Quién es Jesús para los Cristianos – Estudio Bíblico

La fe cristiana está fundamentada sobre la persona de Jesús, el Cristo, quien para muchos fue solamente un simple hombre partícipe de la historia, pero para aquellos que hemos abrazado la fe cristiana le reconocemos como el Dios hecho hombre que nos trajo el perdón para nuestros pecados.

Puede que para algunos sea Dios y para otros solo un hombre más, lo que no se puede negar es su influencia en la historia de la humanidad, de tal suerte que los años se cuentan como antes y después de Cristo.

Los cristianos somos seguidores de Cristo, pero ¿Qué sabemos acerca de él, de su persona, de su ministerio, de sus oficios y de su misión?

En primer lugar hablemos de su nombre. En Mateo 1:21 dice:

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

El nombre Jesús viene de una raíz hebrea que se traduce cómo “él salvó, entregó o puso en un estado de seguridad”. De esa misma raíz se desprende Josué y el nombre en sí se traduce como “YHWH salva” o “El Señor salva”.

Para los hebreos, el nombre no era una simple forma de distinguir a alguien de los demás, el nombre denotaba la esencia de la persona y su misión en la tierra. Por ejemplo el nombre David significa “amado o querido” y sabemos que su historia y escritos dan fe de que fue amado por Dios y por su pueblo.

El nombre Jesús hace referencia a la salvación de Dios por medio de su ungido y aquí introducimos el siguiente aspecto: el Mesías.

Mesías viene también del hebreo y significa “Ungido”. El Mesías, era la figura de salvador para el pueblo judío, al que aún esperan. La palabra Mesías del hebreo se traduce al griego como Cristo. Es decir, Mesías y Cristo es lo mismo: Ungido. No es un nombre sino un título.

La unción era el acto de derramar aceite sobre el cuerpo de aquel que sería Sumo Sacerdote o Rey de Israel y Jesús cumple con estos oficios, además del de Profeta.

Vamos a estudiar estos aspectos de Jesús.

Jesus, Dios, Quien es Jesus

1. Jesús es Dios.

Jesús no fue un simple hombre. Aunque nació y creció como cualquiera de nosotros, él siempre tuvo dos naturalezas, la humana y la divina.

Juan 1:1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Luego el versículo 14 dice:

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

A partir de ésta escritura sabemos que Jesús es Dios, pero que también es hombre.

Teniendo la plenitud de la naturaleza divina, también tenía la plenitud de la naturaleza humana.

La implicación de ésta verdad en nuestra vida es que Dios mismo, a través de Jesucristo, experimentó todos los sufrimientos y tentaciones que soportamos como humanos.

Heb 4:15  Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Heb 4:16  Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

2. Jesús es el Hijo de Dios

Juan 3:18  El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

Esto no le resta divinidad a Jesús. Decir que es el Hijo de Dios no quiere decir que no sea Dios mismo, sino una personalidad diferente al Padre.

Col 2:9  Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,

No creemos que Jesús sea inferior a Dios como algunas sectas lo hacen, sino que él es la persona de la triunidad llamada Hijo.

Lo que implica para nosotros esta verdad es que nosotros también seremos llamados hijos de Dios.

Juan 1:12  Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

Romanos 8:17  Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Es decir, el ser hechos hijos de Dios, nos hace partícipes, junto con Cristo, de Su gloria después de esta vida terrenal. Somos sus hermanos, adoptivos, pero hermanos al fin, lo cual debería ser motivo de sumo gozo para todo creyente.

3. Jesús es nuestro Sumo Sacerdote.

El Sumo Sacerdote entraba una vez al año al lugar santísimo del templo a ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo y por los de él y su familia.

Heb 9:2-7  Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición. 3 Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo, 4 el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto; 5 y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de las cuales cosas no se puede ahora hablar en detalle. 6 Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto; 7 pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo;

Heb 9:11 Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, Heb 9:12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Heb 9:13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, Heb 9:14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

Según la carta a los Hebreos, Jesús fue Sumo Sacerdote y el sacrificio al mismo tiempo. Mientras que los sumos sacerdotes, antes de que él viniera, solo hacían la representación de la limpieza de los pecados llevando consigo el sacrificio, Jesús, siendo él mismo el sacrificio se presentó delante de Dios con los pecados de la humanidad insertados en su sangre.

Es por eso que el sacrificio de Cristo, el Cordero de Dios, es suficiente para quitar el pecado del mundo, como dijera Juan el bautista.

4. Jesús es nuestro Redentor.

De lo anterior partimos para decir que Jesús es quien nos redime. Redimir significa conseguir la libertad de una persona o sacarla de la esclavitud mediante el pago de un precio.

Col 1:13  El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, Col 1:14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.

El pagó un precio de muerte, para que nosotros podamos ser libres del pecado.

Al no tener presente esta verdad en nuestra vida, muchas veces como cristianos nos llenamos de culpas y remordimientos por cosas que hicimos que Dios ya nos perdonó.

Cada vez que nos arrepentimos de corazón, humillados ante él, él es fiel y justo para perdonarnos. Fiel porque siempre cumple su Palabra y Justo porque nuestros pecados son imputados a la sangre de Jesús. No es que no paguemos por nuestros pecados, es que alguien ya pagó ese precio y fue nuestro Señor Jesucristo.

5. Jesús es nuestro Rey

Jesús fue ungido como Sumo Sacerdote y también como Rey.

Luc 4:17  Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: Luc 4:18 El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; Luc 4:19 A predicar el año agradable del Señor. Luc 4:20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Luc 4:21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.

En la profecía de Isaías se cumplen todos los oficios de Cristo y él mismo dice que ese día se cumple esa profecía. Es por eso que también decía, el reino de los cielos se ha acercado, porque el Rey había venido.

2 Sa 7:16 Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente. 2 Sa 7:17 Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, así habló Natán a David.

Jesús, también llamado hijo de David, era el cumplimiento de ésta promesa hecha por Dios al más grandioso rey de Israel. Es por eso que los evangelistas se esforzaron en demostrar que Jesús era descendiente directo de David y por lo tanto podía reclamar el trono.

Luc 1:31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Luc 1:32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; Luc 1:33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

El reinado de Jesús se ejerce en aquellos que han rendido su ser voluntariamente a él, que tributan sus vidas y siguen sus caminos, esos son los que forman parte de su reino.

Como dijera el mismo Jesús, mi reino no es de este mundo, no se refería a que su reino estuviera en otro mundo, sino que está en el corazón de aquel que le ha entregado su vida entera.

Él sigue siendo rey y lo será por los siglos de los siglos, nuestro deber es cumplir con lo que nos manda a hacer.

Todo lo que hemos estudiado de Jesús carece de valor si solamente lo conocemos con el intelecto. Estas verdades no pueden verse más que con los ojos de la fe. Es comprobar por cuenta propia todo lo que Jesús es lo que le da sentido a la vida. La invitación es entonces a que, por medio de la fe, podamos conocer a Jesús como nuestro Dios, como nuestro Salvador y como nuestro Rey.

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