Permaneced en mi Palabra y la Verdad os Hara Libre – Estudio

Cita Bíblica: Juan 8:31-39

Si vosotros permaneciereis en mi Palabra seréis verdaderamente mis discí­pulos; y conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres. Juan 8:31

Estas palabras se las dice Jesús a “los judíos que habían creído en Él”. Hoy como entonces, es necesario que los que dicen creer en Cristo, permanezcan también en su Palabra, porque para muchos parece ser, que el ser creyente, no lleva implícito el per­manecer en la Palabra de Cristo. Antes bien siguen sus propias doctrinas y normas que jamás los harán libres de su vana manera de vivir.

La Palabra nos lleva a conocer a Cristo, la Verdad, y Él nos hace libres, porque “Él apareció para quitar nuestros pecados” (1 Juan 3:5). Por eso Él dice: “Si el Hijo os liberare, seréis verdaderamente libres” (v. 36).

Los judíos se sienten ofendidos ante estas palabras de Jesús, y le dicen: “Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie”. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?” (v. 33).

Estos hombres fundamentaban su libertad personal en las raíces de su descendencia, y se creían libres. Esto mismo pasa hoy con tantos y tantos hombres y mujeres que identifican su salvación con su propia religión. Cuando alguien en nombre de Cristo les dice: Cree en el Señor Jesús, y serás libre (salvo). Ellos responden, ¿cómo te atreves a decirme tal cosa, no sabes que yo soy hijo de la madre Iglesia Católica, o de tal o cual denominación religiosa?

Palabra de Dios, oir, leer, Biblia

Con Jesús tenemos que responder: Sé que sois hijos de la Iglesia Católica o de esa otra denominación, pero “la Palabra de Dios no halla cabida en vosotros” (v. 37). Sólo Cristo te puede hacer verdaderamente libre.

Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre” (v. 38).

Así de contundente es Jesús cuando alguien no acepta Su Palabra, porque Él habla de lo que ha visto cerca del Padre. A nadie le está permitido cambiar la veracidad del mensaje de Jesús vivido junto al Padre, por lo que uno puede oír a los hombres religio­sos. Jesús hace hincapié en que estos no han visto sino oído. Esto también es válido para los que hacen todo lo que han oído de su padre el Papa o de otros papinas. Pero por desgracia para ellos eso no es lo que Jesús ha visto cerca de Su Padre.

Son dos caminos diferentes y dos fuentes diferentes, aunque el clero papal use toda estratagema de razonamientos para hacemos ver que esos dos caminos y esas dos fuentes son lo mismo. Esto mismo querían demostrarle los judíos a Jesús, que decían creer en El. Pero Jesús deja claro que Él es el único Libertador, el único Camino, y el único que habla lo que ha visto y vivido cerca del Padre, el Hacedor de todas las cosas.

Los judíos para apoyar sus argumentos insistían en que eran hijos de Abraham y tení­an por padre a Dios. Pero Jesús les dice: “Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque Yo de Dios he salido, y he venido” (v. 42). La misma realidad de los hechos niega a estos hombres, lo que afirman con las palabras. Tal es su confusión que altercan en discusión con el mismo Hijo de Dios, teniéndole por embustero.

¡Qué lejos habían llegado estos hombres, pensando que estaban en la verdad! Pero la verdad tiene un comprobante eficaz en la libertad que posee todo aquel que conoce la Verdad. Y esto no se alcanza con dogmas ni con títulos puestos por los hombres, tales como: la única verdadera, fuera de la iglesia no hay salvación. Lo cierto es que sólo Jesús es la Verdad, y sólo por la fe en Jesucristo hay salvación.

El llamarse hijo de Abraham, y decir que “un padre tenemos que es Dios” (v. 41), no es garantía de conocer la Verdad y de ser libre por la fe en Cristo Por eso hoy vivimos en un mundo de confusión religiosa, en donde los que no cono­cen la Verdad, se presentan como los únicos verdaderos, y descalifican a los que viven libres conociendo la Verdad.

