Lo más Intimo de Dios Mismo – Estudio

Cita Bíblica: Juan 1:1-18

El Espíritu nos presenta a Cristo, como lo más íntimo de Dios mismo, el uni­génito Hijo en el seno del Padre. Nos certifica que todas “las cosas fueron hechas por El y sin el nada de lo que ha sido hecho fue hecho (v. 3). “El es la imagen del Dios invisible… y todas las cosas en El subsisten» (Colosenses 1:15,17). La Apocalipsis le llama: El Todopoderoso.

Es necesario pararse en lo que el Espíritu nos revela de Aquel a quien el Padre ha puesto como nuestro Salvador. Debemos tener muy claro en quien depositamos nues­tra confianza. Porque no hay nadie más sublime e íntimo para el Padre, que Su unigénito Hijo, Jesucristo; por tanto nuestra fe en El nunca se puede sentir frustrada. Él es Todopoderoso para hacer en nosotros la voluntad del Padre, y es el íntimo de Dios para manifestar en nosotros mismos el amor del Padre.

Él es la Vida…

y “la Luz verdadera que alumbra a todo hombre” (v. 9).

Este es el testimonio de Dios, el que tiene al Hijo tiene la vida. ¿Qué le ha pasado al hombre para preferir las tinieblas a la Luz, la muerte en delitos y pecados a la vida íntima con el Hijo en Dios? Es el misterio de la iniquidad que le encadenó al pecado de su carne. Le cegó de tal manera que fue incapaz de reconocer a su Hacedor, ya que está escrito: “En el mundo estaba, y el mundo por Él fue hecho; pero el mundo no le conoció” (v. 10).

Dios, lo más intimo, Biblia

El Hacedor no se desentiende de su obra, de su mundo hecho por Él, pero el mundo sí se desentiende de su Hacedor. Es un completo desconocido para el mundo. “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (v. 11). Incluso, dentro de ese mundo, el pue­blo de Israel, como su pueblo elegido, tampoco le recibió.

Este mundo que tan dado es a aplaudir a sus líderes, no se entera, no recibe al Rey de reyes, Hacedor de todo cuanto existe y sin Él nada subsiste. El hombre es tan dado a ver la vanagloria de sí mismo, que no ve la gloria de su Hacedor que le rodea.

La Palabra de Dios nos dice que unos pocos le recibieron. ¿Y cómo le recibieron? Creyendo en Él por Su Palabra. Le aceptaron como su único Salvador de todos sus pecados y miserias. Y “Él les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (v. 12).

Él es el único que da esa potestad, ese poder ser hijos de Dios. No lo consigues por­que seas de sangre real o noble, como muchos titulan su propia sangre. Ni porque sacrifiques tu carne con penitencias y disciplinas, y hagas más noble tu propia carne. Ni por tu voluntad ni por voluntad de otros, que te dicen: si haces esto y lo otro eres hijo de Dios.

Los hijos de Dios son engendrados de Dios (v. 13)…

Ni la sangre, ni la carne, ni la voluntad de varón hace hijos de Dios. Por tanto mien­ten, quienes dicen que todos somos hijos de Dios. Todos somos criaturas de Dios, pero sólo son hijos de Dios, los que son engendrados de Dios por la fe en Su Hijo, Jesucristo. Si no recibes a Cristo como tu único y perfecto Salvador, con qué potestad te llamas hijo de Dios.

Recibe primero a Cristo, y después verás que en ti se ha realizado ese nacer de Dios. No serás tú, entonces, el que te titules hijo de Dios, sino que el Espíritu mismo da tes­timonio a tu espíritu, de que eres hijo de Dios,… y también heredero de Dios y cohe­redero con Cristo (Romanos 8:16-17).

( Tendrás tú derecho alguno por tu sangre, por lo que hagas en tu carne o por tu pro­pia voluntad a ser heredero de Dios y coheredero con Cristo? No te engañes a ti mismo ni te dejes engañar, por los que te animan a poner tu confianza en las buenas obras de tu propia carne para ser heredero de Dios.

La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios” (1 Corintios 15:50).

Por eso el apóstol Pablo afirma:

“Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del I lijo de Dios, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).

Si no vives en la fe del Hijo de Dios, jamás vivirá Cristo en ti y tampoco serás hijo de Dios, ni heredero de Dios.

Nadie se puede llamar cristiano de verdad, si Cristo no vive en él. Cristo dice:

“Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). “El que permanece en Mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).

Nadie puede llevar frutos para vida eterna, si Cristo no está en él; nada puedes hacer que sea grato ante el Dios Eterno, si no permaneces en Cristo.

“De su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (v. 16).

