Yo, Tu, y El: Jesús – Estudio Bíblico

Introducción

Hablar es expresarse, es interpelar, es anunciar.

Expresarse equivale a “exprimirse”. Como se exprime una fruta para sacar de ella los zumos más dulces, así se expresa el hombre para decir las palabras más profundas y más auténticas que lleva en el corazón.

Cuando Jesús hablaba estaba dándose por completo a sus oyentes, estaba interpelando y anunciando. En este caso en especial estaba interpelando a Satanás por medio de su Palabra o revelación especial, porque la Palabra o las Escrituras son Él mismo:

Él respondió y dijo:  Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre,  sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. (Mateo 4:4)

Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. (Mateo 4:7)

Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. (Mateo 4:10)

Cuando comienza su ministerio está interpelando:

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. (Mateo 4:17)

Las bases de la vida cristiana

Pero el ejemplo supremo de este estudio lo vemos en el Sermón del Monte, Jesús se entrega por completo a toda la humanidad y sienta las bases de todo su evangelio y la vida cristiana:

Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. (Mateo 5:1-17)

pobreza, jesúsQuien dice a los demás lo que es, se convierte en un testigo de sí mismo que confía sus vivencias, sus relacio­nes, sus sentimientos y su propia historia. Ello implica valor, porque quien habla queda de algún modo en po­der de los otros.

Jesús nos muestra como Él mismo fue un testigo de si mismo, cuanto confiaba en lo que decía, como se relacionó con la humanidad, sus sentimientos, su propia historia, de un valor increíble a través de su vida como lo vemos en los cuatro evangelios.

Quien se expresa con sinceridad, cuenta lo que siente, lo que ama, lo que rechaza; revela su mundo interior como si descorriese un telón que permite observar toda la escena.

Jesús fue sincero, Él habló lo que sentía, su amor, de lo que Él no estaba de acuerdo, y nos descorrio el telón para mostrarnos todo el panorama de la vida en la tierra y en los cielos.

Quien se expresa no requiere despersonalizar su con­versación, ni refugiarse en frases superficiales o en la crí­tica de los demás, ni convertirse en locutor o en repetidor de experiencias ajenas, sino que puede hablar en pri­mera persona, no con una palabra vanidosa o fanfarrona, que se autocoloque en el centro del universo, sino con un “yo” humano y veraz.

Jesús muchas veces no tuvo que personalizar su conversación, hablaba en parábolas, no refugió en frases hechas, fue cien por ciento original. Jesús fue auténtico.

Interpelar es dirigirse a un “tú”, para tender puentes hacia él, para trabar una relación dialogal, para llegar a su espíritu, después de superar los niveles intrascenden­tes de una conversación superficial.

Jesús no fue nunca superficial.

Quien interpela a otro indaga por las actitudes, los puntos de vista, los pareceres o increpa a su interlocutor por su conducta o le reprocha sus actos o le alaba por ellos. También puede motivarle, empujarle al compromi­so, invitarle a que participe no como espectador sino como protagonista de su propia historia. Interpelar a otro es tratarle como persona.

Jesús quería que la humanidad fue comprometida, que fueran protagonistas de su propia historia. Trató a todos como personas.

Enunciar es referirse a las personas, a las cosas o a los sucesos emitiendo juicios respecto de ellos dentro de la mayor objetividad posible.

Jesús fue objetivo completamente.

Quien enuncia imparte una enseñanza a manera de un maestro, narra un suceso a modo de un cronista, trans­mite un mensaje cual lo puede hacer un correo, testifica acerca de un acontecimiento o se hace eco del pensa­miento de otro, como si fuese su embajador o su profeta.

Jesús fue el Maestro supremo.

Quien enuncia habla en tercera persona, y usa voces como: “él, eso y aquello”.

Jesús vino a traernos la salvación.

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