Sobre la «Encarnación de Cristo» existen Otras Verdades Concretas sobre su encarnación.
La tentación Cristo encarnado
Para que tuviera lugar la tentación tenía que ser sobre la base que Dios no puede ser tentado, ni que Él tienta a nadie. Entonces para que se pudiera dar este hecho tan importante en la teología, podemos decir que la tentación de Cristo tuvo que ser en su humanidad, no en su divinidad.
I. Existen tres factores fundamentales en la tentación de Cristo.
Como una introducción especial para el estudio de este complicado tema sobre la tentación de Cristo, hay tres aspectos claves a considerar. Y son: 1) El significado de la palabra que del original se toma como tentar; 2) Como Dios puede ser tentado; y 3) cómo fue realmente la tentación de Cristo. Solo pudo llevarse a cabo en la esfera de su humanidad y no en la esfera de su Deidad.
l. La palabra “tentar” aparece alrededor de 50 veces en la Biblia, y tiene la idea de probar o someter a prueba alguien. Realmente tiene dos significados: el de probar con el propósito de fortalecer la virtud, y el de solicitar que se practique el mal. De esta última clase de tentación se puede decir que no puede proceder de Dios, sino que tiene que ser del propio Satanás y sus servidores, pues es el trabajo de ellos.
Santiago nos afirma con respecto a este tema cuando dice:
«Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido» (Santiago.1:13, 14).
En lo que respecta a la primera clase -cuando nos referimos a la prueba con el propósito de fortalecer la virtud- un buen ejemplo lo vemos en el caso de Abraham cuando ofreció a Isaac en ofrenda a Dios. Por ser una prueba tuvo que venir el mandato directamente del cielo, y reconoció que no había nada en Abraham que necesitara corrección. Termina con estas palabras:
«…ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único» (Génesis. 22: 12).
Para que el cristiano esté consciente de su salvación se le ordena que se pruebe a sí mismo para que descubra si está en fe. Sus pruebas deben basarse en el hecho de que Cristo está en él (2 Corintios. 13:5). En el Padre Nuestro se le pide a Dios que nos libre del mal de la dureza de corazón y de la infidelidad. Con respecto al apóstol Pablo sobre su espina que tenía en la carne se convirtió en una prueba que no podía quitársele. El escribió sobre esto:
«Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio; y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús» (Gálatas. 4: 13, 14).
Santiago también escribió:
«Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman» (Santiago 1:2, 12).
Cristo, de igual modo, nos dice que la tribulación es una hora de prueba que ha de venir sobre el mundo entero y de la cual será librada la Iglesia (Ap. 3: 10). Los cristianos se encuentran ahora mismo en diversas pruebas, las cuales les engendran aflicciones (1 P. 1:6), y sin embargo, la tentación no puede ser más grande que la que los cristianos puedan soportar con la ayuda de Dios. Sobre este particular leemos:
«No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar» (1 Corintios. 10: 13).
Al igual que los santos del antiguo tiempo fueron probados (Comparar. Hebreos 11:37).
2. La Biblia menciona por lo menos unas 27 veces que Dios puede ser probado. Se dice que Dios ha sido probado pero no de la forma en que nosotros podemos ser probados. Los textos bíblicos no se refieren exactamente a los mismo que a nosotros. Pero todas éstas deben considerarse a la luz de la verdad de que Dios no puede ser tentado a hacer el mal y de que El no tienta tampoco a ningún hombre (Stg. 1:13-15). Estas pruebas a la Divinidad se extienden a cada una de las tres Personas de la bendita Trinidad. Cuando se quería imponer la ley mosaica sobre los creyentes en Cristo, se nos dice del Padre: «Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” (Hch. 15: 1 0). Para aquellos que, tal vez por ignorancia, enseñan que el sistema de Moisés es regla de vida para el creyente perfeccionado en Cristo, la advertencia de esta Escritura debiera ser efectiva. No hay elementos de Piedad en el hecho de imponer el sistema mosaico sobre la Iglesia; por lo contrario, es peligroso y es una terrible provocación contra Dios. Es significativo que, de todas las maldades en las cuales pudieran caer los cristianos por descuido, éste es el único crimen contra Dios que se menciona, mediante el cual los creyentes en Cristo lo prueban. Así también, el Espíritu puede ser probado. En esta clase de prueba hay cierta similitud con la anterior, pues sólo hay un hecho que se registra como prueba para el Espíritu. Esta prueba está constituida
La tentación del Cristo encarnado por una falsedad pronunciada por dos cristianos primitivos, y Pedro declaró que dicha falsedad era contra el Espíritu Santo. Está escrito:
«Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar el Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido» (Hch.5:8-1 0).
