El Pecado Versus La Gracia de Dios – Bosquejo

El presente estudio de «El Pecado Versus La Gracia de Dios» nos aclara de manera contundente en qué consiste realmente el pecado. Pero gracias a la magnificencia de Dios encontramos que ya Dios había preparado una provisión para este mal, a nuestro Señor Jesucristo.

Tema: El pecado

Introducción: Definición de pecado.

Todos estamos familiarizados con los términos ‘pecado’ y ‘pecadores’. Con frecuencia hablamos del ‘pecado’ en el mundo, y de personas cometiendo ‘pecados’. Pero ¿qué es lo que queremos decir cuando usamos estos términos y estas frases? ¿Comprendemos lo que decimos? Mucho me temo que sobre este tema reina mucha confusión y mucha oscuridad. De una manera tan breve como pueda trataré de definir lo que es el pecado.

Comla maldad del hombre, pecado original, Adano se declara en una de nuestros artículos doctrinales, el pecado ‘es la culpa y corrupción de la naturaleza de cada hombre que desciende de Adán; y por la cual el hombre está muy lejos de la justicia original, y por propia naturaleza está inclinado al mal; de manera que la carne codicia continuamente contra el espíritu; por consiguiente, y en toda persona nacida en este mundo, el pecado merece la ira y condenación de Dios’. El pecado es, pues, aquel mal tan común y universal que aflige a toda la raza humana, sin distinción de rango, clase, nombre, nación, pueblo o lengua; es un mal del que sólo se libró por un hombre: el Señor Jesús.

A causa de la caída del hombre en el huerto del Edén engañados por Satanás, el hombre cayó de la posición privilegiada en que Dios lo había puesto, lleno de privilegios, dándole el mandato de que se señorease en toda la creación. Pero el hombre perdió todos lo bueno que Dios le había dado, hasta el punto que hasta la imagen que Dios le había dado se distorsionó a tal manera que afectó a toda la humanidad. Pero había una provisión y es la Gloria de Dios que había de venir a este mundo perdido en el pecado.

El pecado no está en Dios sino en los hombres

Texto base: Romanos 3:23  “Por cuanto todos pecaron,  y están destituidos de la gloria de Dios”

Romanos 5:12  “Por tanto,  como el pecado entró en el mundo por un hombre,  y por el pecado la muerte,  así la muerte pasó a todos los hombres,  por cuanto todos pecaron”

La causa del pecado no está en Dios sino en los hombres. Vean, pues, los que se atreven a imputar a Dios la causa de sus pecados, por qué decimos que los hombres son viciosos por naturaleza. Ellos obran perversamente al considerar la obra de Dios en su corrupción, cuando deberían buscarla en la naturaleza perfecta e incorrupta en la que Dios creó a Adán. No hay motivo para que alguno replique que Dios podía haber provisto mucho mejor a nuestra salvación, si hubiera prevenido la caída de Adán. Pues esta objeción, por una parte es abominable por su excesiva curiosidad y temeridad, Y por otra pertenece al misterio de la predestinación, del cual trataremos oportunamente.

Así pues, procuremos imputar siempre nuestra caída a la corrupción de nuestra naturaleza, y en modo alguno a la naturaleza con que Adán fue creado; y así no podemos acusar a Dios de que todo nuestro mal nos viene de Él.

  1. Dios hizo al hombre recto

Eclesiastés 7:29 He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.

Lamentable es que el hombre, a quien Dios hizo recto, haya hallado tantos caminos para volverse malo y desgraciado.

Ahora bien, está claro que reinó por el pecado; así que no podemos quejarnos más que de nosotros mismos, como lo hace notar con gran diligencia la Escritura; porque dice el Eclesiastés: (Ecl.7:29). Con esto se ve bien claro, que solamente al hombre ha de imputarse su caída, ya que por la bondad de Dios fue adornado de rectitud, pero por su locura y desvarío cayó en la vanidad.

