Santiago, Primer Pastor de Jerusalén – Bosquejo

santiago, cita biblica

Cita Bíblica: Santiago 1:19–27

INTRODUCCIÓN:

Los autores del Nuevo Testamento cuentan, generalmente, las historias de los más prominentes apóstoles como Pedro, Juan y Pablo, pero olvidan otros nombres de creyentes muy fieles, aunque de segunda fila, tras la muerte redentora de Jesús. Uno de los más conspicuos es Santiago, llamado el Menor, hijo de Alfeo o Cleofás (Mt. 10:2). La esposa de Cleofás era hermana de María, la madre de Jesús, y estuvo con ella al pie de la cruz hasta que enterraron al Señor. Como su hijo era primo de Jesús, el Evangelio lo menciona como uno de los hermanos del Señor, que, según Jn. 7, no creían en el mesianismo de su primo, carpintero de Nazaret. Sin embargo Jesús lo distinguió apareciéndosele después de resucitado, primeramente a solas, y posiblemente varias veces con los demás discípulos del Señor. ¿Por qué Jesús distinguió en aquella ocasión tanto a Pedro como a Santiago el Menor? Seguramente porque Jesús conocía los corazones y sabía que había en ambos una fe débil, pero auténtica, que necesitaba ser reforzada. Jesús siempre busca a las personas más necesitadas, y en este caso les hizo objeto de tal personal distinción.

1. Los judíos, cuando vieron perdida la esperanza que les hizo tramar un complot contra el apóstol Pablo—quien se hallaba ya en Cesarea, camino de Roma—, admiraron al jefe cristiano más importante, de tipo judaizante (Gá. 1:19; 2:12), que quedó en Jerusalén de la escapada a Pella. Por no haber roto con el judaísmo, antes bien ser un cristiano fiel aunque de tipo judaizante, tenía Santiago el Menor mucha fama en todo el pueblo judío de Jerusalén. Sabemos, según nos cuenta el historiador Josefo, que un cierto número de cristianos, atendiendo la recomendación de Jesucristo (Mt. 24:16–25), huyeron de Jerusalén a Pella al otro lado del Jordán. Éstos eran sin duda los pobres, en favor de los cuales el apóstol Pablo recibió ofrendas de los gentiles. Su pobreza probablemente derivaba de haber vendido sus posesiones en los días de Bernabé (Hch. 2:43–47) y los ricos que quedaron en Jerusalén fueron probablemente aquellos que les compraron sus haciendas, y a estos ricos es a quienes el apóstol Santiago (llamado el Menor) exhortó con palabras duras acerca de la pobreza que vendría sobre ellos (Stg. 5:1–5) y esto era verdaderamente una profecía del hambre que sufrirían los judíos que quedaron en Jerusalén a causa del asedio que tuvo lugar por Vespasiano y Tito. Esto es lo que nos dice el historiador Josefo, que se había adherido a los romanos con las siguientes palabras:

Esta calamidad vino entre los judíos como venganza de Jacobo el justo, quien era hermano de Jesús, llamado el Cristo, porque a pesar de ser un varón extremadamente justo, le dieron muerte. E inmediatamente Vespasiano asedió Jerusalén.

2. ¿Cómo sucedió esto? Otro historiador, llamado Hegesipo, da detalles de esta alevosa muerte. Estos judíos ricos y muchos otros no creyentes que quedaron en Jerusalén, conociendo la fama que tenía Santiago el Menor de ser un hombre justo, quisieron que hiciera una declaración acerca de Jesús de Nazaret, a quien los judíos creyentes se atrevían a proclamar como Hijo de Dios, que tenía que venir en gloria a reinar sobre todo el mundo. Por esto procuraron conseguir de Santiago una retractación de la fe cristiana y, llevándole al pináculo de la muralla de Jerusalén, dijéronle:

Infórmanos desde allí a gran voz acerca de Jesucristo, ya que tantos de nosotros de todo el pueblo conocemos que tú eres justo, así que persuade a la multitud para que no yerre acerca de Cristo, puesto que hoy es el día de la Pascua, y es conveniente que todo el pueblo de judíos y prosélitos oiga tus palabras. Explícanos cuál es el propósito de Jesús, pues todo el pueblo está engañado acerca de aquel Jesús que fue crucificado por Pilato.

3. Entonces, él contestó con voz potente: «¿Por qué me interrogáis acerca del Hijo del Hombre? Es bien cierto que él está sentado a la diestra del poder y vendrá pronto sobre las nubes del Cielo». De entre la multitud, muchos estuvieron de parte de Jacobo, diciendo: «¡Hosanna al Hijo de David!» Entonces los escribas y fariseos se dijeron: «Hemos actuado erróneamente al procurar un testimonio tan grande en contra de Jesús de Nazaret, pero subamos y arrojemos a este discípulo suyo, para que las gentes se confundan y no crean en él» y, dándole un empujón, lo echaron abajo, y continuaron diciendo: «apedreemos a Jacobo el justo», pues no había muerto al ser arrojado, pero él, hincándose de rodillas, dijo: «Señor, Dios Padre, te lo suplico, perdónales porque no saben lo que hacen». Mientras le apedreaban, un sacerdote de los hijos de Recab (uno de los cristianos fieles que quedaban en Jerusalén), rompiendo a gritos, dijo: «Deteneos, ¿qué hacéis? Jacobo el justo está orando a Dios, pidiendo por nosotros. Y cierto hombre que era batanero de oficio y se hallaba abajo, golpeó al justo con el mazo con que solía batir las prendas. Los cristianos entonces que quedaban en Jerusalén le enterraron al lado del templo y levantaron una columna que todavía se conserva (naturalmente, en los días de estos historiadores).

CONCLUSIÓN:

Santiago el Menor, además de pastor en Jerusalén, era un profeta revolucionario, pues como Joel se dirigía al pueblo de judíos y prosélitos no como el sucesor ni hermano del Señor, sino como proclamador de algo que sucedió poco después. Como Esteban fue valiente hasta el último momento de su vida, y su espíritu fue, sin duda, a vivir con Cristo, lo cual es mucho mejor. No sabemos cómo la carta de Santiago llegó a manos de los cristianos esparcidos por todo el mundo en los siglos II y III, pero por su estilo tan práctico y piadoso pronto se dieron cuenta de que era palabra inspirada del Señor y empezaron a leerlo juntamente con los Evangelios y las epístolas de Pablo para su enseñanza y meditación espiritual, y tales enseñanzas son igualmente un estímulo y lección práctica para los cristianos de todos los siglos, aun para nuestros días (véase Stg. 5:8–11).

Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:

Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.

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