Salvación solo en Cristo – Estudio

En el corazón de todas las iglesias hay hom­bres con mentalidad moralista que desean imponer a los demás las condiciones de la salvación y hay otros que viven llenos de gozo por la maravillosa seguridad de la salvación gratuita.

Paul Tournier

A forma más peligrosa, rápida e imperceptible de perder el reino de los cielos es hacer de la obediencia a la Ley la clave de nuestra salvación.

En la Carta a los Gálatas leemos:

«Aquellos de entre us­tedes que tratan de ser justificados por la Ley, han roto con Cristo; han caído de la gracia». (Gálatas 5:4)

Para captar el significado de estas palabras del apóstol Pablo, debemos fijarnos en cómo se ha traducido este texto:

  • Biblia de Jerusalén Latinoamericana: «Han roto con Cris­to todos cuantos buscan la justicia en la Ley. Han caído en desgracia».
  • Dios Habla Hoy: «Ustedes, los que quieren ser reconoci­dos como justos por cumplir la Ley, se han separado de Cristo; han rechazado la generosidad de Dios».

Fijémonos en que este texto habla de personas que han estado ligadas, unidas a Cristo, de personas que han estado en la gracia, pero «se han separado de Cristo»; es decir, habla de personas que anteriormente habían mantenido una re­lación salvadora, una relación correcta con Cristo. Y el texto también nos dice que algunas de esas personas rom­pieron esa relación salvadora con Cristo, y cayeron así de la gracia. No existe eso de que una vez salvo, siempre salvo. Es posible romper la relación con Cristo. Es posible caer de la gracia.          

bendita salvacion, cristo, salvaciónPero este texto habla también de la causa por la cual estas personas rompieron su relación con Cristo, de la causa por la cual cayeron de la gracia. Y esa causa no fue porque cometieron adulterio, no fue porque tomaron bebidas alco­hólicas, no fue porque dejaron de dar el diezmo, no fue porque copiaron en un examen, ni siquiera fue porque abandonaron la iglesia o porque renunciaron a su cristia­nismo. El texto dice que fue porque, siendo cristianos, tra­taron de justificarse mediante la Ley, porque buscaron la justicia en la Ley, porque intentaron quedar libres de culpa cumpliendo la Ley.

Por lo tanto, para el buen y sincero cristiano, la forma más peligrosa, rápida e imperceptible de perder el reino de los cie­los es hacer de su obediencia a la Ley la clave de su salvación.

Hoy, en medio de tanta confusión e inseguridad en lo que a nuestra salvación se refiere; hoy, que el legalismo en todas sus formas y disfraces destruye la paz espiritual de muchos de nuestros jóvenes; hoy, cuando congregaciones enteras langui­decen por la ausencia de Cristo en su medio, es necesario repetir que:

  • Hay un solo camino para ir al cielo: Cristo Jesús.
  • Hay un solo medio de salvación: la gracia de Cristo Jesús.
  • Hay una sola causa de nuestra salvación: el amor de Cristo Jesús.
  • Hay un solo nombre en el que podemos ser salvos: el nom­bre de Cristo.

En la religión de Cristo no caben componendas, ni fi­delidades compartidas, ni combinaciones de métodos. Se debe elegir: o la Ley o la gracia, o la fe o las obras, o la im­poluta justicia de Cristo o los trapos de inmundicia de nues­tras justicias.

Si buscamos la justicia por medio de nuestra obediencia a la Ley, no la podremos recibir a través de Cristo. Si nuestra obediencia a la Ley es el fundamento de nuestra salvación, en­tonces Cristo no puede ser nuestro único y suficiente Salvador.

¿Estoy yo hablando en contra de la importancia de la obediencia? No. ¡Jamás! Lo que estoy intentando es poner en su debido lugar la obediencia:

  • La obediencia no es la clave de la salvación, es el resul­tado de la salvación.
  • La obediencia no es la raíz de la salvación, es el fruto de la salvación.
  • La obediencia no es el precio de la salvación, es la grati­tud por la salvación.
  • La obediencia no es la base de la salvación, es el blanco de la salvación.

