósito y un plan. Nuestra vida no puede ser ropa, zapatos, dinero, arroz o habichuelas. Debe ser más: un ministerio. Todo oficio debe estar rodeado de santidad. Nada debe ser secular. De otro modo, el cristianismo dejaría de ser sincero, y seria defectuoso. Toda vocación debe ser sagrada. Todo queda perfecto y consumado en los brazos de Jesús.

7.

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc. 23:46)

: consumada la obra, Jesús se despide ahora en paz. Él sabe a donde va… Tiene fe en el triunfo de lo espiritual. La séptima palabra es también una oración. Esa oración expresa calma y confianza en un Dios de poder. Es una oración de las Sagradas Escrituras: Sal. 31:5. No hay nada como la Biblia en nuestros momentos de prueba y dolor. Cítese  

«No se turbe vuestro corazón …Jn. 14:1–6.

etc. Hasta que convenzamos al mundo de que Dios es nuestro Padre, todo seguirá mal.

Dios está siempre a nuestro lado en los momentos angustiosos, y cuando el mundo se nos quiere caer encima. Si estamos preparados para expirar en espíritu de oración no hay por qué temer a la muerte. Hay que tener la costumbre de orar. La oración no es solamente para cuando vienen las pruebas. Jesús enseñó que es necesario orar siempre, y nunca desmayar. Jesús conocía su Biblia y el valor de la oración.

Conclusión:

No entendemos el mensaje de la cruz porque a veces decimos que no tenemos tiempo para leer la Biblia o para orar. Ese es un mal síntoma de muerte espiritual. Siempre dependió Jesús de las promesas del Padre. Esteban, el primer mártir del evangelismo, aprendió de Jesús esta lección de triunfo:

«Señor Jesús, recibe mi espíritu» (Hch. 7:59).

¿Te gustaría anunciar tu empresa aquí? Leer más

¿Qué opinas? Únete a la Discusión