La Teología es una Ciencia? – Estudio

1. La teología, una ciencia

En todas las ciencias hay dos factores: hechos e ideas; o, hechos y la mente. La ciencia es más que conocimiento. El conocimiento es la persuasión acerca de lo que es cierto en base de una evidencia adecuada. Pero los datos de la astronomía, de la química o de la historia no constituyen la ciencia de estos departamentos del conocimiento. Tampoco la mera ordenada disposición de los hechos constituye ciencia. Los hechos históricos  narrados por su orden cronológico son unos meros anales. La filosofía de la historia supone  que estos hechos deben ser comprendidos en base de sus relaciones causales. En cada  departamento se supone que el hombre de ciencia debe comprender las leyes por medio de las que se determinan los hechos de la experiencia; de modo que no sólo conozca el pasado, sino que pueda predecir el futuro. El astrónomo puede predecir la posición relativa de los cuerpos celestes para los siglos futuros. El químico puede decir con certeza cuál será el efecto de ciertas combinaciones químicas. Entonces, si la teología es una ciencia, tiene que incluir algo más que un mero conocimiento de los hechos. Tiene que incluir una exhibición de la relación interna de estos hechos, unos con otros, y de cada uno de ellos con todos los demás. Tiene que poder mostrar que si se admite uno, no se pueden negar otros.

libro, teología sistemática, Charles Hodge, Volumen I

La Biblia no es un sistema de teología del mismo modo que la naturaleza no es un sistema de química o de mecánica. Es en la naturaleza que encontramos los hechos que el químico o el físico tienen que examinar, y de ellos determinar las leyes que los rigen. De la misma manera, la Biblia contiene las verdades que tiene que recopilar el teólogo, disponer y exhibir en su mutua relación interna. Ésta es la diferencia entre la teología bíblica y la sistemática. La función de la primera es determinar y enunciar los hechos de la Escritura.

La función de la última es tomar estas hechos, determinar su relación entre sí y con otras verdades relacionadas, así como vindicarías y mostrar su armonía y consistencia. Y no es ésta una tarea fácil, ni de poca importancia.

Es natural preguntarse: ¿Por qué no tomar las veredas tal como Dios ha visto adecuado revelarlas, y ahorrarnos así la fatiga de mostrar su relación y armonía?

La respuesta a esta pregunta es:

En primer lugar, que no se puede hacer así. Es tal la constitución de la mente humana que no puede dejar de intentar sistematizar y conciliar los hechos que admite como ciertos. En ningún departamento del conocimiento se han quedado los hombres satisfechos con la posesión de una masa de hechos no asimilados. Y tampoco se puede esperar que los estudiantes de la Biblia se queden satisfechos con ello. Existe, por tanto, la necesidad de construir sistemas de teología…

Segundo: Se obtiene de esta manera una clase muy superior de conocimiento al que se consigue por la mera acumulación de hechos aislados. Una cosa es saber, por ejemplo, que existen océanos, continentes, islas, montes y nos por toda la superficie de la tierra; y otra cosa más elevada es saber las causas que han determinado la distribución de la tierra y del agua sobre la superficie de nuestro globo; la configuración de la tierra; los efectos de esta configuración sobre el clima, sobre las razas de plantas y animales, sobre el comercio, la civilización y el destino de las naciones.

Lo que es cierto de otras ciencias  es cierto  de la teología. No podemos saber qué es lo que Dios nos ha revelado en su Palabra a no ser que comprendamos, al menos en cierta medida, la relación que tienen entre sí las verdades separadas que esta Palabra contiene. Le costó a la Iglesia siglos de estudio y controversia resolver el problema acerca de la persona de Cristo; esto es, ajustar y llevar a una disposición armónica todos los hechos que la Biblia enseña acerca de este tema.

Tercero: No  tenemos  elección  en  esta  cuestión.  Si  queremos  cumplir  con nuestro deber como maestros y defensores de la verdad tenemos que tratar de traer todos los hechos de la revelación a un orden sistemático y una mutua relación. Es sólo así que podremos exhibir de una manera satisfactoria su veracidad, vindicarlos frente a objeciones, o hacer que ejerzan todo su peso sobre las mentes de los hombres.

