Análisis de Levítico Capitulo 19

Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.

Notamos que el segundo versículo del capítulo 19 empieza con un llamado a la santidad: «Santos seréis», y una justifica­ción categórica: «porque yo Jehová, vuestro Dios, soy santo».

La estructura de los mandatos en el Antiguo Testamento se caracteriza por el hecho de que los imperativos («sed santos») se basan en un indicativo («porque yo Jehová, vues­tro Dios, soy santo»). Este hecho no sólo proveyó a Israel de una poderosa y saludable motivación, sino también de un modelo. Así nació la imitación de Dios como una carac­terística fundamental de la ética bíblica. Jesús mismos indi­caría que la vida cristiana debe ser una imitación de Dios;

«Sed pues vosotros perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (Mt 5:48).

Cada uno temerá a su madre y a su padre, y mis días de reposo guardaréis. Yo Jehová vuestro Dios. No os volveréis a los ídolos, ni haréis para vosotros dioses de fundición. Yo Jehová vuestro Dios, (vv.3-4).

En el v.3a hallamos una referencia directa al quinto man­damiento. Es importante resaltar:

 «el puesto primero que ocupa el precepto sobre los padres. En los decálogos de Ex 20 y Dt 5 ocupa el primer puesto de la segunda tabla. Estos emplean el verbo kbd, que es honrar y sustentar; nuestro texto emplea vr’, que designa con frecuencia las relaciones con Dios. El lector tardío escucha espontáneamente que el respeto debido a los padres es semejante al respeto (o temor) debido a Dios.»

(Luis Alonso Schókel, Los Libros Sagrados. Pen­tateuco II Madrid: Ediciones Cristiandad, 1970, p.86).

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Los vv.3b-4 se refieren al cuarto (como el v.30), primer y segundo mandamientos. Todos ellos son preceptos sobre el culto exclusivo y recto al Señor.

Y cuando ofreciereis sacrificio de ofrenda de paz a Jehová, ofrecedlo de tal manera que seáis aceptos… (vv..5-8)

Los vv.5-8 indican cómo se ha de realizar la ofrenda de paz, regulando así, una vez más, el culto que el creyente le rinde al Señor.

Cuando siegues la mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón de ella, ni espigarás tu tierra segada. Y no rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y el extranjero lo dejarás. Yo Jehová vuestro Dios, (vv.9-10)

Estos versículos «quizás se remontan a una vieja costum­bre de carácter cúltico: las orillas se ofrecían a la divinidad del campo. En Israel el precepto adquiere un sentido social. Véase Dt 24:19 y la historia de Ruth» (Schókel, Ibid., p.87).

En otras palabras, aquí descubrimos el profundo interés que Dios tiene por los pobres y extranjeros. Una práctica que entre los paganos tenía un sentido exclusivamente ceremo­nial, entre los israelitas desborda el ámbito del culto, sin dejar por ello de ser profundamente espiritual, para manifestarse como un acto de solidaridad social con los desheredados de la tierra.

Hurtaréis y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro (v.11).

Aquí se repite el octavo mandamiento del decálogo y se añaden dos más subrayando su sentido comunitario: «el uno al otro».

Y no juraréis falsamente por mi nombre, profa­nando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.

En el v.12 se repite el tercer mandamiento, jurar falsa­mente, que es con frecuencia un acto cometido contra el prójimo.

No oprimiréis a tu prójimo, ni le robarás. No retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta la mañana (v.13).

Ahora se ilustra con circunstancias concretas (político- laborales) la violación del octavo mandamiento: explotación, expropiación y detención del salario (véase Dt 24:14; Jr 22:13; Mal 3:5).

No maldecirás al sordo, y delante del ciego no pondrás tropiezo, sino que tendrás temor de tu Dios. Yo Jehová.

En el v.14 se prohíbe abusar de quienes se hallan impedi­dos físicamente (sordo y ciego) y se apela al temor de Dios como motivación última. En otras palabras, la santidad se debe expresar en relaciones de amor y compasión hacia los necesitados. La piedad y respeto a Dios se manifiestan res­petando a quienes se hallan en situaciones desventajosas a causa de sus limitaciones físicas.

No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juz­garás a tu prójimo (v. 15).

Este versículo demanda un juicio imparcial de quienes están encargadas de administrar la justicia; ni la pobreza por un lado, ni la influencia (grandeza humana) deben afectar la práctica de la justicia.