Hay más pasajes escriturarios que se refieren a la tentación de Cristo el Hijo de Dios -comparar. Lc. 4:1-13; He. 2:18; 4:15. La discusión de estos pasajes la dejamos para la siguiente sección.
3. En cuanto a Cristo si de verdad fue tentado, conste, debemos de hacer énfasis que no pudo ser tentado en su divinidad, sino en su humanidad. Nos referíamos a la verdad de que Cristo siendo Dios, no podía ser tentado a hacer lo malo. Concerniente a las relaciones de las dos naturalezas de nuestro Señor. Hay un consenso general de que, si Cristo hubiera pecado, la caída hubiera surgido totalmente de su naturaleza humana; pero en toda esta discusión con respecto a su impecabilidad, muy a menudo se pasa por alto la verdad de que Cristo fue absolutamente libre de la naturaleza de pecado y de todo lo que pueda generar el pecado.
Algunos teólogos y filósofos paganos han basado sus especulaciones en el reconocimiento de las limitaciones del hombre caído. Por supuesto que Cristo fue Hombre pero no caído, pues Él es el único que pudo representar la verdadera imagen de Dios, pues nació sin pecado y solo él pudo mantenerse libre de pecado, todo lo contrario a nosotros que somos seres caídos y que estamos siendo restaurados por Él. Se arguye que ningún hombre está libre de pecado y, puesto que Cristo fue hombre, El fue tentado a hacer el mal en la misma forma como los demás hombres. El obispo Martensen, en un discurso sobre el problema de la relación personal de Cristo con el pecado, escribe:
«El hecho de que el segundo Adán experimentó toda clase de tentaciones -seducciones a pecar, amenazas y torturas de cuerpo y de mente- debe explicarse sobre la base, no solamente de su libertad moral, ni de la calidad de progreso que había en su naturaleza, sino combinando estos dos factores. Las proposiciones potuit non peccare, es decir, era posible que El no pecara, y non potuit peccare, esto es, era imposible que El pecara, en vez de ser distintas o estar en contraste, puede decirse que se incluyen y se presuponen la una a la otra. La primera, que significa que la impecabilidad fue solamente una posibilidad para Cristo, implica que El experimentó la tentación como un poder real; porque, aunque le vino de afuera, si no era simplemente una simulación, tenía que estimular algún sentimiento correspondiente dentro de El, por medio del cual solamente El hubiera podido realmente ser tentado. Y como el contraste entre lo cósmico y lo sagrado -lo natural y lo espiritual- era necesario en el segundo Adán para poder tener una doble influencia sobre la voluntad -ya que el segundo Adán no puede considerarse monotelita, lo cual, en efecto, sería considerarlo monofisista, pero bi-telita- el mismo principio que hizo posible la caída del primer Adán tiene que haber estado activo en El. La posibilidad de pecado existió en el segundo Adán; pero esta posibilidad nunca se volvió activa, nunca se convirtió en realidad. La garantía de esto no fue la fuerza de la virtud de la inocencia, la cual se hace incierta y dudosa con la sola idea de la tentación, y la cual depende de la prueba; ni en la fuerza de la naturaleza divina en tanto que ella es distinta de la naturaleza humana, ni de la humana en tanto que es distinta de la divina; sino en virtud de la unión indisoluble de las dos naturalezas en El; ese vínculo que realmente hubiera podido someterse a grandes tensiones y ser sacudido aparentemente hasta lo sumo y hasta el mayor contraste de las dos naturalezas, pero que no podía romperse nunca. Esto es lo que se expresa en la segunda proposición: non potuit peccare, a saber, era imposible que El pecara.
