Aunque Dios está presente en toda la creación, de manera especial se ocupa del hombre. El tiene sus delicias en estar con los hijos de los hombres (Prov. 8,31). Su mirada sigue los pasos de los humanos, sus oídos escuchan los pensamientos que brotan de nuestras mentes y su corazón palpita de amor por nosotros.
Las páginas de la Biblia repiten constantemente esta enseñanza.
Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, Y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Salmo 139:1-4
El libro de los Proverbios nos recuerda que:
El Seol y el Abadón están delante de Jehová; ¡Cuánto más los corazones de los hombres! (Prov. 15:11)
Y el profeta Jeremías define al Señor como:
Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. Jer. 17:10
Muchas afirmaciones que el Antiguo Testamento hace respecto a Jehová, el Nuevo Testamento las aplica a Jesús.
Así leemos que Jesús:
Y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. Jn. 2:25
y en el Libro del Apocalipsis el Hijo de Dios se autopresenta como:
Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras. Ap. 2:23
De modo que el Padre y su Hijo están siempre presentes a nuestra mente, no para vigilar policíacamente cuanto pensamos o maquinamos, sino porque nos aman y porque nos llaman cada día a un más alto destino. San Pablo nos lo recuerda al escribir:
Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. Ef. 1:4
Si Dios vive presente a la creación material y también a la mente del hombre, ¿qué significado puede tener la expresión “ponerse en presencia de Dios”? ¿Podremos nosotros ausentarnos de Dios, distraernos de Él, alejarnos de manera que ya la luz de su mirada no nos ilumine ni su corazón nos ame? San Agustín decía, que “¡estar en la presencia de Dios, es estar donde El ve!”. Y luego se preguntaba: “¿pero en dónde no ve?”.
Dios lo ve todo y lo sabe todo, hasta de lo que nosotros no podemos imaginar, pues lo cubre todo.
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