Salvos por Gracia – Estudio

La ley es para derribar el orgullo de los que se rodean de justicia propia; el evangelio es para los perdidos, para sacarlos de su desesperación.

Charles H. Spurgeon

Siempre es bueno que reflexionemos sobre una de las más A importantes, conocidas y amadas afirmaciones de la Biblia:

«Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bon­dad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de us­tedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte». (Efesios 2:4-9)

  • En primer lugar, este pasaje afirma que el Dios del cielo, nuestro Padre, es inmensamente rico, en misericordia, que posee un inagotable caudal de gracia.
  • En segundo lugar, este texto nos dice que ese Dios rico en misericordia, y de abundantes riquezas, ama, da vida, resucita y sienta en lugares celestiales a personas no necesariamente buenas, no necesariamente santas, no nece­sariamente obedientes, sino a personas muertas en pecado, es decir, bajo la condenación del pecado. Para todos los que es­tamos dominados por nuestros pecados, arruinados por nues­tros delitos, arrastrados por nuestras maldades y manchados por nuestros vicios hay una noticia realmente extraordinaria: Dios nos ama, quiere darnos vida, quiere resucitamos y quiere sentamos con Cristo en los lugares celestiales.
  • En tercer y último lugar, este texto nos dice que lo único que tú y yo tenemos que hacer para ser salvos de nues­tros pecados es creer. Creer que en Cristo hay salvación gratuita para nosotros los pecadores. Creer que el Justo murió por nosotros los injustos. Creer que el Fiel dio su vida por nosotros los infieles. Creer, en fin, que por gra­cia somos salvos por medio de la fe, que esta salvación es don de Dios y que no se necesitan buenas obras para ob­tenerla. Creer que «la gracia es un atributo de Dios puesto al servicio de los seres humanos indignos. Nosotros no la buscamos, pero ella fue mandada en busca de nosotros». Elena G. de White

A fin de fijar en nuestras mentes esta gran verdad de la sal­vación por gracia, y solo por gracia, vamos a usar una ilustración  Espero que el impacto que te produzca resulte indeleble.

gracia, por gracia sois salvos, Dios

Un episodio bíblico del calvario.

«Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo: “¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!” Pero el otro criminal lo reprendió: “¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena? En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; este, en cambio, no ha hecho nada malo”. Luego dijo: “Jesús, acuér­date de mí cuando vengas en tu reino”. “Te aseguro que hoy es­tarás conmigo en el paraíso”, le contestó Jesús». (Lucas 23:39-43)

He aquí un hombre pecador, muriendo por su pecado y en su pecado, que ciertamente resucitará en la primera resu­rrección, la de los justos. Una pregunta: ¿qué hizo este ladrón para ser salvo? Pues nada, ¿qué podía hacer? Simplemente creyó que en Cristo hay salvación y pidió ser salvo.

Algunos, en su afán de insistir en que las obras son ne­cesarias para la salvación, enfatizan que este ladrón no hizo buenas obras, pero que las habría hecho si hubiera tenido la oportunidad de bajar de la cruz y vivir. Otros dicen que hizo buenas obras antes de ser salvo: que defendió a Cristo de los insultos del otro ladrón, que le dio un estudio bíblico, que hizo obra misionera con el otro malhechor, etcétera.

E incluso hay quienes, angustiados ante la idea de ver a este delincuente en el reino de los cielos, llegan al punto de refe­rirse a él con el contradictorio apelativo de «el buen ladrón», lo cual tiene tan poco sentido como decir «el buen criminal» o «el buen adúltero». Todos los ladrones son malos, todos los criminales son malos, todos los adúlteros son malos… Es más, todos los seres humanos, ¡todos!, somos malos.

Amigo, no debemos leer más de lo que está escrito: este malvado ladrón ni había hecho, ni estaba haciendo, ni podía hacer buenas obras. Fue salvo simplemente porque creyó en Cristo y le pidió que lo salvara. Punto. No hay nada que in­ventar, ni nada que suponer. Porque, como hemos dicho ya, «la gracia es un atributo de Dios puesto al servicio de los seres humanos indignos. Nosotros no la buscamos, pero ella fue mandada en busca de nosotros».

La segunda ilustración es una parábola moderna. Un cristiano llegó a las puertas del paraíso y le dijo al arcángel Gabriel que durante toda su vida había sido un hombre fiel y obediente, y que le dejara entrar al cielo. Gabriel le dijo:

—Bueno, como pides entrar al cielo basándote en tu fi­delidad y en tu bondad, estas son las reglas: se necesitan mil puntos para tener derecho al cielo. Dime las cosas buenas que hiciste y yo te diré cuántos puntos vale cada una de ellas, los iremos sumando, y si llegas a mil, te dejaré entrar.

El hombre quería terminar rápido, así que comenzó con aquellas cosas que, a su juicio, valían más puntos, diciendo lleno de autosuficiencia:

—Estuve casado durante cuarenta años con la misma mujer.

—Tres puntos —contestó el arcángel.

Con el rostro lleno de angustia, el aspirante a la gloria exclamó:

—¿Tres puntitos nada más por haber soportado cuarenta años a una esposa deforme de cuerpo y difícil de carácter?

—Sí —respondió Gabriel sin inmutarse—. Solo tres pun- titos. Y no hables mal de tu esposa… porque los puedes perder.

El hombre, desesperado y tratando de aumentar su pun­tuación de manera significativa, declaró:

—Fui vegetariano durante veinte años.

—Magnífico. Medio punto por ello.

Nuestro personaje se descontroló y gritó, lleno de frus­tración:

—¡Medio punto por haber pasado veinte años de mi vida negándome a comer sabrosos churrascos y sacrificándome comiendo esas insípidas hierbas y ese tosco pan integral!

—Tranquilo, hombre, cálmate. No hables así de la dieta de Dios, que vas a perder el medio punto que tanto te ha costado ganar.

—Desde el día de mi bautismo di mis diezmos fielmente —sigue el caballero—, y como ofrendas entregué siempre una cantidad igual al diezmo. —Y con la angustia dibujada en su rostro prosigue— ¿Cuántos puntos?

—Un punto —le responde el arcángel.

Cabizbajo y resignado a quedar fuera del reino de los cié- los, dice:

—A este paso que vamos la única forma de entrar al cielo es por la gracia de Dios…

Gabriel dio un saltó de alegría, lo tomó de la mano y lo introdujo de inmediato en el cielo, diciéndole:

—¡Maravilloso! ¡Mil puntos!

Sí, mil puntos. Es que «por gracia ustedes han sido sal­vados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios».

Sí, mil puntos porque:

No hay un punto que precisa ser considerado con más fer­vor, repetido con más frecuencia o establecido con más fir­meza en la mente de todos, que la imposibilidad de que el hombre caído haga mérito alguno por sus propias obras, por buenas que estas sean. La salvación es solamente por fe en Cristo Jesús. Elena G. de White

Creo que es una buena idea que en este mismo momento le digas a Dios, en canto o en oración, a todo pulmón o en so­segado susurro: «Vengo a ti, Señor, quiero renovar mi ser con el gran amor que encontré en ti. Yo sé que todo el mal, man­chas que en mí están se terminarán por tu gracia y amor».

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