La Alabanza de la Gloria de su Gracia – Estudio Bíblico

La alabanza a Dios es la parte medular de la iglesia hacia su Creador, a ese Ser tan lleno de gracia y bondad, que es todo amor y perdón. Dios mismo nos da la muestra de como debemos de rendirle culto por medio de la alabanza de la gloria de su gracia.

A continuación veremos algunos casos de personajes bíblicos que nos muestras como estaban dispuestos a alabar a Dios como resultado de lo que Él ha hecho en nuestras vidas:

Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso: 3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, 8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en si mismo, 10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. 11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, 12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. 13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria. (Efesios 1:1,3-6,8-14)

Este pasaje bíblico nos hace pensar que en nuestra vida no solo estamos llamados a pronunciar alabanzas para Dios, sino a convertir todos nuestros actos en bendiciones, y a hacer de nuestras oraciones incienso y perfume ante el Señor.

Suba mi oración delante de ti como el incienso, El don de mis manos como la ofrenda de la tarde(Sal. 141,2)

Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos (Ap. 5,8).

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El hombre puede embelesarse en la meditación de los atributos de Dios: su esencia, su majestad, su poderío, sus perfecciones, o admirar las obras maravillosas que han salido de las manos creadoras, o apreciar las dádivas con que permanentemente nos colma.

Pero como las palabras del hombre son limitadas, és­te invita a toda la creación para que le acompañe en ala­bar al Creador, pueden ser los luceros del alba.

Los mares, los ríos y los montes: Brame el mar y su plenitud, El mundo y los que en él habitan; 8 Los ríos batan las manos, Los montes todos hagan regocijo (Sal. 98,7-8)

O pueden ser los ar­tistas con los más variados instrumentos musicales:

Alabad a Dios en su santuario; Alabadle en la magnificencia de su firmamento. 2 Alabadle por sus proezas; Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. 3 Alabadle a son de bocina;  Alabadle con salterio y arpa. 4 Alabadle con pandero y danza;  Alabadle con cuerdas y flautas. 5 Alabadle con címbalos resonantes; Alabadle con címbalos de júbilo. 6 Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya (Sal. 150)

O todos los pueblos que habitan en el planeta, quienes se unan en un gran concierto de alabanzas:

Pueblos todos, batid las manos; Aclamad a Dios con voz de júbilo. (Sal. 47,1) 

Alabar es unir nuestra voz a la de Jesucristo para bendecir al Padre:

En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. (Luc. 10,21)

Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. (Jn. 17,4).

Es engrande­cer el nombre divino como María:

Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador (Luc. 1,46-47).

Es imitar la alegría de Zacarías, Isabel o Simeón, cuando llenos del Espíritu Santo prorrumpieron en bendiciones a Dios.

Alabar es cantar las maravillas del Señor con los após­toles, el día de Pentecostés:

cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. (Hech. 2,11),

Es participar en la plegaria de Cornelio, cuando el Espíritu lo bautizó:

Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. (Hech. 10,46),

Es disponerse, como Pablo, a cantarle a Dios aunque sea media noche, y se tenga por cama el jergón de una cárcel:

Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. (Hech. 16,25).

La Iglesia es la Sociedad de la alabanza. Los cristianos han de ser expertos alabadores del Señor.

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