Vivir y Andar con Dios – Bosquejo para Sermones

«Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios» (Gn. 5:24).

Introducción:

En este pasaje, encontramos el primer relato de una persona que vivió y anduvo con Dios todos los días de su vida. Su vida fue muy diferente de la vida que muchos llamados cristianos quieren llevar, o mejor dicho llevan; pues algunas veces quieren andar con Dios y al mismo tiempo con el mundo. Es decir, quieren tener un pie en los caminos del mundo y otro en los caminos de Cristo. Son muchas las causas que se interponen entre los buenos deseos de andar y vivir con Dios; entre éstas están: Satanás, la carne y el mundo. Cuántas personas que saben lo hermoso que es andar y vivir con Dios, prefieren perder todo por seguir el mundo y sus falsos encantos. Pablo con suma tristeza decía de su joven colaborador en el Evangelio, Demas: «Porque Demas me ha desamparado»; en otras palabras más claras: «Me ha dejado porque ama a sus amigos del mundo más que a sus amigos cristianos». Muchos no queremos andar y vivir con Dios aunque sabemos que esto es lo mejor, porque nos encontramos apegados, engreídos a las cosas de la Tierra, y engolfados en las pocas o muchas riquezas que hemos podido adquirir. ¿Quién fue Enoc, el héroe de nuestra historia? ¿Qué significa su nombre? Fue el padre de Mathusalem, aquel venerable varón que tiene el campeonato universal de larga vida, según Gn. 5:27, que a la letra dice: «Fueron, pues, los días de Mathusalem, novecientos sesenta y nueve años, y murió». El nombre de Enoc, ¿qué significa? Este nombre significa dedicado, y su significado está de acuerdo con su vida de piedad, de santidad, de consagración a Dios. Enoc, a pesar de que vivió en un ambiente de incredulidad, impiedad y perversidad, pudo mantenerse fiel y andar y vivir con Dios; y ello le valió para que al fin de su jornada fuera llevado por Dios, sin ver muerte. Como sin ver muerte el profeta Elías fue trasladado al Cielo en un carro de fuego. Ahora pasemos a considerar algunos de los requisitos que hay que llenar, si queremos vivir y andar con Dios.

1. Estar vivos: en otras palabras, que estemos regenerados, que se haya efectuado en nosotros ese cambio de vida que se llama «nuevo nacimiento», usando como medio la palabra de Dios y sien do su autor el Espíritu Santo. A esto el apóstol Pablo, por el Espíritu Santo, le llama: nueva criatura. Con razón, la Escritura dice a los cristianos también:

Jesús saliendo de la tumba, vivir y andar con Dios, Jesús resucito«Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo» (Ef. 5:14). Vivimos en una época en que estamos dormidos para las cosas espirituales y celestiales; pero muy despiertos para las cosas materiales y del mundo. Son millón es los que duermen espiritualmente; con razón dice uno de nuestros poetas: «No son muertos los que en dulce calma, reposan en la tumba fría: muertos son los que tienen muerta el alma, y viven todavía». Si queremos vivir y andar con Dios estemos despiertos para las cosas del alma, y vivos para las cosas eternas: para los intereses de arriba. Si andáis con Dios buscad las cosas de arriba, donde está Cristo nuestro hermano mayor y maestro maravilloso. Hay un dicho popular que encierra una gran verdad: «Pescado que se duerme se lo lleva la corriente». No durmamos espiritualmente, porque si lo hacemos, corremos el peligro de que nos lleve la corriente mundanal, como pasó con los demás, el compañero de Pablo.

2. Ser activos: si queremos andar y vivir con Dios, debemos ser activos en la obra del Señor. En el trabajo del Maestro no hay lugar para los inactivos o perezosos Todo miembro de nuestro cuerpo que no se usa se atrofia y llega a ser inútil. El agua que corre por valles y ríos lleva a la tierra vida y alegría; pero la que se estanca, se corrompe y malea la tierra. En cualquiera empresa y fábrica, cuando hay un «reajuste» los primeros que lo experimentan son los inactivos y perezosos. Si eso pasa en las cosas seculares, con mucha más razón en las cosas espirituales. Oigamos lo que dice la Escritura: «Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Mas porque eres tibio y no frío, ni caliente, te vomitaré de mi boca» (Ap. 3:15, 16). Pablo, dirigiéndose a los romanos, les da una buena receta, y con ellos a nosotros, cuando dice: «En el cuidado no perezosos, ardientes en espíritu, sirviendo al Señor»; y le agregamos nosotros: andando con Dios.

3. Estar de acuerdo con Dios: si queremos vivir y andar con Dios, debemos estar de acuerdo con Él y obedecer su voluntad divina. Dios no nos obliga a que hagamos su voluntad: él desea que la hagamos, pero no nos va a coger del cuello, y decirnos: «Ahora por la fuerza has de hacer esto o aquello». En la vida podemos hacer tres voluntades: la de Dios, la del Diablo ó la nuestra. El Señor nos deja en entera libertad; pero si queremos andar y vivir con Dios debemos hacer la voluntad de Dios. Dice la Escritura: «¿Pueden caminar dos puntos si no están de acuerdo?». Hace 38 años que llevo mi dulce y suave yugo matrimonial en compañía de mi esposa. Cuando el juez me preguntó: «¿Desea recibir a la señorita Consuelo Domínguez como su esposa?», yo le contesté con un sonoro «sí»; en seguida igual pregunta se le hizo a ella, y ella dio igual contestación. Supongamos que alguno de los dos hubiera dicho «no», el matrimonio no se habría efectuado. Así pasa en la vida cristiana: la voluntad de cada hijo de Dios debe estar de acuerdo con la voluntad de él. Y ¿cuál es la voluntad de Dios? Allí la tenemos revelada en la Escritura: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna», y vivirá y andará eternamente con Dios.

Conclusión:

Nuestro texto dice en su parte final en relación con Enoc: «y desapareció, porque Dios le llevó». Querido amigo: algún día, tarde o temprano, tenemos que desaparecer de esta vida y alguien tiene que llevarnos. Si has vivido y andado con Dios, él te llevará al Cielo; pero si no, entonces el diablo te llevará al infierno eterno, cuyos sufrimientos no tendrán fin. Hoy puedes iniciar tu vida con Dios. Isaías dice: «Buscad a Dios mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto que está cercano». Por lo cual asegurarás tu felicidad aquí y en la eternidad.

Si usted ha sentido o cree que este sermón le ha tocado su corazón y quiere recibir a Jesucristo como su Salvador personal, solo tiene que hacer la siguiente oración:

Señor Jesús yo te recibo hoy como mi único y suficiente Salvador personal, creo que eres Dios que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día  Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador, Amen.

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