Nueva Creación y Salvación – Estudio

Cuando Isaías va describiendo el retorno a Canaán y las condiciones de la tierra restaurada, comienza a pintar un cuadro idílico que al fin sobrepasa cualquier realidad históri­ca. Dios «cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Yahvé» (Edén restaurado), donde nacerán salvación y justicia (51.3, 6-8).

«Abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad. Las fieras del campo me honrarán» (43.19-20).

Este pasaje, en toda una armazón de pensamiento isaiano de éxodo y creación, parece referirse en primer término al retomo del exilio, pero a la vez abre nuevas perspectivas que van tomando proporciones escatológicas para anunciar «cosas nuevas».

«La luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol siete veces mayor… el día que vendare Yahvé la herida de su pueblo» (30.26; ver también Ez. 34.25; Am. 9.13-15; Mi. 4.1-4; Jl. 3.18; Os. 2.18, 21s.).

Todo eso no fue simplemente el delirio de un exiliado frustrado: fueron los primeros destellos de la visión escatológica del mundo nuevo. Algunos pasajes hacen explícito que las futuras glorias seguirán a la culminación del mundo actual (51.6-8; cf. 24.1-5, 17-23; 34.2-10). Significativamente estos pasajes representan el fin del mundo como una «des-crea- ción», un deshacer la obra de Génesis 1 paso a paso, al revés. Lo nuevo que Dios está anunciando será una «recreación» superior a la obra anterior de Dios. El profeta parece darse cuenta de que ha sobrepasado los parámetros de «las cosas primeras», de las realidades ya existentes, para comenzar a vislumbrar un orden cualitativamente nuevo aún no imagina­do. Así como Dios había anunciado por anticipado las cosas viejas, y se cumplieron, ahora está anunciando cosas nuevas que también se cumplirán.

creación, salvación, luz, resplandor, nueva

Gerhard von Rad destaca la radicalidad de esta visión: Isaías, Jeremías y Ezequiel, «combatieron sin tregua todas las ideas procedentes del pasado, todas las tendencias restauradoras y las esperanzas revisionistas. Estos profe­tas hablaron de la ‘nueva realidad’ que Yahvé iba a crear», que vendría a abrogar la vieja profesión de fe (1972:120 , 160). Con eso el profeta «atentó contra el ‘credo originario’ de Israel», llamándolo a «arrojar toda su existen­cia en el futuro obrar salvífico» de Dios (1973:309, 339; cf. Driver 1991:172-174). Con fuerza explosiva, esta visión hace pedazos la existencia anterior y abre el camino hacia lo nuevo de Dios, según von Rad.

El apogeo de esta visión profética llega en los capítulos finales de Isaías. Isaías 65.16b-25, gloria indiscutible de la literatura profética, comienza con el ya conocido contraste entre «lo primero» y «las cosas nuevas». Un cuádruple llamado al olvido rodea el triunfante anuncio de la nueva creación.

16b: Las angustias primeras serán olvidadas (1),

16c: y serán cubiertas de mis ojos (2).

17a: Porque he aquí yo crearé nuevos cielos y nueva tierra (anuncio de nueva creación);

17b: y de lo primero no habrá memoria (3),

17c: ni más vendrá al pensamiento (4).

Mensajes anteriores también habían exhortado a los des­consolados desterrados a dejar su obsesiva mirada al pasado y dirigir sus ojos hacia adelante:

42.9: He aquí se cumplieron las cosas primeras, y yo anuncio cosas nuevas.

43.18s.: No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva.

48.6s.: Ahora, pues, te he hecho oír cosas nuevas y ocultas que tú no sabías. Ahora han sido creadas, no en días pasados, ni antes de este día las habías oído.

Jeremías utiliza el mismo lenguaje de contraste entre lo viejo y lo nuevo, en relativo «desprecio» nada menos que del arca del pacto:

En esos días… no se dirá más:

Arca del pacto de Yahvé; ni vendrá al pensamiento, ni se acordarán de ella, ni la echarán de menos, ni se hará otra. (3.16; cf. 23.7s.; 16.14s.; 23.7; 31.31ss.).

Estas repetidas llamadas a olvidar el pasado sorprenden mucho en un profeta con tanto sentido histórico como Isaías, quien a menudo exhorta a recordar las grandes gestas de Dios y no olvidar el pasado (44.21; 46.8s.). El mismo profeta modela sus figuras del futuro con los elementos de la historia salvífica (creación, pacto, éxodo, exilio). Obviamente, el autor no sólo invoca al pueblo a la esperanza, dejando atrás toda nostalgia del pasado, sino también quiere asegurarles que lo nuevo superará lo viejo en tal medida que no habrá por qué sentirse nostálgico. No ocurrirá lo que pasó con el segundo templo, que los que recordaban las glorias del templo de Salomón lloraban al sentir el contraste desfavorable (Esd. 3.12; Hag. 2.3).