Distinción entre  perversidad «de naturaleza» y perversidad «natural»

Decimos, pues, que el hombre se halla afectado de una corrupción natural, pero que esta corrupción no le viene de su naturaleza. Negamos que haya provenido de su naturaleza para demostrar que se trata más bien de una cualidad adventicia con una procedencia extraña, que no una propiedad sustancial innata. Sin embargo, la llamamos natural, para que nadie piense que se adquiere por una mala costumbre, pues nos domina a todos desde nuestro nacimiento. y no se trata de una opinión nuestra, pues por la misma razón el Apóstol dice que todos somos por naturaleza hijos de ira. 

Y él os dio vida a vosotros,  cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2  en los cuales anduvisteis en otro tiempo,  siguiendo la corriente de este mundo,  conforme al príncipe de la potestad del aire,  el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne,  haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos,  y éramos por naturaleza hijos de ira,  lo mismo que los demás. Efesios 2:1-3

¿Cómo iba a estar Dios airado con la más excelente de sus criaturas, cuando le complacen las más ínfimas e insignificantes? Es que Él está enojado, no con su obra, sino con la corrupción de la misma. Así pues, si se dice con razón que el hombre, por tener corrompida su naturaleza es naturalmente abominable a los ojos de Dios, con toda razón también podemos decir que es naturalmente malo y vicioso. Y san Agustín no duda en absoluto en llamar naturales a nuestros pecados a causa de nuestra naturaleza corrompida, pues necesariamente reinan en nuestra naturaleza cuando la gracia de Dios no está presente.

  1. El hombre se encuentra ahora despojado de su arbitrio, y miserablemente sometido a todo mal.

Isaías1:2-7  “Oíd,  cielos,  y escucha tú,  tierra;  porque habla Jehová: Crié hijos,  y los engrandecí,  y ellos se rebelaron contra mí. 3  El buey conoce a su dueño,  y el asno el pesebre de su señor;  Israel no entiende,  mi pueblo no tiene conocimiento. 4   ¡Oh gente pecadora,  pueblo cargado de maldad,  generación de malignos,  hijos depravados!  Dejaron a Jehová,  provocaron a ira al Santo de Israel,  se volvieron atrás. 5   ¿Por qué querréis ser castigados aún?   ¿Todavía os rebelaréis?  Toda cabeza está enferma,  y todo corazón doliente. 6  Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana,  sino herida,  hinchazón y podrida llaga;  no están curadas,  ni vendadas,  ni suavizadas con aceite. 7  Vuestra tierra está destruida,  vuestras ciudades puestas a fuego,  vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros,  y asolada como asolamiento de extraños”

Isaías significa “la salvación del Señor”; nombre muy apropiado para este profeta que habla tanto de Jesús el Salvador y su salvación.

El pueblo profesante de Dios no sabía o no consideraba que ellos debían su vida y su bienestar al cuidado y bondad paternal de Dios. ¿Cuántos descuidan en los asuntos de su alma? No considerar lo que sabemos de religión nos daña tanto como la ignorancia de lo que deberíamos saber.

La iniquidad era universal. Aquí hay una comparación tomada de un cuerpo doliente y enfermo. La enfermedad amenaza ser mortal. Desde la planta de los pies a la cabeza; desde el campesino más bajo al mayor de los nobles, no hay salud, ni buen principio, ni religión, porque esa es la salud del alma. Nada sino culpa y corrupción; los tristes efectos de la caída de Adán. Este pasaje declara la depravación total de la naturaleza humana. Mientras el pecado persista sin arrepentimiento, nada se hace para sanar tales heridas y evitar sus efectos fatales.

En esto encontramos el peligro del orgullo y la indolencia.

Después de haber visto que la tiranía del pecado, después de someter al primer hombre, no solamente consiguió el dominio sobre todo el género humano, sino que domina totalmente en el alma de cada hombre en particular, debemos considerar ahora si, después de haber caído en este cautiverio, hemos perdido toda la libertad que teníamos, o SI queda aún en nosotros algún indicio de la misma, y hasta dónde alcanza.