Tú nada puedes ofrecer a Dios, sino recibir con corazón contrito y humillado la ofren­da que Cristo ha hecho por ti al Padre: «Porque de Su plenitud tomamos todos, y gra­cia sobre gracia”. No hay ninguna otra persona por medio de la cual puedas obtener gracia alguna ante Dios. Ni por ti mismo, ni por sacerdotes, ni por “santos” ni vírge­nes. Sólo Cristo es la fuente de la vida de la cual tu puedes beber hasta saciarte. Sólo Él calma tu sed. Todos los demás son cisternas secas, charcas de espejismos huma­nos, que sólo sirven para ocultar la fuente de agua Viva, Cristo, “de su plenitud toma­mos todos, y gracia sobre gracia”.

Aquellos que no toman de la plenitud de Cristo toda gracia, pretenden adornar sus propias fuentes con el cumplimiento de la ley. Pero esa ley fue para un tiempo, “antes que viniese la fe” (Gálatas 3:23).

“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (v. 17).

Es un error funesto tener a los hombres bajo la ley, como si no estuviésemos en el tiempo de la gracia. “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo” (Gálatas 2:16).

La “gracia y la verdad” vinieron por medio de Jesucristo, y no hay ningún otro media­dor o mediadora de la gracia que sea conforme a la verdad de Dios. Las palabras, “gracia y verdad”, están unidas a Jesucristo por voluntad del Padre Eterno. Y nadie que una, gracia y verdad, a otras personas, aunque se llamen vírgenes y santos, esta­rá de acuerdo con la verdad de Jesucristo.

El hombre por la fe en Cristo recibe la gracia del perdón de todos sus pecados, penas y miserias, y la vida eterna; pero jamás será mediador de la gracia para otros. Porque sólo de la plenitud de Cristo tomamos todos, y gracia sobre gracia (v. 16).

Vista la actitud de la Iglesia Católica, parece que no tiene suficiente con la plenitud de Cristo para toda gracia, ya que recurren a María y la proclaman medianera de todas las gracias, cayendo así en total contradicción con la Palabra de Dios. Entiendo que se apoyan en razonamientos filosóficos, pero estos razonamientos llevan a sus fieles a la idolatría, y a apartarse de la plenitud de la gracia de Cristo.

“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer” (v. 18).

Cristo es el único que conoce la voluntad del Padre para con nosotros y todos sus pro­pósitos respecto de nosotros. Todo aquel que contradiga, lo que Cristo nos ha revela­do del Padre y de Su salvación por la fe, está suplantando a Cristo.

Nos quieren demostrar que su fantasía y razonamiento es más de fiar que, lo que el unigénito Hijo vio y convivió en el seno del Padre. Por eso Cristo nos dice: lo que sé eso os hablo, y lo que he visto, éso os testifico (Juan 3:11).

Hay muchos que sin saber, porque nunca estuvieron en la intimidad de Dios; y sin haber visto, porque jamás vieron a Dios ni recibieron su amor, sin embargo quieren que recibamos su testimonio. ¿No es esto lo que hacen muchos líderes religiosos e incluso iglesias, en especial la iglesia papal?

¿Qué garantía nos ofrece el líder o el Papa, que habla desde la tierra acerca de Dios y su Plan de salvación, cuando contradicen la Palabra del Unigénito Hijo de Dios que vio y convivió en el seno del Padre?

¿Qué puede añadir o quitar el Papa, de lo que nos ha dado a conocer Cristo, que “está en el seno del Padre”?

¿No es una pura fantasía religiosa y humana hablar como infalible, de lo que no vio ni conoció? Y máxime cuando esas afirmaciones niegan lo que Cristo afirma haber visto y conocido, y que confirma Su Palabra.

Todo esto nos lleva a recapitular diciendo que sin Cristo el hombre nada puede saber ni conocer de Dios. Y sin Cristo no puede salvarse. Cristo es la Luz verdadera que alumbra a todo hombre que cree en Él. Estad firmes en la fe y la Luz de Cristo os alumbrará.

Ni mundo, ni el que es del mundo, recibirá a Cristo. Un día ese mundo llevará el cas­tigo de su desprecio al que tiene todo poder en los cielos y en la tierra. Y nosotros, los que le recibimos, seremos manifestados con Él en gloria (Colosenses 3:4).

Mientras ese día llega, permanezcamos por la fe en Cristo, para recibir de su plenitud, día tras día, gracia sobre gracia, sin apartarnos de este Camino de Santidad, porque en Él por torpe que seas no te extraviarás (Isaías 35:8).

Cristo es el camino a la casa del Padre, Él ha ido a preparar lugar para nosotros (Juan 12:2).

¿Te gustaría anunciar tu empresa aquí? Leer más

¿Qué opinas? Únete a la Discusión