Cuarto: Ésta es evidentemente la voluntad de Dios. Él no enseña a los hombres astronomía ni química, pero les da los hechos en base de los que se erigen estas ciencias. Tampoco nos enseña teología sistemática, pero nos da en la Biblia las verdades que, apropiadamente entendidas y ordenadas constituyen la ciencia de la teología. Así como los hechos de la naturaleza en todos relacionados y determinados por las leyes físicas, así los hechos de la Biblia están todos relacionados y determinados por la naturaleza de Dios y de sus criaturas. Y así como ÉI quiere que los hombres estudien sus obras y descubran su maravillosa relación orgánica y armónicas combinaciones, así es su voluntad que estudiemos su Palabra,  y  aprendamos  que,  como  las  estrellas,  sus  verdades  no  son  puntos aislados, sino  sistemas, ciclos y  epiciclos  en una armonía  y grandeza  sin  fin. Además de esto, aunque las Escrituras no contienen un sistema de teología como un todo, tenemos partes elaboradas de este sistema en las Epístolas del Nuevo Testamento. Y éstas son nuestra autoridad y guía.

2. El método teológico

Cada ciencia tiene su propio método, determinado por la peculiar naturaleza de la misma. Ésta es una cuestión de tal importancia que ha sido constituida como un departamento propio. La literatura moderna abunda en obras sobre Metodología, esto es, sobre la ciencia del método, y estas obras tienen el propósito de decidir los principios  que  deberían  regir  las  investigaciones  científicas.  Si  se  adopta  un método falso, es como quien torna un camino erróneo que nunca le llevará a su destino. Los dos grandes métodos inclusivos son el a priori y a posteriori. El primero argumenta de Causa a efecto, el segundo de efecto a causa. El primero se aplicó durante siglos incluso a la investigación de la naturaleza. Se intentaba determinar cuáles deben ser los hechos de la naturaleza en base de las leyes de la mente o de las supuestas leyes necesarias.

Todos saben lo que costó establecer el método de la inducción sobre una base firme y lograr un reconocimiento general de su   autoridad.   Según   este   método,   comenzamos   recogiendo   hechos   bien establecidos, y de ellos inferimos las leyes generales que las rigen. En base del hecho de que los cuerpos caen hacia el centro de la tierra se ha inferido la ley general de la gravitación, que estamos autorizados a aplicar mucho más allá de los límites de la experiencia real. Este método inductivo se basa en dos principios: Primero: Que hay leyes de la naturaleza (fuerzas) que son las causas próximas de los  fenómenos  naturales.  Segundo:  Que  estas  leyes  son  uniformes.  Por  ello tenemos la seguridad de que las mismas causas, bajo las mismas circunstancias, producirán los mismos efectos. Puede darse una diversidad de opinión acerca de la naturaleza de estas leyes. Se puede suponer que sean fuerzas inherentes en la materia; o pueden ser consideradas como modos uniformes de la operación divina; pero en todo caso debe haber alguna causa para los fenómenos que percibimos a nuestro alrededor, y esta causa tiene que ser uniforme y permanente. Es sobre estos principios que se fundamentan todas las ciencias inductivas, y es por ellos que son conducidas las investigaciones de los filósofos naturales.

El mismo principio se aplica a la metafísica que a la física; a la psicología que a la ciencia natural. La mente tiene sus leyes, lo mismo que la materia, y estas leyes, aunque de naturaleza distinta, son tan permanentes como las del mundo externo.

Los métodos que se han aplicado al estudio de la teología son demasiado numerosos para poderlos considerar por separado. Quizá puedan reducirse a tres cases generales: Primero, el especulativo; segundo, el místico; tercero, el inductivo. Estos términos, desde luego, están bien lejos de ser precisos. Se usan a falta de algo mejor para designar los tres métodos generales de investigación teológica que han prevalecido en la Iglesia.

 3. El método especulativo

La especulación presupone ciertos principios de una manera apriorística, y en base de ellos emprende la determinación de lo que es y de lo que debe ser. Decide acerca de todas las verdades, o determina acerca de lo que es cierto en base de las leyes de la mente, o en base de los axiomas implicados en la constitución del principio pensante en nuestro interior. Es bajo este encabezamiento que se deben poner todos aquellos sistemas que se basan en cualquier tipo de presuposiciones filosóficas  a priori. Hay  tres  formas  generales  en las  que  se ha aplicado este método especulativo a la teología.