No andarás chismeando entre tu pueblo. No aten­tarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová. (v.16)

Aquí se muestra una vez más la dimensión comunitaria de los chismes y falsos testimonios; Son un atentado contra la vida del prójimo. Santiago hará una exposición magistral en su carta (cap.3) de la gravedad de los pecados de la lengua.

No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; ra­zonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová. (vv. 17-18)

En este texto se muestra el carácter interno y espiritual de la Ley; Esta no sólo regula los actos del ser humano sino también sus pasiones y sentimientos (como también lo indica el décimo mandamiento: «no codiciarás»). Intuición que Jesús usará en su exposición de la Ley en Mateo 5, sobre todo al hablar del adulterio y del homicidio. El pecado no tiene que ver únicamente con actos, se manifiesta ya en los pensamien­tos y pasiones.

El mandamiento «amarás a tu prójimo» (v.18) se repite en el v.33b, aunque allí el objeto del amor es el «extranjero». Este hecho es muy significativo ya que abre el horizonte del texto para incluir al extranjero, al gentil o pagano, en la definición del «prójimo».

Además, en el contexto más amplio de la Ley, el man­damiento de amar al prójimo se da en estrecha relación con el hecho de que Israel ha sido amado por Dios y que por ello debe practicar el amor al prójimo (ver Ex 20:2; Lv 19:1 y Dt 5:1-5 entre muchos pasajes). Israel es llamado a imitar a Dios. Por ello, la Torá:

Es una instrucción jurídica de tono parenético (o de exhortación). El suyo es un lenguaje del co­razón y de la conciencia, y no del derecho… Quienes aquí hablan saben que un derecho del pueblo no puede alcanzar su finalidad si se queda solamente en una ordenación impuesta y admi­tida a la fuerza, sin apoyarse en el asentimiento interior de los miembros del pueblo» (Walter Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento, 1975,p.82).

El término «amor» tiene un «carácter comunitario», lo cual está bien ilustrado en toda la legislación de Éxodo-Deuteronomio. En este cuerpo legislativo se dan muchos ejemplos concretos (como el de Levítico 19) que son tanto de una naturaleza positiva como negativa (por ejemplo, Ex 22:21; 23:4-5,9; Lv 6:1-6; Dt 22:1-3,21; 7:9; 10:14-22). De hecho, la máxima preocupación de la legislación social es la de pro­teger, promover y a veces despertar un sentido de herman­dad.

Mis estatutos guardarás. No harás ayuntar tu ga­nado con animales de otra especia; tu campo no sembrarás con mezcla de semillas, y no te pondrás vestidos con mezcla de hilos, (v.18)

En el v.19 se dan indicaciones precisas en cuanto a las actividades agropecuarias (tales como la cría de ganado y la siembra del campo) y a los hábitos de vestido. Aunque los mandatos pueden parecemos extraños y sin sentido, sin embargo la intención última de éstos, al demandar cierto orden, es que el israelita entienda que no hay actividad de la vida que pueda ser ajena a la voluntad de Dios. En todo su pensar y actuar, en todas las áreas de la vida, el creyente hade vivir para agradar a Dios. Como lo dirá Pablo muchos siglos después: «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Co 10:31).

Si un hombre yaciere con una mujer que fuere sierva desposada con alguno, y no estuviere res­catada, si le hubiere sido dada libertad, ambos serán azotados; no morirán, por cuanto ella no es libre…

Los vv.20-22 señalan una actitud favorable hacia la es­clava, que en otras circunstancias se consideraba propiedad total del amo, sin derechos ni protección legal alguna. La dignidad y valor de la mujer son vindicados.

Y cuando entréis en la tierra, y plantéis toda clase de árboles frutales, consideraréis como incircunciso lo primero de su fruto; tres años os será incircunciso; su fruto no se comerá. Yal cuarto año todo su fruto será consagrado en alabanzas a Jehová. Mas al quinto año comeréis el fruto de él, para que os haga crecer su fruto. Yo Jehová vues­tro Dios, (vv.23-25)

Las leyes de los vv.23-25 implican «el cuidado de los recursos naturales, controles de su explotación, y el recono­cimiento de que todo pertenece a Dios» (nota al pie de página de Lv 19:23 en la Santa Biblia con notas, concordancia y mapas de Editorial Caribe, 1980, p.138).

No comeréis cosa alguna con sangre. (v.26a)

En esta parte se prohíbe comer sangre, tema ampliamente considerado en Lv 17. Aquí, el aspecto cúltico-sacrificial es la razón fundamental.