Aunque la tentación misma y el conflicto contra ella no fueron solamente aparentes, sino reales y severamente formales, el resultado no hubiera podido ser nunca dudoso, pues el vínculo entre la naturaleza divina y la humana, que hubiera podido ser riguroso en la criatura, era indisoluble en El, que es ei Mediador entre el Padre y todas las criaturas. Este lazo sólo puede romperse cuando la relación de lo divino y lo humano es solamente relativa o representativa, pero nunca cuando es esencial y modelo como lo es en el caso de Cristo, en quien estaban comprendidas todas las determinaciones del Padre desde antes de la creación del mundo.»- Christian Dogmatics. págs. 284, 285.
El Dr. Martensen, como muchos teólogos prominentes, mantiene en esta declaración una consideración muy alta para la Persona del Dios Hombre; pero implica que Cristo sufrió aquellas tentaciones que corresponden a la naturaleza caída. Aún más, Cristo no hubiera podido poseer la naturaleza pecaminosa sin haber participado de la caída, puesto que tal naturaleza no corresponde a la humanidad no caída. Naturalmente, los únicos ejemplos de esta forma de existencia humana son el de Adán antes de la caída y el de Cristo. Si Cristo mismo hubiera sido un Ser caído, no hubiera podido ser el Pariente no implicado que redime, como se exigía. Tal vez en este punto, algunos no caen en la cuenta de que la obra salvadora de Cristo se extiende tanto a la naturaleza de pecado de aquellos que salva como a sus transgresiones individuales. Si el mismo Cristo hubiera sido un Hombre caído, hubiera necesitado ser salvo, y no hubiera podido salvarse a Sí mismo ni a otros. Por otra parte, si El no fue un ser caído, sino el Dios Hombre en su Ser, entonces no tuvo incitaciones a hacer el mal de aquellas que surgen de la naturaleza pecaminosa. De El se predica la santidad divina intrínseca (Le. 1:35). Ya lo hemos afirmado en páginas anteriores y lo repetimos aquí: Cristo fue impecable según se expresa en la preposición latina non potuit peccare; es decir, era imposible que El pecara. Lo que crea la duda en muchas mentes devotas es el hecho de que, tal como se ilustra por medio de Adán, un ser humano no caído puede pecar. Lo que es verdaderamente trágico, en este sentido, es que no se reconozca que el primer Adán estuvo sin apoyo en la hora de la prueba, mientras que el último Adán, aunque también poseyó la naturaleza humana no caída -como bien lo afirma el Dr. Martensen- por causa de «la unión indisoluble de la naturaleza divina con la humana», era incapaz de hacer lo que, de otro modo, hubiera hecho, si su naturaleza humana hubiera actuado independientemente; pero esta desunión de las dos naturalezas no podía ocurrir jamás Y el caso de Adán difiere aun de el de cualquier hombre caído. Mientras el hombre caído es absolutamente inclinado al pecado, tanto el Adán no caído como la humanidad de Cristo no tenían ese ímpetu hacia el pecado. El Adán no caído hubiera podido evadir fácilmente la acción que realizó.