Forma deísta y racionalista

La primera forma es aquella que rechaza cualquier forma de conocimiento acerca de las cosas divinas aparte de la que se desprende de la naturaleza y constitución  de  la  mente  humana.  Presupone  ciertos  axiomas  metafísicos  y morales, y en base de ellos desarrolla todas las verdades que está dispuesta a admitir. A esta clase pertenecen los escritores deístas y estrictamente racionalistas de las generaciones pasadas y presente.

Forma dogmática

La segunda forma es el método adoptado por aquellos que admitiendo una revelación divina sobrenatural, y concediendo que tal revelación está contenida en las Escrituras cristianas, reducen sin embargo todas las doctrinas así reveladas a las formas de algún sistema filosófico. Esto lo hicieron muchos de los padres que intentaron exaltar la pistis a gnosis, esto es, la fe de la gente llana en filosofía para los académicos. Éste fue también en mayor o menor grado el método de los escolásticos, y halla una ilustración incluso en el «Cur Deus Homo» de Anselmo, el padre de la teología escolástica. … Este método sigue aún en boga. Se establecen ciertos principios, llamados axiomas, o primeras verdades de la razón, y de ellos se deducen las doctrinas de Ia religión mediante un curso argumental tan rígido e implacable como el de Euclides. Esto se hace en ocasiones para el total derribo de las doctrinas de la Biblia y de las más profundas convicciones morales no sólo de los cristianos sino de las masas de la humanidad. No se permite murmurar a la conciencia en presencia del dominador entendimiento.

A este método se le ha aplicado el término más bien ambiguo de dogmatismo, porque intenta conciliar las doctrinas de la Escritura con la razón, y llevar a que su autoridad repose sobre evidencias racionales. EI resultado de este método ha sido siempre, hasta allí donde ha tenido éxito, el de transmutar la fe en conocimiento, y para llegar a este fin se han modificado de manera indefinida las enseñanzas de la Biblia. Se espera de los hombres que crean no en base de la autoridad de Dios, sino de la de la razón.

Los transcendentalistas

En tercer lugar, los modernos trascendentalitas están adheridos al método especulativo. Son racionalistas en el sentido amplio del término, y no admiten una fuente más elevada de verdad que la razón. Pero debido a que ellos consideran la razón como algo muy diferente de lo que piensan los racionalistas ordinarios, las dos clases están, en la práctica, muy distanciadas. Los trascendentalitas difieren también esencialmente de los dogmatistas. Los últimos admiten una revelación externa,  sobrenatural  y autoritativa.  Reconocen  que por ella  se  dan a conocer verdades que la razón humana no puede descubrir. Pero mantienen que estas doctrinas, cuando son conocidas, pueden ser demostradas como ciertas en base de los principios de la razón. Emprenden dar una demostración independiente de las Escrituras  acerca  de  las  doctrinas  de  la  Trinidad,  de  la  Encarnación,  de  la Redención, así como de la inmortalidad del alma y de un futuro estado de retribución. Los trascendentalitas, por su parte, no admiten ninguna revelación autoritativa aparte de la que se encuentra en el hombre y en el desarrollo histórico de la raza. Toda verdad tiene que ser descubierta y establecida por el proceso del pensamiento. Si se concede que la Biblia contiene verdad, sólo es así en tanto que coincide con las enseñanzas de la filosofía. Esta misma concesión se hace libremente acerca de los escritos de los sabios paganos…

Éstas son las principales formas del método especulativo en su aplicación a teología. Estos temas serán presentados para una más plena consideración en un capítulo posterior.