Pues cuando el hombre es privado de toda rectitud, luego toma de ello ocasión para la indolencia; porque cuando se dice al hombre que por sí mismo no puede hacer bien alguno, deja de aplicarse a conseguirlo, como si fuera algo que ya no tiene nada que ver con él. Y al contrario, no se le puede atribuir el menor mérito del mundo, pues al momento despoja a Dios de su propio honor y se infla de vana confianza y temeridad. Hay que enseñarle que no hay en él bien alguno y que está cercado por todas partes de miseria y necesidad y comprenda, sin embargo, que ha de tender al bien de que está privado y a la libertad de la que se halla despojado, y se despierte realmente de su torpeza más que si le hiciesen comprender que tenía la mayor virtud y poder para conseguirlo.

Pero Isaías habla de “la salvación del Señor” porque el hombre solo tiene una oportunidad de salir de ese estado y es glorificando a Dios con humildad.

Romanos 10:9-11  “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor,  y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,  serás salvo. 10  Porque con el corazón se cree para justicia,  pero con la boca se confiesa para salvación. 11  Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere,  no será avergonzado”.

Hay que glorificar a Dios con la humildad. No hay quien no vea cuán necesario es la humildad, o sea, despertar al hombre de su negligencia y torpeza. En cuanto a lo primero – demostrarle su miseria. Porque, si concedemos que no hay que quitar al hombre nada que sea suyo, también es evidente que es necesario despojarle de la gloria falsa y vana. Porque, si no le fue lícito al hombre gloriarse de sí mismo ni cuando estaba adornado, por la liberalidad de Dios, de dones y gracias tan excelentes, ¿hasta qué punto no debería ahora ser humillado, cuando por su ingratitud se ve rebajado a una extrema ignominia, al perder la excelencia que entonces tenía? En cuanto a aquel momento en que el hombre fue colocado en la cumbre de su honra, la Escritura todo lo que le permite atribuirse es decir que fue creado a la imagen de Dios, con lo cual da a entender que era rico y bienaventurado, no por sus propios bienes, sino por la participación que tenía de Dios. ¿Qué le queda pues, ahora, sino al verse privado y despojado de toda gloria, reconocer a Dios, a cuya liberalidad no pudo ser agradecido cuando estaba enriquecido con todos los dones de su gracia? y ya que no le glorificó reconociendo los dones que de Él recibió, que al menos ahora le glorifique confesando su propia indigencia.

Pero Dios en su inmenso amor y perdón, ya tenía prevista la salvación para este mundo pecador, por medio de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Romanos 3:20-25  Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él;  porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. 21  Pero ahora,  aparte de la ley,  se ha manifestado la justicia de Dios,  testificada por la ley y por los profetas; 22  la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo,  para todos los que creen en él.  Porque no hay diferencia, 23  por cuanto todos pecaron,  y están destituidos de la gloria de Dios, 24  siendo justificados gratuitamente por su gracia,  mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25  a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre,  para manifestar su justicia,  a causa de haber pasado por alto,  en su paciencia,  los pecados pasados.

Cristo nos enseña a glorificar al Padre tal como Él lo hizo en su encarnación, y nos promete vida eterna. 

Efesios 2:1-5,-9  “Y él os dio vida a vosotros,  cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2  en los cuales anduvisteis en otro tiempo,  siguiendo la corriente de este mundo,  conforme al príncipe de la potestad del aire,  el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3  entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne,  haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos,  y éramos por naturaleza hijos de ira,  lo mismo que los demás. 4  Pero Dios,  que es rico en misericordia,  por su gran amor con que nos amó, 5  aun estando nosotros muertos en pecados,  nos dio vida juntamente con Cristo  (por gracia sois salvos), 8  Porque por gracia sois salvos por medio de la fe;  y esto no de vosotros,  pues es don de Dios; 9  no por obras,  para que nadie se gloríe”.

Si usted se encuentra en esta situación y ha sentido que Dios le ha tocado su corazón, haga una pequeña oración invitando a Jesús que sea el Señor de su vida.

Por José Alberto Vega

http://www.iglesiareformada.com/Ryle_pecado.html

Institución de Juan Calvino p. 170

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