Esta mentalidad del profeta marca definitivamente la esperanza mesiánica y escatológica que alcanzará su plenitud en el Nuevo Testamento. La acción salvífica de Dios es una sola y continua en creación, pacto’ éxodo, retorno del exilio y Reino venidero. Cada uno se configura por los anteriores y los «re-interpreta» y «re-presenta». Cada uno los hace nuevamente presentes en la nueva situación histórica; ninguno puede entenderse aparte de su relación con los demás dentro de la coherencia total de la historia de la salvación. Lo nuevo, al cumplir plenamente lo ante­rior, no lo cancela ni lo contradice aunque sí lo supera. En esos mismos términos bíblicos, tenemos que entender la salvación que proclamamos. En el evangelio la creación, el éxodo, el pacto y el reino no pierden su significado; adquieren nuevo sentido y fuerza, y tienen que estar decisivamente presentes en nuestra proclamación.

El profeta sólo comienza a vislumbrar los sorprendentes designios del Señor y los describe en lenguaje teológico y simbólico. Tratar de interpretar detalles literalmente (p. ej., la muerte en Is. 65.20) y debatir si esto se refiere al milenio (Ap. 20) o al estado final (Ap. 21) es malentender seriamen­te el pensamiento del profeta. Según Isaías, «lo nuevo ya está ‘brotando’ como hierba primeriza» (von Rad 1973:339). La promesa anterior «ya ha llegado» y lo nuevo «ya está en marcha» (Is. 42.9; 43.19 BJ); «ya está germinando», eviden­temente desde las victorias de Ciro (Moriarty 1961:272s.; cf. García Cordero 1967:347, 350.). Interpretar el pasaje como exclusivamente futuro, tanto para el profeta como para nosotros, es arrancarlo de su contexto y hacerle violencia exegética.

Curiosamente, después de anunciar «nuevos cielos y nueva tierra», el profeta no se concentra en detalles del nuevo mundo físico sino en lo humano y lo social.

(1) Habrá gozo en la creación y en la comunidad (65.18s.).

(2) Habrá vida y longevidad, como en los tiempos antediluvianos. Morir a los cien años será «morir niñito», como si fuera un castigo (65.20). Estas son frases muy originales que expre­san hiperbólicamente que la muerte, en efecto, será venci­da.

(3) Los obreros ya no estarán alienados de su mano de obra, ni por guerra, ni por muerte inesperada (peste), ni por explotación económica. 

(4) Tampoco existirán sistemas en que «algunos nacen para maldición» (65.23b).

(5) Se reali­zará la bendición que Dios prometió a Abraham (65.23b- 24).

(6) Habrá comunión con Dios (65.24).

(7) Habrá armonía en toda la creación (65.25). Los animales, y tanto más los humanos, serán vegetarianos como antes del diluvio. ¡Es una esperanza integral, cualitativamente nue­va, asombrosamente atrevida! Con esta dramática visión, la escatología alcanza una nueva etapa y su máxima dimensión dentro del Antiguo Testamento.

Raymond Fung describe lo que llama «la agenda de Isaías» bajo cuatro puntos muy actuales: fin de la morta­lidad infantil, vejez con dignidad, vivienda para todos y trabajo para todos. «El Dios en quien creemos protege a los niños, da poder a los ancianos y anda con obreros y obreras» (1992:2). Esa visión corresponde fielmente a la «utopía de justicia» de muchos pasajes bíblicos, especial­mente en la tradición del jubileo (ver Lv. 25.8-23; Dt. 6.10- 12; 8.7-18; 15.1-18; Lc. 4.17-19; Hch. 2.42-47; 4.32-37).

La visión de «nuevos cielos y nueva tierra» apunta claramente hacia el cumplimiento cabal de las intenciones del Creador. En cuanto cumplimiento, trae novedad y trasciende el pasado; en cuanto creación, va en continui­dad con el pasado que cumple. El siglo venidero no se concibe como una negación de la creación como realidad física, sino como su transformación y perfeccionamiento. Esta perspectiva caracteriza el pensamiento hebreo en general: el estado final es una realización de la vida y la comunidad, o en esta tierra o en una tierra nueva, más que en un cielo espiritual sin tierra (concepto platónico). Para el profeta, la vida perfecta no podría concebirse sin una nueva comunidad, ni esa comunidad sin un nuevo contex­to, un nuevo mundo físico y real.

Toda la nueva creación estará ordenada cúlticamente, con los ritmos y melodías de la adoración (66.21 -23). Será una comunidad de alabanza y gozo. Vendrán de todas las naciones, traerán sus ofrendas y adorarán al Creador; Dios también tomará sacerdotes de los gentiles (66.20s.). Como la primera creación culminó en el culto del séptimo día, y el éxodo en la adoración de parte de los liberados, la nueva creación será una liturgia continua al Creador de la vida, la justicia y la alegría, cuando los injustos serán destruidos para siempre (66.24) (Schókel-Sicre 1979:1:395; cf. Zac. 14.16).

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