4. El método místico

Pocas palabras han sido tomadas con mayor latitud de significado que el término misticismo. Aquí se debe tomar en un sentido antitético a la especulación. La especulación es un proceso del pensamiento; el misticismo es asunto  de  los  sentimientos.  Lo  primero  presupone  que  es  la  facultad  del pensamiento aquella mediante la que llegamos al conocimiento de la verdad. Lo segundo, desconfiando de la razón, enseña que sólo se debe confiar en los sentimientos,  al  menos  en  la  esfera  religiosa.  Aunque  este  método  ha  sido apremiado de una manera indebida, y se han erigido bajo su guía sistemas· teológicos que son o bien totalmente independientes de las Escrituras, o en los que las doctrinas de la Biblia han sido modificadas y pervertidas, no se debe negar que debemos una gran autoridad a nuestra naturaleza moral en cuestiones de religión. Ha sido un gran mal en la iglesia que se haya permitido que la comprensión lógica, o lo que los hombres llaman su razón; conduzca a conclusiones que son no sólo contrarias a la Escritura, sino que hacen violencia a nuestra naturaleza moral. Se concede  que  nada  contrario  a  la  razón  puede  ser  cierto.  Pero  no  es  menos importante  observar  que  nada  contrario  a  nuestra  naturaleza  moral  puede  ser verdad. También se debe admitir que la conciencia es mucho menos susceptible a errar que la razón, y que cuando entran en conflicto, real o aparente, nuestra naturaleza moral es la parte más fuerte, y afirmará su autoridad a pesar de todo lo que podamos hacer. Tiene correctamente el puesto supremo en el alma, aunque, con la razón y la voluntad, está en total sometimiento a Dios, que es razón infinita y excelencia moral infinita.

El misticismo en su aplicación a la teología

En  su  aplicación  a  la  teología,  el  misticismo,  ha  adoptado  dos  formas principales, la sobrenatural y la natural. Según la primera… presupone que Dios, por su relación inmediata con el alma, revela a través de los sentimientos y por medio de intuiciones verdades divinas con independencia de la enseñanza externa de su Palabra; y que lo que debemos seguir es esta luz interior, y no las Escrituras.

Según la segunda, la forma natural del método místico, no es Dios, sino la consciencia religiosa natural del hombre, excitada e influenciada por las circunstancias del individuo, lo que deviene la fuente del conocimiento religioso. … La consciencia religiosa de los hombres en diferentes edades y naciones se ha desarrollado históricamente bajo diversas influencias, y por ello tenemos, diversas formas de religión: la pagana, el islam, y el cristianismo. Estas no se contraponen como verdaderas y falsas sino como más o menos puras. La aparición de Cristo, su vida, su obra, sus palabras y su muerte tuvieron un efecto maravilloso sobre las mentes de los hombres. Sus sentimientos religiosos fueron más profundamente agitados, más purificados y elevados que nunca antes. … Todos, por ello, en proporción  a  la  pureza  y  elevación  de  sus  sentimientos  religiosos,  tienen intuiciones de cosas  divinas, como las que tuvieron los apóstoles y otros cristianos. La santidad perfecta llevaría a un conocimiento perfecto.

Consecuencias del método místico

De esta teoría se desprende lo siguiente:

(1) Que no existen cosas como una revelación ni una inspiración, en el sentido teológico establecido de estos términos. La  Revelación  es  la  presentación  o  comunicación  objetiva  sobrenatural  de  la verdad a la mente, por el Espíritu de Dios. Pero según esta teoría, no hay ni puede haber tal comunicación de verdad. … La inspiración, en el sentido escritural, es la conducción sobrenatural del Espíritu, que hace infalible a quien es sujeto de ella para comunicar verdad a los otros. Pero según esta teoría nadie es infalible como maestro…

(2) La Biblia no tiene autoridad infalible en asuntos de doctrina. Las proposiciones doctrinales que contiene no son revelaciones del Espíritu, sino sólo formas bajo las que hombres de cultura judaica dieron expresión a sus sentimientos e  intuiciones.  Hombres  de  otra  cultura  y  bajo  otras  circunstancias  habrían empleado otras formas o adoptado otras declaraciones doctrinales.

(3) El cristianismo, por tanto. No consiste en un sistema de doctrinas, ni contiene tal sistema. Es una vida, una influencia, un estado subjetivo; o es un poder dentro de cada cristiano individual, sea como sea que se describa o explique, que determina los sentimientos y sus perspectivas acerca de las cosas divinas.

