Si por escuchar solo entendemos captar con nuestros oídos el sonido de las palabras, entonces nunca podremos escuchar a Dios, pues El no es hombre, como nosotros, y sus modos de comunicarse son diversos de los que nosotros usamos.
Quizá aludiendo a que Dios no usa, para darnos a conocer sus designios, un sonido vocal como el nuestro, algunos autores hablan del “Silencio de Dios”.
Así escribe J.M. Cabodevilla:
Oh Dios, ¿por qué no me hablas? ¿No te importa nada? Llevas tanto tiempo callado, que cuando comiences a hablar, en el momento en que pronuncies media sílaba, mis oídos quedarán atronados. Dios calla, y su silencio no es rumoroso como el de la noche, es compacto y absoluto como el de una pared.
El Padre García Herreros, en alguno de sus Minutos de Dios, se expresa así:
Dios mío… ¿por qué no nos hablas? ¿Por qué siempre estás callado? Todo habla menos Tú… Callas a todo lo que nosotros te decimos. No das respuestas a nuestras preguntas. Tú no dices nada de nuestras obras, de nuestras acciones, de nuestros buenos empeños. No dices nada de nuestras maldades… Casi pudiéramos pensar que no nos oyes.
Esa es una visión, según la cual Dios ve, oye, sabe todo y calla. Esas palabras son bellas, pero solo aluden a un aspecto de la lucha y de la búsqueda del hombre, o a esa experiencia de los místicos, llamada “noche interior”, en donde los creyentes habituados a los consuelos de Dios, se encuentran de repente como desprotegidos y abandonados, y llegan a vivir en la angustiosa expectativa del amado a quien llaman aunque El parece callarse.
Esta es una idea equivocada de que Dios no habla, no parece lógico que si nos escucha, nos ve, nos guía, nos protege, nos tiende su mano, si inclina su oído a hacia nosotros, ¿como es posible que no nos pueda responder? Si nosotros esperamos una voz audible como lo puede hacer un ser humano, creo que nunca lo vamos a escuchar, porque Él no necesita una aparato de fonación al igual que nosotros, pero debemos de estar seguros de que si nos habla y de muchas maneras.
Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (Hebreos 1:1-2)
Además si Dios no hablara nunca se hubiera escrito la Biblia.
La Escritura invoca a Dios y le interpela a que hable. El salmista dice a Yahvé:
Tú lo has visto, oh Jehová; no calles; Señor, no te alejes de mí. (Sal. 35:22).
“¡A ti clamaré, oh Jehová. Roca mía, no te desentiendas de mí, Para que no sea yo, dejándome tú, Semejante a los que descienden al sepulcro. (Sal. 28:1).
Cuando el salmista menciona estas palabras está hablando en un sentido figurado, pero si podemos asegurar de que Dios si habla.
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