No seréis agoreros ni adivinos… No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los con­sultéis, contaminándoos con ellos. Yo Jehová vuestro Dios. (vv.26b, 31)

Estos versículos condenan las prácticas ocultistas y mági­cas como fuentes de revelación e iluminación para las diver­sas circunstancias de la vida. Como lo señala Dt 18 la palabra profética debe bastar como guía para el pueblo de Dios.

No haréis tonsura en vuestras cabezas, ni dañaréis la punta de vuestra barba. Y no haréis rasguños en vuestro cuerpo por un muerto, ni imprimiréis en vosotros señal alguna. Yo Jehová.

En los vv.27-28 se prohíben ritos fúnebres supersticiosos propios de los pueblos del oriente antiguo. Aún ante la muerte, el creyente ha de obedecer al Señor.

No contaminarás a tu hija haciéndola fornicar, para que no se prostituya 1a tierra y se llene de maldad, (v.29)

Aquí se hace referencia a un acto moral con dimensiones religiosas. Prohíbe la prostitución, probablemente sacra, co­mún en muchos pueblos de la antigüedad (Dt 23:18).

Delante de las canas te levantarás, y honrarás al rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová. (v.32)

Este mandato se puede considerar como una ampliación del quinto mandamiento («honrarás a tu padre y a tu madre”) ahora aplicado a los ancianos. «El anciano ocupa en la comu­nidad un puesto parecido al del padre en la familia. Anciani­dad es bendición de Dios y sabiduría humana» (Schokel, 1970, p.89). Como en el caso de los sordos y ciegos en el v.14, el cumplimiento de esta ordenanza es una muestra del temor a Dios. Respetar al anciano es respetar a Dios.

En algunos países que se glorían de su alto grado de civilización, los ancianos han llegado a ser parte de los mar­ginados de la sociedad, y son arrumbados en los asilos. Así, sus hijos y nietos se privan de la bendición de enriquecerse de la sabiduría que los ancianos han adquirido a lo largo de su vida y que podrían transmitirles en el medio cómodo e informal del hogar. Esta es otra dimensión práctica de la santidad.

Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios. (vv. 33-34)

De nuevo encontramos en la Torá un énfasis muy marcado en el amor que se debe a quienes de una manera especial son vulnerables ante las injusticias de sus semejantes, a aquellos contra quienes otros pecan, es decir, las viudas, los huér­fanos, los pobres y los extranjeros. Por ello, no es accidental que cuando en el v.34 se repite el mandato de amar al prójimo, se pone como objeto de dicho amor al «extranjero», ya que los israelitas se pueden identificar con él y con su situación desventajosa «porque extranjeros fuisteis en la tie­rra de Egipto».

Se debe destacar que en todas estas leyes el aspecto legal está íntimamente relacionado con el aspecto moral y re­ligioso. Como dice Eichrodt:

Aflora aquí algo que desde el principio fue carac­terística específica de la ley israelita; la estrecha conexión del precepto jurídico con la exhortación moral que traspasa toda la ley formal y exige frente a los miembros del pueblo abandonados y necesitados una actitud fraterna que ninguna ley puede garantizar. Lv 19 nos ofrece esta «ley fun­damental de ética social de la religión de Yahvé»… como expresión de la fuerza normativa que arran­ca de la dinámica universalista y aglutinante del amor (Eichrodt, Ibid., p.85).

De ahí que resulte desafiante el neto sentido realista y concreto de la Ley de Dios. Más que dar instrucciones cos­mopolitas y abstractas sobre al amor hacia todos los seres humanos (propias del pensamiento griego), la ley se enfoca y limita concretamente en el «prójimo», en la persona que vive cerca de mí, en mi vecino. Tal concreción, que bien puede verse como una limitación, es en realidad un punto fuerte de la Ley.

Esta limitación se debe ante todo al neto sentido realista del derecho del pueblo que impulsa a orientar la responsabilidad social hacia el campo de la situación concreta del israelita que vive en medio de su pueblo, dejando de lado cualquier tipo de planteamiento de proyección cosmopolita (Eichrodt, íbid., p.86).

No hagáis injusticia en juicio, en medida de tierra, en peso ni en otra medida. Balanzas justas, pesas justas, y medidas justas tendréis. Yo Jehová vues­tro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto. (vv.35- 36)

Los vv.35-36a concluyen con estatutos encaminados a nor­mar las prácticas comerciales que, como toda actividad hu­mana, han de estar regidas por un serio sentido de justicia y equidad. La motivación para ello radica en el hecho de que quien lo manda es el Dios que los ha liberado de la esclavitud.

La práctica de la santidad, de la verdadera espiritualidad, en todas sus dimensiones, es ineludible para quienes han experimentado la salvación de Dios.

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