(4) Consiguientemente, el deber de un teólogo no es interpretar  la Escritura, sino interpretar  su  propia  consciencia  cristiana;  determinar  y  exhibir  qué  verdades acerca de de Dios se implican en sus sentimientos para con Dios; que verdades acerca de Cristo se implican en sus sentimientos para con Cristo; qué enseñan los sentimientos acerca del pecado, de la redención, de la vida eterna, etc.

Este   método  encontró   a  su  más   distinguido  e  influyente   defensor  en Schleiermacher…

5. El método inductivo

Recibe  este  nombre  porque  concuerda  en  todo  lo  esencial  con  el  método Inductivo aplicado a las ciencias naturales.

Primero: El hombre de ciencia acude al estudio de la natura1eza con ciertas presuposiciones.

(1) Presupone la fiabilidad de sus percepciones sensoriales…

(2) Tiene también que presuponer la fiabilidad de sus funciones mentales…

(3) Tiene que confiar también en la certidumbre de aquellas verdades que no se aprenden de la experiencia, sino que se dan en la constitución de nuestra naturaleza: Que a cada efecto   le   corresponde   una   causa;   que   aquella   misma   causa,   en   iguales circunstancias, producirá los mismos efectos; que una causa no es un mero antecedente uniforme, sino que contiene dentro de si misma la razón de que ocurra el efecto.

Segundo: El estudiante de la naturaleza, al tener esta base sobre la que sostenerse, y estas herramientas con las que trabajar, pasa a percibir, recoger y combinar sus hechos. No tiene la pretensión de inventarlos ni modificarlos. Tiene que tomarlos como son. Sólo se cuida de que sean reales, de tenerlos todos, o al menos todos los necesarios para justificar cualquier inferencia que pueda deducir de ellos, o cualquier teoría que pueda erigir sobre ellos.

Tercero: En base de los hechos así determinados y clasificados deduce las leyes que los rigen. … Es de esta manera que se ha ido edificando el vasto cuerpo de la ciencia moderna…

A. El método inductivo en su aplicación a la Teología

La Biblia es para el teólogo lo que la naturaleza para el hombre de ciencia. Es su arsenal de hechos; y su método de determinar la que la Biblia enseña es el mismo  que  el  adoptado por  el  filósofo  natural  para  determinar  qué  enseña  la naturaleza. En primer lugar, acude a la tarea con todas las presuposiciones anteriormente mencionadas. Tiene que dar por supuesta la validez de las leyes de la fe que Dios ha impuesto en nuestra naturaleza. En estas leyes se incluyen algunas que no tienen aplicación directa a las ciencias naturales. Por ejemplo, la de la distinción esencial entre el bien y el mal; que Dios no puede ordenar nada contrario a la virtud; que no se puede hacer el mal para que venga el bien; que el pecado merece castigo, y otras verdades básicas similares, que Dios ha implantado en la constitución de todos los seres morales, y que no pueden ser contradichas por ninguna revelación objetiva. Pero estos primeros principios no deben ser aceptados de una manera arbitraria. Nadie tiene derecho a asentar sus propias opiniones, por muy firmemente que las mantenga, y llamarlas «verdades primarias de la razón», haciendo  de ellas la fuente o prueba de las doctrinas cristianas. No  se puede introducir nada con derecho bajo la categoría de verdades primarias, o leyes de la creencia; que no puedan soportar las pruebas de universalidad y necesidad, a lo que muchos añaden la evidencia inherente. Pero la evidencia inherente está incluida en la universalidad y la necesidad en cuanto a que nada que no se inherentemente evidente puede ser creído universalmente, y que lo que es inherentemente evidente se abre paso en la mente de toda criatura inteligente.

