Virtudes Morales de José, El Esposo de María – Bosquejo

Cita Bíblica: Mateo 11:16–26

INTRODUCCIÓN:

josé, esposo de maria, jose y maria sobre un burro hacia belen¿Quién era realmente José? La Iglesia Católica lo presenta como un hombre adulto, carpintero de Nazaret, prometido en matrimonio con una jovencita de 15 ó 16 años. Pero creo que esta descripción es imaginativa y sólo ha sido usada para apoyar la idea de que José era un viudo y los hermanos de Jesús no eran sino hermanastros. Citan en apoyo de esta idea el hecho de que no se habla de él durante el ministerio de Jesús, lo que hace creer que había fallecido. Pero esta historia nos parece inverosímil a los cristianos evangélicos y más bien creemos que José era un joven a quien Dios llamó en relativa temprana edad para que Jesús, como hermano mayor de la familia, tomara la responsabilidad y fuera ejemplo de que Dios es primero que todas nuestras ocupaciones por muy importantes que sean. Bajo este punto de vista José es un ejemplo vivo para todos los jóvenes, y en este sentido es que vamos a considerarlo en este bosquejo, pues la historia en los Evangelios revela importantes virtudes para la juventud.

1. Era justo: lo primero que destaca el Evangelio es esta preciosa cualidad (Mt. 1:19), que incluye muchas otras. Sabemos que a los ojos de Dios nadie es perfectamente justo, como dice Pablo en Ro. 3:10. Sin embargo, Dios en su misericordia aplica este nombre a las personas que hacen todo lo posible para amarle y servirle con la mayor fidelidad posible, tales como Job, Samuel, Elías, Cornelio, etc., y sabemos que Dios tiene su complacencia en tal clase de personas.

En el libro de Proverbios, que es el libro de los jóvenes, se nos asegura que Dios ama y escucha la oración de los justos (Pr. 15:29). José era un hombre que tenía en cuenta los preceptos de Dios plasmados en el Antiguo Testamento. Los tenía especialmente acerca de su futuro y naturalmente anhelado matrimonio con la jovencita María, una joven también muy piadosa. Cuando oyó que estaba embarazada, tuvo sin duda un tremendo disgusto, pues según la Ley sólo tenía tres recursos:

a) Denunciarla: lo que habría traído un juicio ante los ancianos de Nazaret sobre un tema muy oscuro, pues estaba seguro de que su amada María no le acusaría como autor de lo que no había existido, pero ella quedaría en muy mala posición como fornicaria, obligada a casarse con otro hombre, o bien a ser apedreada si era considerada culpable.

b) Recibirla: esto sería faltar a la verdad, lo que no podía hacer delante de Dios pagar una multa y admitirla con infamia. Los judíos tenían una tradición moral muy estricta, mucho más que nuestros abuelos católicorromanos, en cambio hoy día muchos se glorían de sus relaciones prematrimoniales. ¿Por qué no se lo preguntó a María? Temía herirla y peor aún, oír una confesión de culpa. ¿Qué pensaba, pues, hacer el justo José?

c) Abandonarla: huir en este caso significaría que todas las maldiciones caerían sobre él, aunque no quedara aclarado el misterio. Esto nos lleva a otra cualidad de José y es que:

2. No era rencoroso: parecía lo más probable que María fuera adúltera, y si él no la aceptaba, tendría que ser apedreada (Dt. 22:20, 21). José prefería hacerse un desterrado para que ella fuese compadecida y renunciaba a todos los derechos que le daba la Ley, ya que todas las apariencias estaban contra ella y a favor suyo. ¿Por qué decidió lo peor para él sin tratar de aclarar las cosas? ¿Por qué no procurar que el supuesto hombre que le había dado el mayor disgusto de su vida sufriera las consecuencias? Porque José no era rencoroso, sino grande de corazón. Con frecuencia aun los cristianos somos inducidos a aclarar las cosas cuando resultamos perjudicados, sin considerar las consecuencias que pueden afectar a otro. En muchos casos es preferible dejar el juicio a Dios que tomar la justicia por nuestra mano. José supo cumplir el precepto: «No os venguéis vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira de Dios» (Ro. 12:19, 20).

3. Era reflexivo: lo que a veces es bastante difícil para los jóvenes. Estaba indeciso y no se apresuraba, pues el texto dice: «Pensando en esto…» Un proverbio muy sabio dice: «La prisa engendra las nueve décimas partes de nuestras equivocaciones» y un versículo de la Palabra de Dios lo confirma: «El que creyere no se apresure» (Is. 28:16). Seguramente José estaba cumpliendo lo que dice el Sal. 37:5, en su caso era lo más difícil, porque era lo que menos le convenía.

