Introducción
Cuando decimos que Dios habla por medio de las criaturas, afirmamos que a través de ellas podemos conocer al Hacedor.
San Pablo enseña que lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras:
Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Romanos 1:20
Sería bueno leer por ejemplo el Salmo 104 (103), o las bellísimas descripciones que traen los capítulos 38 y 39 del libro de Job y por supuesto los dos primeros Capítulos del Génesis.
Bendice, alma mía, a Jehová.
Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido;
Te has vestido de gloria y de magnificencia.
El que se cubre de luz como de vestidura,
Que extiende los cielos como una cortina,
Que establece sus aposentos entre las aguas,
El que pone las nubes por su carroza,
El que anda sobre las alas del viento;
El que hace a los vientos sus mensajeros,
Y a las flamas de fuego sus ministros.
El fundó la tierra sobre sus cimientos;
No será jamás removida… (Salmos 104)
Hay personas que se extasían ante la bella naturaleza, ante el mar que se mueve incesantemente, ante la nieve, ante las montañas, ante la selva o el desierto, ante los amaneceres y los crepúsculos, ante los ríos o las estrellas. También los seres vivos pueden despertar nuestra admiración: las aves, los insectos, las flores, el hombre…
Lo más importante
Pero lo importante no es admirar a esos seres, sino remontarse hasta quien los hizo: si tan bellas son las criaturas, que apenas son reflejos del Creador, ¿cómo será nuestro Dios?
Es importante descubrir en cada ser creado una presencia de Dios y una expresión de su amor por el hombre pues las cosas las dio El para que el hombre estuviese alegre y satisfecho y en ellas encontrase alimento, vestido, plenitud. Contemplar la naturaleza con los ojos de la fe, es alabar al Señor por el hermoso sol que nos ilumina, por el agua que nos refresca, por el fuego chisporroteante que nos calienta, por las aves y los peces ágiles en su elemento y deleitosos al paladar, por los frutos de la tierra, buenos para comer y apetecibles a la vista (Gen. 6). Nuestra alabanza versará sobre la creación y sobre lo que de ella se deriva. Como dice una canción:
“Al crear la vaca, Dios hizo la leche, hizo el dulce de leche. Todo lo hizo bien”.
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