La Obra del Espíritu Santo – Estudio

La obra de La iglesia primitiva en el libro de los Espíritu Santo Hechos experimentó la vida abun­dante en toda su plenitud. Y como en el libro de los Hechos, ocurren tres cosas cuando el Espíritu Santo empieza a actuar en todo su mara­villoso poder.

1. La gente se salvará (Hechos 2)

Cuando el Espíritu Santo descendió en Pentecostés, Pedro fue transformado en un audaz predicador de la verdad. Predicando con una energía, nacida del Espí­ritu, a la multitud reunida aquel día, Pedro fue inflexi­ble en su mensaje:

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Al oír esto, se compun­gieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pe­dro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se aña­dieron aquel día como tres mil personas (Hechos 2.36-39,41).

Hoy la gente está respondiendo al mensaje del evangelio en cantidades asombrosas. Experimentan el perdón y se renuevan a través de una relación personal con el Señor Jesucristo, y más que nunca, Dios está llamando a personas de fe a fin de que realicen grandes proezas para El. Recientemente, desde Puerto Rico, el Dr. Billy Graham predicó a cerca de un billón de perso­nas a la vez a través del satélite. Estamos viendo la evangelización a escala mundial. El Señor está hablán­doles a hombres de Dios, como el Dr. Bill Bright y Pat Robertson, para alcanzar a millones de almas antes del año 2000. Ha comenzado un increíble movimiento de evangelización.

En muchas de nuestras propias campañas, el Espí­ritu Santo reúne a más de quinientas mil personas en un solo servicio. En Japón, donde sólo un 0,05 por ciento de la población es cristiana, estamos viendo a más personas reunirse para los servicios cristianos que nunca antes en la historia de ese país. Con el colapso del comunismo, el Espíritu Santo se ha derramado en los antiguos países marxistas como un impetuoso y poderoso viento.

Hace poco tuve el privilegio de orar con un grupo de líderes mundiales, algunos de los cuales eran bien conocidos por su oposición al evangelio. Al reflexionar en esto, no puedo más que sobrecogerme agradecido a Dios por dejarme vivir para ser testigo del día en que esos líderes, que una vez fueron cerrados al evangelio, sean receptivos a las demandas del Señor por el poder del Espíritu Santo.

Por favor, no me mal entienda. No digo estas cosas para jactarme de nuestro ministerio. Las menciono simplemente para destacar este hecho irrefutable: Hay un maravilloso mover del Espíritu Santo que se está dando para la evangelización actual. Está cruzando todos los límites y alcanzando desde lo más bajo hasta lo más alto.

2. La gente sanará (Hechos 3)

paloma silvestre, espiritu santo, obraCuando el Espíritu Santo está realmente en el trabajo, siempre habrá evangelización y sanidad, cada una apuntando hacia la otra y preparando el escenario. En Hechos 2, tres mil personas vinieron al Salvador en un solo día. ¡Imagínese! El efecto en Jerusalén fue electri­zante. Todos los ojos estaban puestos en los dirigentes de este poderoso movimiento:

Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna a los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le dieren limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y los tobillos; Y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del tem­plo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido (Hechos 3.1-10).

Así que las sanidades siguen a la evangelización. Pero advierta con mucho cuidado: Pedro usó la sani­dad que captó la atención del público para predicarles el evangelio:

Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿O por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien voso­tros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuan­do éste había resuelto ponerle en libertad. Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Y por la fe en su nombre, a éste que vosotros veis y conocéis le ha confirmado su nombre; y la fe que es por Él ha dado a éste esta completa sanidad en la presencia de todos vosotros. Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vosotros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que ha­bía antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pe­cados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y Él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restaura­ción de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo (Hechos 3.11-21).

Sí, sanidad y evangelización van siempre juntas, trabajando mano a mano, y hoy más que nunca esta­mos viendo las evidencias del toque sanador del Maes­tro. Sí, la Palabra de Dios sigue siendo la misma. La Escritura registra que Dios sanó a todo el pueblo cuan­do salió de Egipto, por lo que Salmos 105.37 afirma:

Los sacó con plata y oro; y no hubo en sus tribus enfermo.

El bendito Maestro con frecuencia sanaba a todos los que estaban con Él, según lo registra Lucas en Hechos 10.38: «Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él».

Milagros de esta magnitud no sólo son posibles todavía, sino que están ocurriendo hoy. Kathryn Kuhlman profetizó que vendría el día cuando veríamos a todos sanados en los cultos. Y esta profecía se cumplirá porque es Palabra de Dios. Dios no hace acepción de personas; si sanó a todos una vez, puede hacerlo de nuevo. Es la promesa de su Santa Palabra.

Este increíble mover de sanidad vendrá. Isaías es­cribió más claramente de este día que ya viene, predi­ciendo:

Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. No habrá allí león, ni fiera subirá por él; ni allí se hallará, para que caminen los redimidos. Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y hui­rán la tristeza y el gemido (Isaías 35.5-6, 9-10).

3. La gente no tendrá «falta de nada» (Hechos 4)

Primero, hubo salvación (Hechos 2), luego sanidad (Hechos 3), y ahora viene la más hermosa bendición del Padre a la que Hechos 4 se refiere como «falta de nada». Mientras el evangelio continuaba predicándose con autoridad, los tres mil que se rindieron a Jesús el Mesías crecieron rápidamente a cinco mil (Hechos 4.4), y más tarde multitudes fueron salvadas, según lo afir­man las Sagradas Escrituras. El poder de la proclama­ción del evangelio era nuevamente acompañado por una poderosa manifestación de poder milagroso des­pués que ellos oraban diciendo:

Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sa­nidades y señales y prodigios, mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaron con denuedo la palabra de Dios (Hechos 4.29-31).

¡Qué emocionante debe haber sido vivir en aquellos días, casi tanto como ahora! Pero ponga mucha aten­ción aquí. Inmediatamente después de esto, hay un detalle importante en extremo, y casi siempre pasamos por alto u olvidamos:

Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casa, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesi­dad (Hechos 4.32-35, itálicas añadidas).

En medio de esta poderosa manifestación del poder salvador y sanador de Cristo Jesús, nuestro Padre ce­lestial proveyó para estos santos de tal manera que nunca les faltara nada. Mientras se rendían al Dios que les había salvado y sanado, ese mismo Dios los prosperaba y no tuvieron falta de nada. La Palabra de Dios es la misma hoy. El mismo Dios que te quiere salvar te quiere sanar. El mismo Dios que te quiere sanar te quiere bendecir.

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