Puesto que este lazo de unión que ata las dos naturalezas de Cristo -porque El es una sola Persona- es tan completo, la humanidad de Cristo no podía pecar. Si su humanidad pecara, pecaría Dios. Cuando se reconoce la absoluta Deidad de Cristo, no hay lógica que sea más inexorable que ésta. Aunque la humanidad no caída que carecía de apoyo podía pecar, la Persona del Dios Hombre, aunque en ella se incorpora la naturaleza humana no caída, es incapaz de pecar. El argumento que sostiene que Cristo pudo haber pecado, pero no pecó, es completamente diferente de aquel que afirma que Cristo no podía pecar. El primer argumento, o niega la Deidad de Cristo o deshonra a Dios con la aseveración calumniosa de que el mismo Dios es capaz de pecar. Otra vez tenemos que declarar que los rasgos humanos de Cristo que no envuelven asuntos morales no pudieran presentarse como prueba libremente. Con ciertas reservas se pudiera admitir la idea de que El fue a la vez omnipotente e impotente, ominisciente e ignorante, infinito y finito, ilimitado y limitado; pero no pudiera concederse jamás que El fue a la vez pecable e impecable. No hay elementos que deshonren a Dios en la debilidad humana, ni en el dolor humano, ni en el hambre humana, ni en la sed humana, ni en las limitaciones humanas, con respecto a las diversas capacidades humanas; hasta la muerte pudiera admitirse, si tal muerte la sufre por otros y no por Sí mismo. De lo anterior se puede deducir que cualquier clase de pruebas que le haya venido a Cristo no era tal que hallara su expresión en su naturaleza pecaminosa ni a través de ella. Sin embargo, El fue probado y tentado, y no cometió pecado. En cuanto al hombre caído, sus tentaciones pueden surgir del mundo, de la carne o del diablo; pero la prueba que sirve para desarrollar y establecer la virtud procede usualmente de Dios. El mundo no tiene derechos sobre Aquel que pudo decir: «… tampoco yo soy del mundo» (Jn. 17: 14, 16), y la carne, que fue concebida como naturaleza caída, tampoco estaba latente en el Hijo de Dios. El dijo con respecto a Satanás: «…viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí» (Jn. 14: 30). Así como es imposible atacar a una ciudad inconquistable, así es imposible asaltar a la persona que es Dios Hombre y que es impecable. Cristo fue tentado, no para probar su impecabilidad para Sí mismo o para el Padre, sino a favor de todos los que han sido llamados a confiar en El. Así como Dios puede ser tentado, así Cristo podía ser tentado. Está escrito: «Por qué me tentáis, hipócritas?” (Mt. 22: 18; comp. Mr. 12: 15; Le. 20:23; Jn. 8:6). Los siguientes son los principales pasajes que se refieren a la tentación de Cristo: Lucas 4:1-13 (comp. Mt. 4:1-11; Mr. 1:12, 13). «Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre. Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí a esta piedra que se convierta en pan. Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda la palabra de Dios. Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy.
Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos. Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden; y, En las manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios. Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.»
Al entrar en la investigación de los tres pasajes que relatan las tentaciones de Cristo, el de Lucas y otros dos, es bueno recordar las verdades de que estas tentaciones estaban fuera del rango de aquellos factores de la vida humana que eran resultado de la caída, y que estas tentaciones fueron dirigidas solamente a su humanidad. La triforme tentación de Cristo que nos narra la porción citada indica el hecho de su tentación, y lo que está envuelto en ese hecho es la relación dentro de El de sus dos naturalezas, su relación con el Padre y su relación con el Espíritu. Hay también una revelación definida de su relación con Satanás. Los tres Evangelios sinópticos declaran que, después del bautismo, Cristo fue llevado por el Espíritu al desierto, y que allá fue tentado y probado por Satanás. El relato afirma que, durante la tentación, Satanás llevó a Cristo tanto a las altas montañas como al pináculo del Templo. Posteriormente tendremos que considerar por qué fue tentado así Cristo. El punto que nos interesa aquí es el hecho de que Cristo, absolutamente sometido al Espíritu Santo, fue conducido a propósito a la esfera del poder de Satanás. El por qué de dicha tentación puede ser un problema que está muy lejos de la comprensión humana. Sería un verdadero descuido no notar que aquí, como en otras situaciones en la vida terrenal de Cristo, hay aspectos que corresponden al reino de la relación que existe entre Dios y los espíritus angélicos, con respecto a la cual los seres humanos no tienen otro conocimiento que no sea el que procede de algunos indicios que revela la Biblia. El relato de esta tentación -el cual es inmensurable en sus alcances- podemos dividirlo en dos partes: 1) La relación de Cristo con el Espíritu Santo, y 2) la tentación de la humanidad de Cristo por parte de Satanás.
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