Esto mismo le sucedió a Jesús con aquellos judíos que decían haber creído en El, pero no le aceptaban como su único y perfecto Libertador de sus pecados; antes bien le descalificaban diciéndole: “tienes demonio”. Hasta este absurdo se puede llegar cuan­do uno no escucha y permanece en la Palabra de Dios. Sin embargo el Señor Jesús sigue siendo el mismo y actuando como Salvador, aunque los que se glorían en su pro­pia justicia le llamen “demonio”. Por eso no debe extrañarnos que hoy suceda lo mismo a los que aceptan a Jesús como su único y perfecto Salvador, calificándolos de sectarios, herejes o malditos por aquellos que dicen ser los únicos verdaderos en vir­tud de la iglesia a la que pertenecen, y que ellos mismos se dan ese nombre excluyente, aunque ese mismo calificativo excluya también a Cristo.

Jesús tiene una respuesta: “El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios (v. 47).

Resulta casi incomprensible, llamarle a Dios padre, reconocerse como los únicos ver­daderos, ser profundamente religiosos y hacer girar toda su vida en base a la religión, y sin embargo escuchar de los mismos labios de Jesús: “No sois de Dios”.

¿Por qué? Porque “el que es de Dios, las palabras de Dios oye”; y todo aquel que “guarda mi Palabra, nunca verá muerte” (v. 51).

Jesús pone como señal inequívoca de ser de Dios y nunca ver muerte, el oír la Palabra de Dios y guardarla”. Cuando alguien no escucha la Palabra de Dios ni la guarda está diciendo que no es de Dios ni de la resurrección gloriosa de los hijos de Dios.

Para aquellos hombres, que escuchaban a Jesús, sus palabras resultaban escandalosas. Y eran un síntoma – según su propia opinión – de que tenía demonio. En sus mentes no entraba que Abraham muriese, y también los profetas, y que Jesús diga:

“El que guarda mi Palabra nunca verá muerte” (v. 52).

Esta gran promesa que el Padre nos revela en su Hijo, “es para los judíos ciertamen­te tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como grie­gos, Cristo sabiduría de Dios, y poder de Dios” (1 Corintios 1:23-24).

¿El mundo llamado cristiano con sus grandes Iglesias, no ha cambiado la sabiduría y el poder de Dios en Cristo, por la sabiduría y el poder de los hombres religiosos? ¿No han cambiado la Palabra de Dios, que tiene promesa de vida eterna, por las doc­trinas religiosas de hombres religiosos que no guardan la Palabra de Dios?

…Mi Padre es el que Me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios. 55 Pero vosotros no le conocéis; mas Yo le conozco, y si dijere que no le conozco, sería mentiroso como vosotros; pero Yo le conozco, y guardo Su Palabra. Juan 8:54-55

Jesús deja en evidencia a estos hombres que se identifican con Jesús en su Dios y en el conocimiento de Dios. Pero Jesús les sitúa entre los mentirosos, porque dicen cono­cer a Dios, y no le conocen.

Jesús dice: “Yo le conozco, y guardo Su Palabra”. Esta es la clave para desenmas­carar a tanto mentiroso, que dice conocer a Dios, pero que no guarda Su Palabra, antes bien la cambian por sus propios pensamientos.

El mismo Hijo de Dios guardaba la Palabra del Padre; igual que todo el que acepta a Dios y a Jesús como su Salvador también guarda Su Palabra sin añadir ni quitar. Todo este pasaje de la Escritura tiene hoy una vigencia especial, por la gran confusión de doctrinas y opiniones que se vierten entorno a las Sagradas Escrituras. Todos dicen tener el mismo Dios y el mismo Cristo, pero sin embargo no se ve la vida de Cristo en ellos. Más bien son mutiladores de la Palabra y hacedores de su propia obra, pero no se ve la obra de Dios en ellos.

Parece como si hoy el cristianismo hubiese dejado de ser obra de Cristo, y se lanza­ran a una carrera final todos esos imitadores de la Verdad, pero sin conocer la Verdad; todos hablan del Padre y del Hijo, pero ni conocen al Padre ni al Hijo, y tampoco al Espíritu bajo cuya impronta dicen hablar.

El apóstol Juan en su primera carta al comienzo del capítulo cuatro nos advierte:

Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; por­que muchos falsos profetas han salido por el mundo.

El mismo Jesús se encontró con hombres, que decían creer en El con ese camuflaje en el lenguaje y en la conducta hacia Dios, sin ser de Dios. Sólo los que permanecen en Su Palabra, conocerán la Verdad, y serán hechos libres.

¿Te gustaría anunciar tu empresa aquí? Leer más

¿Qué opinas? Únete a la Discusión