La recolección de los hechos

En segundo lugar, el deber del teólogo cristiano es determinar, recoger y combinar todos los hechos que Dios le ha revelado acerca de ÉI mismo y de nuestra relación con Él. Estos hechos están en la Biblia… Se puede admitir que las verdades que el teólogo tiene que reducir a ciencia, o, para hablar más humildemente, que tiene que disponer y armonizar, están reveladas en parte en las obras externas de Dios, en parte en la constitución de nuestra naturaleza, y en parte en la experiencia religiosa de los creyentes; sin embargo, para que no erremos en nuestras inferencias de las obras de Dios, tenemos en su Palabra una más clara revelación de lo que la naturaleza nos revela; y para que no interpretemos erróneamente nuestra propia consciencia y las leyes de nuestra naturaleza, todo lo que se puede aprender legítimamente de esta fuente se encontrará reconocido y autenticado en las escrituras; y para que no atribuyamos a la enseñanza del Espíritu las operaciones de nuestros propios afectos naturales, encontramos en la Biblia la norma y la pauta de toda genuina experiencia religiosa. Las Escrituras enseñan  no sólo la verdad, sino cuáles son los efectos de la verdad sobre el corazón y la conciencia, cuando es aplicada con poder salvador por el Espíritu Santo.

EI teólogo debe ser conducido por las mismas normas que el hombre de ciencia.

En tercer lugar, el teólogo debe ser regido por las mismas normas en la recolección de los hechos que las que guían al hombre de ciencia.

1. Este recogimiento de hechos debe hacerse con diligencia y cuidado. No es una tarea fácil. Hay en cada departamento de investigación una gran capacidad de error. Casi todas las teorías falsas de la ciencia y las doctrinas falsas en teología se deben en gran medida a errores en cuanto a cuestiones, factuales…

2. Este recogimiento de hechos debe llevarse a cabo no sólo de manera (cuidadosa, sino que también debe ser inclusivo, y, si es posible, exhaustivo. .. En teología, una inducción parcial de particulares ha conducido a errores serios. Es un hecho que las Escrituras atribuyen omnisciencia a Cristo. De esto se infirió que Él no podía tener una inteligencia finita, sino que el Logos también revestido en ÉI con un cuerpo humano con su vida animal. Pero es también un hecho escritural que se le atribuyen a nuestro Señor desconocimiento y crecimiento intelectual, así como la omnisciencia. Ambos hechos, por tanto, deben quedar incluidos en nuestra doctrina de su Persona. Tenemos que admitir que tenía una inteligencia humana, así como una inteligencia divina, Es un hecho que todo lo que se pueda predicar de un hombre exento de pecado se predica en la Biblia de Cristo; y también es cierto que todo lo que se predica de Dios se predica también de nuestro Señor; de ahí se ha hecho la inferencia de que hubo dos Cristo -dos personas-, el uno humano y el otro  divino,  y  que  moraban  juntos  de  una  manera  muy  semejante  a  como  el Espíritu mora en el creyente…. Pero esta teoría pasaba por alto muchos hechos que demuestran Ia personalidad  individual de Cristo. La persona que dijo «tengo sed» es la misma que dijo: «Antes que Abraham fuera, yo soy». Las Escrituras enseñan que la muerte de Cristo tuvo el designio de revelar el amor del hombre y de lograr la reforma de los hombres. De  ahí  Socino  negó  que  su  muerte  fuera  una  expiación  por  el  pecado,  o satisfacción de la justicia. Pero este último hecho está tan claramente revelado como el primero; y por ello ambos tienen que ser tomados en cuenta en nuestro enunciado de la doctrina referente al designio de la muerte de Cristo.

Necesidad de una inducción completa

Se  podría  dar  un  sin  fin  de  ilustraciones  acerca  de  la  necesidad  de  una inducción inclusiva de los hechos para justificar nuestras conclusiones doctrinales. Estos hechos no deben ser negados voluntariosamente ni pasados por alto con descuido, ni ponderados con parcialidad. Debemos ser honrados aquí, como el verdadero estudioso de la naturaleza es honrado en su inducción. Incluso los científicos se sienten a veces impelidos a suprimir o pervertir hechos que militan en  contra  de  sus  teorías  favoritas;  pero  la  tentación  a  esta  forma  de  falta  de honradez es menos intensa en su caso que en el del teólogo. Las verdades de la religión son mucho más importantes que las de la ciencia natural. Se presentan al corazón y a la conciencia. Pueden suscitar los temores o amenazar las esperanzas de los hombres, por lo que están bajo una fuerte tentación de pasarlas por alto o de pervertirlas. No obstante, si verdaderamente deseamos saber qué es lo que Dios ha revelado, tenemos que ser conscientemente diligentes y fieles en nuestra recogida de los hechos que El nos ha dado a conocer, y en darles su debido peso. … Si la Biblia afirma que la muerte de Cristo fue una satisfacción de la justicia, le es impermisible al teólogo incluir la justicia en la benevolencia para que concuerde con su teoría de la expiación. Si la Escritura nos enseña que los hombres nacen en pecado, no podemos cambiar la naturaleza del pecado, y transformarla en una tendencia al pecado y no realmente pecado, a fin de libramos de la dificultad. … Tenemos que afrontar los hechos de la Biblia como son, y erigir nuestro sistema de modo que los abarque en toda su integridad.