4. El sueño providencial: el mensaje angélico era lo más inverosímil, inducía a muchas dudas, pero José tenía otra gran cualidad: era un gran creyente. Posiblemente de alguna manera indirecta lo preguntó a la propia María y ella le explicó el caso de la anunciación y así vino a creer sin vacilación alguna el hecho inverosímil. Dios quiere que creamos cosas inverosímiles. Su amor manifestado en Cristo, la esperanza del Cielo, la resurrección, son cosas realmente extraordinarias y que muchos ponen en duda, pero los cristianos no las consideramos imposibles para Dios y nuestra experiencia es confirmada por miles que han experimentado cambios imposibles de explicar sin una intervención sobrenatural.

«Bienaventurada la que creyó»—fue dicho a María—y ¿no podría decirse también de José? ¡Oh sí, qué privilegio se habría dejado perder si no hubiese creído: ser un desterrado voluntario en lugar de venir a ser el elegido de Dios protector del Mesías!

5. El desengaño del ministerio de Jesús: es seguro que José como buen judío creía que Jesús iba a ser coronado Mesías durante su vida. ¡Qué día glorioso sería aquel! Pero la vida de Jesucristo resultó ser al revés de lo que probablemente José esperaba, y ¡cuántas veces es también así en nuestras vidas, nos forjamos ilusiones que no se cumplen! Es cierto que tanto José como María tenían el secreto de la anunciación, pero el mundo de sus días se habría burlado si ellos lo hubieran revelado, y así es con nosotros los creyentes, tenemos un secreto, pero es un secreto de fe. Cada mártir de todos los siglos ha sido alguna persona que tenía un secreto incomprendido por sus perseguidores, no era una terquedad. Cada uno podía decir como hiciera el apóstol Pablo: «Yo sé en quién he creído…» «No mirando las cosas que se ven, sino las que no se ven». ¿Sabemos mirar nosotros a las cosas que no se ven?

6. La vida del bienaventurado José fue una vida de planes frustrados:

a) En su matrimonio: sus planes de celebrar una espléndida boda en Nazaret fueron cambiados notoriamente.

b) El nacimiento del niño: probablemente el industrioso artesano había preparado un hogar y una cuna para recibir al futuro rey de Israel. Pero pasó un heraldo imperial y en vez de nacer el niño en su hogar de Nazaret tuvo que verlo acostado en un pesebre.

c) Otro plan frustrado fue el de la educación del niño… Según el evangelista Mateo, parece que José estaba empeñado en permanecer en Belén distante tan sólo unos pocos kilómetros de Jerusalén, pero fue advertido de nuevo que volviera a Nazaret.

Pero como siempre, Dios nos ayuda aun en nuestras contrariedades, pudo ver en la ofrenda de los magos una ayuda para su largo viaje a Egipto y luego para su establecimiento definitivo en Nazaret. Así, en lugar de verle educado en las grandes escuelas rabínicas de Jerusalén, tuvo que verle en una pequeña escuela de Nazaret, donde según la costumbre judía, los niños se sentaban en el suelo alrededor del maestro. Sin embargo, pudo percibirse a los 12 años de que el niño era más inteligente y conocedor de las cosas espirituales que los más afamados rabinos de Jerusalén. ¡Cuántas veces nuestra vida es una alternativa de desengaños y bendiciones!

d) El desengaño fatal para José, su propia muerte: no lo dice el Evangelio pero lo da a entender, porque José nunca es nombrado durante el ministerio público de Jesús, sino sus hermanos y madre. José se pone enfermo y aquel que a tantos enfermos curó durante su ministerio, no curó a su propio padre y éste tuvo que ver acercarse la muerte, pensando que no vería el reinado eterno de aquel niño que había nacido para ser el Mesías y Rey de Israel.

CONCLUSIÓN:

José se hallaba seguramente con los espíritus de todos los fieles de los antiguos tiempos en el Hades, esperando la redención, cuando un día vio entrar en el lugar de los muertos un espíritu superior a todos los que hasta entonces habían llegado. Era el espíritu de Aquel que acababa de morir en la cruz, pero iba acompañado ya del primer redimido, el ladrón que le aceptó como Mesías. Y tras ello, ¿qué diremos? Nos es imposible describir la segunda parte de lo que ocurrió en la Casa del Padre, la Jerusalén Celestial, el día de la Ascensión. No trataremos de imaginar cosas que ignoramos, como han hecho los catolicorromanos con María, pero es seguro que José—que bien podemos considerar como tipo de nuestras vidas cristianas—se halla al lado Aquel en quien él creyó, a pesar de las apariencias… que su espíritu comparte de algún modo, rodeado de gloria y esplendo, esta gloriosa sorpresa.

Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:

Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.

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