Visiones de Ruedas – Profeta Ezequiel

Montaigne, el filósofo francés, escribiendo totalmente aparte de la revelación cristiana, dijo:

«Todo hombre lleva escrito en sí mismo la historia del mundo» << Clic para tweetear

vision leon ezequiel, profecia, profeta, bibliaCon esas palabras quiso decir sencillamente que la historia no es otra cosa que una información escrita acerca de lo que ya ha sido escrito en los confines del corazón humano y la historia del mundo no es otra cosa que la extensión de la vida de la persona.

El libro de Ezequiel sigue el curso de las causas de la cautividad de la nación de Israel, y por qué se metió en ese tremendo lío. Esta es la historia de la nación, pero también es la historia de una persona. Y debido a ello, es la historia de toda la humanidad. Los libros del Antiguo Testamento fueron escritos con este principio en mente y son, por lo tanto, de enorme valor para nosotros, ya que lo que le sucede a la nación es exactamente lo que nos sucede a nosotros.

Examinándolos cuidadosamente, podemos ver un ejemplo de nuestros problemas y circunstancias expresados en estos libros.

Ezequiel estuvo cautivo en la tierra de Babilonia. Había sido llevado por Nabucodonosor cuando la nación de Judá fue llevada cautiva, como describe la importante profecía de Jeremías. De modo que Ezequiel es el primer profeta de la cautividad.

Hubo dos profetas durante dicha cautividad: Ezequiel y Daniel. Ezequiel era más mayor que Daniel y profetizó durante los primeros veinte o veinticinco años de ese período de setenta años, cuando Israel estuvo cautiva en Babilonia.

El relato de este libro es la historia de la humanidad y el libro comienza con una tremenda visión de Dios porque toda la vida tiene su origen en Dios, que es el más importante factor en la existencia y en la historia. Si va usted a pensar en cualquier cosa, es preciso empezar por alguna parte. Cualquier persona que quiera pensar con lógica acerca de la vida debe comenzar siempre con Dios y ahí es precisamente donde empieza la Biblia.

«En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Este libro de Ezequiel empieza, por lo tanto, con una visión mística de Dios. La gloria del profeta Ezequiel es que vio a Dios más claramente que ninguno de los otros profetas. Si necesita usted que su corazón se sienta estimulado por la revelación del carácter y la gloria de Dios, lea Ezequiel porque él es el gran profeta que contempló la gloria de Dios.

El libro empieza de manera dramática con la visión que contempló Ezequiel junto al Río Quebar en la tierra de Babilonia:

«Miré y he aquí venía del norte un viento huracanado y una gran nube con un fuego centelleante y un resplandor en torno de ella. En su interior había algo como metal resplandeciente, en medio del fuego.» (Eze. 1:4)

Ese es un espectáculo lo suficientemente dramático como para llamar la atención de cualquier. A continuación dice:

«De su interior aparecía una forma de cuatro seres vivientes… «(Eze. 1:5)

Y nos describe a estas criaturas. Cada una de ella tenía cuatro caras, las caras de un hombre, un águila, un toro y un león. Estas cuatro caras giraban en todas las direcciones, viendo por todos los lados. Después de ver a las cuatro criaturas vivientes, vio unas ruedas. (Que se describen en una antigua canción: «Ezequiel vio una rueda, en medio del aire; la rueda grande funcionaba por la fe y la pequeña por la gracia de Dios, una rueda dentro de otra, en medio del aire.)

Ezequiel vio que estas ruedas giraban, una rueda dentro de la otra. Al mirar vio también una bóveda celeste sobre ella, brillando en todo su esplendor, y por encima del firmamento, al elevar la vista más arriba todavía, vio un trono y sobre él estaba sentado un hombre.

Si ha leído usted el libro de Apocalipsis reconocerá que hay grandes semejanzas con lo que vio Juan, que también vio a cuatro criaturas vivientes. También él vio un trono y sobre el trono a un hombre. Por lo tanto esto es una revelación de la grandeza y la majestad de Dios, relatada de manera simbólica.

No podemos interpretar todo esto, porque existe un misterio acerca de la persona de Dios, pero lo que ve Ezequiel es, hablando en general, el poder y la majestad de Dios. Resulta interesante que las cuatro criaturas vivientes que se describen destaquen el carácter de Dios y siempre se describen con caras de león, de hombre, de toro y de águila. A lo largo de toda la historia estas cosas han representado, de modo simbólico, ciertas cualidades.

El león es siempre la imagen de la soberanía, de la supremacía «el rey de las fieras. El hombre es la imagen de la inteligencia y del entendimiento. El buey es el símbolo de la servidumbre y del sacrificio. Y el águila es el símbolo de poder y de la deidad, de algo que se eleva por encima de toda la creación. Lo significativo es que los cuatro evangelios presentan cada una de estas cuatro cualidades con respecto a Jesucristo.