Los principios tienen que ser deducidos en base de los hechos

En  cuarto  lugar,  en  teología  como  en  la  ciencia  natural,  los  principios  se derivan de los hechos, y no se fuerzan sobre ellos. Las propiedades de la materia, las leyes del movimiento, del magnetismo, de la luz, etc., no son decididas por la mente. No son leyes del pensamiento. Son deducciones en base de los hechos. EI investigador ve o determina mediante observación cuáles son las leyes que determinan los fenómenos materiales; no inventa estas leyes.

Sus especulaciones acerca de las cuestiones científicas no valen nada, a no ser que estén sustentadas por los hechos. No es menos acientífico para el teólogo asumir una teoría en cuanto a la naturaleza de la virtud, del pecado, de la libertad, de la obligación moral, y luego explicar los hechos de la Escritura en conformidad a estas teorías. Su único curso adecuado es derivar su teoría de la virtud, del pecado, de la libertad, de la obligación, en base de los hechos de la Biblia… Es  evidente que se perturbará  completamente  todo  el sistema  de la verdad revelada, a no ser que consintamos en derivar nuestra filosofía de la Biblia, en lugar de explicar la biblia por medio de nuestra filosofía. Si las Escrituras enseñan que el pecado es hereditario, tenemos que adoptar una teoría del pecado que concuerde con este hecho. Si enseñan que los hombres no pueden arrepentirse, creer o hacer nada espiritualmente bueno sin la ayuda sobrenatural del Espíritu Santo, tenemos que hacer que nuestra teoría de la obligación concuerde con este hecho. Si la Biblia enseña que llevamos la culpa del primer pecado de Adán, que Cristo llevó nuestra culpa, y que padeció la pena de la ley en nuestro lugar, estos son hechos con los que tenemos que hacer que concuerden nuestros principios, … Es el principio fundamental de todas las ciencias, y el de la teología entre el resto, que la teoría tiene que ser determinada por los hechos, y no los hechos por la teoría. Así  como  las  ciencias  naturales  eran  un  caos  hasta  que  se  admitió  el principio de inducción y se aplicó con fidelidad, así la teología es una masa de especulaciones humanas carente de todo valor, cuando los hombres rehúsan aplicar el mismo principio al estudio de la Palabra de Dios.

