La Parábola del Fariseo y el Publicano – Bosquejo

En la Biblia se encuentra una infinidad de parábolas en el libro de mateo, marcos y Lucas, y una de ellas es la del Fariseo y el Publicano aquí te explicaremos los detalles.

Cita Bíblica: Lucas 18:9–14

Introducción:

el fariseo y el publicano, parabola, biblia, juan

Muchas de las enseñanzas de nuestro Señor eran dirigidas contra los pecados del orgullo y la justicia propia. La clase de gente más culpable de estos pecados era la de los fariseos, a quienes el Señor se dirigió a menudo en su predicación. El habló esta parábola para aquellos que confiaban en su justicia propia y despreciaban a los demás. Los fariseos y los publicanos representaron a dos clases de personas que a su vez son exponentes de dos extremos opuestos de la sociedad. La clase de los fariseos representaba a la gente más respetable y religiosa de la sociedad de ese tiempo, mientras que, por otra parte, muchos de los publicanos eran gente de mala reputación. En esta parábola tenemos dos caracteres opuestos: el fariseo, ortodoxo en sus creencias, ceremonioso en las prácticas, y en todos los respectos satisfechos de sí mismo; y el publicano, que se consideraba un pecador ante Dios. Estos dos hombres fueron al Templo a orar, y de las oraciones de ambos tenemos valiosas lecciones que podemos aprender para nuestros días. La del fariseo nos sirve de advertencia, y la del publicano como ejemplo.

I.      La oración del fariseo

«El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo…». No hay duda de que era una oración que desde antes había repetido varias veces:

1. Era una oración autoengañosa:

a) Es extraño que este hombre ignorara el carácter de esta oración, pues resulta increíble que siquiera haya llegado a pronunciarla. Cada vez que la repetía se iba engañando más y más.

b) No deseaba magnificar la bondad de Dios, sino más bien exaltarse a sí mismo.

2. El orgullo era el principal ingrediente de la oración, de principio a fin:

a) Usaba una forma de dar gracias a Dios, pero era con un espíritu de auto congratulación.

b) Cualquier ejercicio religioso que hace que un hombre se encuentre satisfecho consigo mismo es engañoso.

3. La oración del fariseo era jactanciosa:

a) «… Ayuno dos veces a la semana…».

b) Probablemente era verdad que hacía las cosas que decía, pero ¿por qué se lo decía a Dios en voz alta en el templo?

c) La humildad le habría hecho callarse y no decir las cosas buenas que hacía.

d) Si jactarse es inadecuado, nunca lo es tanto como en ocasiones cuando los hombres le hablan a Dios.

4. La oración del fariseo era tristemente defectuosa:

a) Le faltaban todos los elementos principales de la oración.

b) No había confesión de pecado.

c) No había adoración a Dios por Su bondad.

d) Tampoco había ninguna petición de perdón y misericordia.

e) Que la oración del fariseo nos sirva como una advertencia contra el orgullo y la justicia propia.

II.      La oración del publicano

«Mas el cobrador de impuestos, de pie y a bastante distancia, no quería ni aun alzar los ojos al Cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador».

1. Su oración era la oración de un penitente:

a) Sintió y confesó el pecado.

b) El porte y la conducta del publicano eran una indicación de su humildad y actitud penitente: «… De pie y a bastante distancia, no quería ni aun alzar los ojos al Cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador».

c) Los pecadores deben de allegarse a Dios en el espíritu del publicano.

2. La oración del publicano era para pedir misericordia.

En la oración del fariseo no hay mención de ese atributo porque no había sentimiento de culpa, pero en el caso del publicano la misericordia era el principal ingrediente.

3. La oración del publicano fue ofrecida con fe.

Sin duda él tenía un conocimiento del carácter lleno de gracia de Dios, y cuando oró era en la fe de que Dios sería misericordioso para con él.

4. La oración del publicano era breve pero eficaz:

a) Sus palabras no fueron muchas, pero la bendición que obtuvo fue abundante.

b) No necesitamos imitar necesariamente la brevedad de la oración del publicano, pero sí el espíritu de la misma.

Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:

Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.

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