Aparece primero en el Evangelio de Mateo como el rey-el león, que es el rey de las fieras, el soberano de todos. Aparece en el Evangelio de Marcos como el siervo, el buey. En el Evangelio de Lucas, es el hombre en su inteligencia, su discernimiento y su comprensión de la vida y en el Evangelio de Juan es la deidad.

Estas cuatro reflejan el carácter de Jesucristo.

Y a pesar de que Ezequiel no entiende esto, aunque no percibe el significado de la visión, pudo contemplar la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo (2ª Cor. 4:6) Eso es debido a que Dios se revela por medio de Cristo y Ezequiel vio tan claramente como pudo la revelación de Dios en Jesucristo.

A continuación Ezequiel pasa rápidamente a las profecías que tienen que ver con el fracaso del hombre, que se describen de manera bastante extensa. Al contemplar Ezequiel sus visiones, ve la gloria de Dios alejarse del templo en Jerusalén, saliendo del atrio y pasando al patio exterior y a continuación trasladándose al Monte de los Olivos y elevarse desde allí.

Como es lógico, esta profecía se cumplió cuando nuestro Señor salió del templo, pasando por el Valle de Cedrón, ascendiendo por la ladera del Monte de los Olivos, yendo hacia el Huerto de Getsemaní y después, una vez que fue crucificado y que hubo resucitado, ascendió desde el monte a la gloria.

Al llegar a este punto, hay un largo pasaje en el que Ezequiel describe la degradación del hombre, el resultado de que los hombres rechazasen la gracia de Dios y nos cuenta cómo Dios lucha con ese pueblo, llamándole para que regrese, cómo intenta ganárselos, hacer que despierten de la insensatez de darle la espalda a la gloria de Dios.

Por fin el pueblo tiene que pasar por momentos de grandes dificultades, de aflicción y de castigo, mientras Dios sigue esforzándose por hacer que vuelvan a recuperar el sentido, que se den cuenta de lo que están haciendo, para mostrarles que el hombre ha sido creado con el fin de tener comunión con Dios y que sin él lo único que consigue es debilitarse más y más, dejándose arrastrar por la insensatez y la degradación.

El profeta es llamado a transmitir el mensaje de Dios de manera simbólica y dramática. En una ocasión Dios le pide que se tumbe de lado sobre el costado izquierdo todos los días durante 390 días (¡eso es tumbarse sobre el costado izquierdo durante más de un año!) y luego a tumbarse sobre su costado derecho durante 40 días, siendo todo ello una imagen de los 390 años que Dios había tenido que luchar para intentar conseguir que la nación recuperase el sentido y los restantes 40 años en los que el juicio era inminente.

Durante todos esos años Dios se abstuvo de juzgarles, hasta que por fin permitió que Nabucodonosor llegase y se llevase al pueblo, saqueando la ciudad y destrozando el templo, llevándose al pueblo a la tierra de Babilonia.

Aquí encontramos los motivos por los que el hombre se pervierte y se degrada y Ezequiel describe la justicia del juicio de Dios. Cuando el hombre decide evitar al Dios que le creó, ¿qué otra cosa queda sino el juicio? Si nosotros descuidamos a Dios, que es totalmente esencial para nuestro ser, y nos negamos a prestar atención a su amor y su gracia, entonces lo único que nos queda es experimentar los resultados por haberle dado la espalda.

El profeta entiende todo el juicio que cayó sobre este pueblo, entiende las fuerzas que se ocultan tras él. En el capítulo 28 hay un pasaje extraordinario en el que el profeta habla acerca del juicio en la tierra de Tiro y Sidon. Habla sobre el príncipe de Tiro y, tras él, un hombre al que llama el rey de Tiro.

La mayoría de los eruditos de la Biblia lo han reconocido porque el punto álgido de la visión al que se refiere el profeta, trata no solo acerca del que, de hecho fue príncipe de la ciudad de Tiro, el hombre que ocupaba entonces el trono en aquella ciudad marinera, sino que está mirando por encima de él y de las cosas visibles de Tiro, a ese individuo siniestro que llama el rey de Tiro.

Este rey simboliza lo que el Nuevo Testamento llama los principados y los poderes, los gobernantes de este mundo en las actuales tinieblas, que manipulan las cosas en la tierra y que son los causantes de acontecimientos que vemos mencionados a diario en nuestros periódicos. En otras palabras, se trata de los poderes satánicos.

En el capítulo 28 tenemos un pasaje que muchos eruditos bíblicos creen que es posible entender totalmente solo si tenemos en cuenta que se aplica a la caída del propio Satanás. Y este es uno de solo dos pasajes que aparecen en toda la Biblia y en los que se menciona la caída de Satanás:

«Tu corazón se enalteció debido a tú hermosura; a causa de tu esplendor se corrompió tu sabiduría.» «Yo te he arrojado en tierra: te he puesto como espectáculo ante los reyes. Por tus muchos pecados y por la iniquidad de tu comercio profanaste tu santuario…» (28:17, 18)

El motivo de la caída de Satanás se menciona en Isaías 14. Y aquí Dios está juzgando este orgullo, que se exalta a sí mismo en lugar de exaltar a Dios.

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