6. Las Escrituras contienen todos los hechos de la Teología.

Esto es perfectamente consistente, por una parte, con la admisión de verdades intuitivas, tanto intelectuales como morales, debido a nuestra constitución como seres  racionales  y  morales;  y,  por  otra  parte,  con  el  poder  controlador  sobre nuestras creencias que es ejercido por las enseñanzas interiores del Espíritu, o, en otras palabras, por nuestra experiencia religiosa. Y esto por dos razones. Primera: Toda verdad tiene que ser consistente. Dios no se puede contradecir a sí mismo. ÉI no puede forzamos mediante la constitución de la naturaleza que nos ha dado a creer una cosa, y mandamos en su Palabra a creer lo opuesto. Y segunda: Todas las verdades que nos enseña la constitución de nuestra naturaleza o la experiencia religiosa son reconocidas y autenticadas en la Escritura. Esto es una salvaguarda y un límite. No podemos asumir este o aquel principio como intuitivamente verdadero, o esta o aquella conclusión como demostrablemente cierta, y hacer de todo ello una norma a la que la Biblia se tiene que amoldar. Lo que es cierto con evidencia inherente tiene que ser demostrado así, y es siempre reconocido en la Biblia como cierto. Se han erigido sistemas enteros de teología sobre llamadas intuiciones, y si cada hombre tiene la libertad de exaltar sus propias intuiciones,  como  los  hombres  suelen  llamar  a  sus  intensas  convicciones, tendremos tantas teologías como pensadores. La misma observación se puede aplicar a la experiencia religiosa. No hay forma de convicción más íntima e irresistible que la que surge de la enseñanza interior del Espíritu. Toda fe salvadora reposa sobre su testimonio o demostraciones (1 Co 2:4). Los creyentes tienen una unción del Santo, y conocen la verdad, y ninguna mentira (falsa doctrina) es de la verdad. Esta enseñanza interior produce una convicción que ningún sofisma puede oscurecer, y que ningún argumento puede sacudir. Está basada en la consciencia, y lo mismo se podría intentar convencer a un hombre de que no crea en su existencia que convencerlo de que no confié en la certidumbre de lo que así ha sido enseñado de Dios. Pero se tienen que mantener dos cosas en mente. Primero: Que esta enseñanza interior o demostración del Espíritu se limita a cosas enseñadas objetivamente  en  la  Escritura.  Se  nos  da,  dice  el Apóstol, para  que  podamos conocer cosas que nos han sido dadas gratuitamente, esto es, que nos han sido reveladas por Dios en su Palabra (1 Co 2:10-16). No se trata, entonces, de una revelación de nuevas verdades, sino de una iluminación de la mente, de modo que aprende la verdad, la excelencia y la gloria de cosas ya reveladas. Y segundo: Esta experiencia está descrita en la Palabra de Dios. La Biblia nos da no sólo los hechos concernientes a Dios y a Cristo, a nosotros mismos, y a nuestras relaciones con nuestro Hacedor y Redentor, sino que registra también los legítimos efectos de estas  verdades  en  las  mentes  de  los  creyentes. Así  que  no  podemos  apelar  a nuestros propios sentimientos o experiencia interior como base o guía, a no ser que podamos mostrar que concuerda con la experiencia de hombres santos tal como se registra en las Escrituras.

La Enseñanza del Espíritu

Aunque la enseñanza interna del Espíritu, o experiencia religiosa, no constituye un sustituto de la revelación externa, es sin embargo una guía inestimable para determinar qué es lo que nos enseña la regla de la fe. La característica distintiva del agustinismo, tal como lo enseñó el mismo Agustín y tal como fue enseñada por los más puros teólogos de la Iglesia Latina durante la Edad Media, y que fue expuesta por los Reformadores, y especialmente por CaIvino y los teólogos de Ginebra, es que   la  enseñanza   interior   del   Espíritu   recibe   su   puesto   apropiado  en  la determinación de nuestra teología. La cuestión no es en primer lugar y de manera principal: ¿Qué es verdadero para el entendimiento?, sino, ¿qué es verdadero para el corazón renovado? No se trata de esforzarse en que las declaraciones de la Biblia armonicen con la razón especulativa, sino en someter nuestra débil razón a la mente de Dios tan como se revela en su Palabra, y por su Espíritu en nuestra vida interior… El verdadero método en teología demanda que los hechos de la experiencia religiosa sean aceptados como hechos, y que cuando sean debidamente autenticados por la Escritura, se permita que interpreten las declaraciones doctrinales de la Palabra de Dios. Tan legítima y poderosa es esta enseñanza interior del Espíritu que no es cosa infrecuente encontrar a hombres sosteniendo dos teologías: una del intelecto, y otra del corazón. La primera puede encontrar expresión en credos y sistemas de Teología, y la otra en sus oraciones e himnos.

EI verdadero método de la  teología, entonces, es el inductivo,  que da por supuesto que la Biblia contiene todos los hechos o verdades que constituyen el contenido de la teología, así como los hechos de la naturaleza son el contenido de las ciencias naturales. También se da por supuesto que la relación de estos hechos bíblicos entre sí, los principios involucrados en los mismos, las leyes que las determinan, están en los mismos hechos, y que de ellos tienen que deducirse, así como las leyes de la naturaleza son deducidas de los hechos de la naturaleza. En ninguno de ambos casos se derivan los principios de la mente ni se imponen sobre los hechos, sino en ambos departamentos, y de la misma manera, los principios o leyes son deducidos en base de los hechos y son reconocidos por la mente.

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