¿Estoy yo hablando en contra de la suprema importancia de la sacrosanta Ley de Dios? No. ¡Jamás! Lo que estoy ha­ciendo es poner la Ley en su debido lugar.

  • La Ley no salva, el amor de Cristo sí salva.
  • La Ley no produce obediencia, el amor a Cristo sí nos cons­triñe a la obediencia.
  • La Ley señala el pecado, el amor de Cristo perdona al pecador.
  • La Ley mata, el amor de Cristo da vida.
  • La Ley nos hace culpables, el amor de Cristo nos convierte en inocentes.
  • La Ley provoca angustia, el amor de Cristo proporciona paz.
  • La salvación se obtiene no permaneciendo en la Ley, sino permaneciendo en Cristo.
  • La Ley existe para impulsamos a ir a Cristo, no para in­ducirnos a permanecer en ella.
  • La Ley es, según Gálatas 3: 24, nuestro ayo (RV60), nues­tro pedagogo, el guía (NVI) que nos lleva a Cristo.

Para ser salvo hay que ser de Cristo, y para ser de Cristo hay que morir a la Ley. Como afirma el apóstol Pablo:

«Así mismo, hermanos míos, ustedes murieron a la Ley mediante el cuerpo crucificado de Cristo, a fin de pertenecer al que fue le­vantado de entre los muertos. De este modo daremos fruto para Dios» (la cursiva es nuestra). (Romanos 7:4)

A esta altura de nuestra reflexión permíteme indicarte tres secretos para disfrutar de nuestra salvación en Cristo mien­tras libramos nuestras múltiples batallas espirituales:

 1. No concentres tu mirada en ti mismo. Mira a Cristo:

No te mires a ti mismo sino a Jesús. Abrázalo como a tu Sal­vador. Deja de quejarte de tu desvalida condición. Al mirar a Jesús, el autor y consumador de tu fe, serás inspirado con es­peranza y verás la salvación de Dios. Elena G. de White

2. No te inquietes por lo que Dios y Cristo piensan de ti. Interésate por lo que Dios piensa de Cristo, tu sustituto. Fíjate en esta declaración:

No debemos inquietamos por lo que Cristo y Dios piensan de nosotros, sino que debe interesarnos lo que Dios piensa de Cristo, nuestro Sustituto. Somos aceptos en el Amado. Dios muestra a la persona arrepentida y creyente, que Cristo acepta la entrega del alma para moldearla según su propia semejanza. Elena G. de White

3. No te desalientes si has pecado, dile a Satanás con toda la fuerza de tu plena convicción, y a todos los que junta­mente con él te acusan, que a pesar de tu caída puedes ser salvo en el incomparable amor de Cristo. En esa joya de la literatura cristiana que es El camino a Cristo, se nos dice:

Cuando Satanás acude a decirte que eres un gran pecador, alza los ojos a tu Redentor y habla de sus méritos. Lo que te ayudará será mirar su luz. Reconoce tu pecado, pero di al ene­migo que “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los peca­dores” (1 Timoteo 1: 15) y que puedes ser salvo por su incomparable amor. Elena G. de White

Se cuenta que durante el entierro de Abraham Lincoln, una humilde madre negra que se encontraba de pie tras la multitud de blancos, levantó a su hijito sobre su cabeza cuando pasaba el cortejo funerario con el cuerpo del presi­dente asesinado y dijo:

—Míralo bien, hijo, este es el hombre que murió por todos nosotros.

En Juan 3: 14-15 la Palabra de Dios nos dice que «es ne­cesario que el Hijo del hombre», Cristo Jesús, «sea levan­tado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna» (RV95).

Hoy, quiero levantar a mi Cristo delante de todos y, al igual que aquella madre liberada de la esclavitud, exclamar con toda la fuerza y la convicción de mi ser: «Míralo bien, hijo, este es el Hombre que murió por todos nosotros». Por­que el mirar a Cristo, que se entregó a sí mismo por mí, y por ti, es recibir la vida, es hallar purificación del pecado y descubrir un motivo para derrotar la tentación.

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