Nuestras Cicatrices y las de Jesús

La presente reflexión «Nuestras Cicatrices y las de Jesús» nos hará entender que muchas veces vivimos obsesionados por lo superficial y no le damos importancia a lo que llevamos en nuestro interior.

Introducción:

Leyendo la reflexión sobre la “cicatriz” se me viene a la mente que todos, absolutamente todos, llevamos cicatrices dentro de nosotros, que si el mundo pudiera verlas, nos diera mucha vergüenza, porque muchas de ellas son horribles, porque se deben  a nuestros pecados.

Aprovecho esta oportunidad Señor para pedirte perdón por mis pecados y me hagas digno de ser tu hijo.

Pienso que las cicatrices exteriores no son nada comparadas a las cicatrices del alma.

Pero hay algo que nos debe de animar a poder levantar la cara con orgullo y satisfacción sin importarnos todas las horribles señas que llevemos dentro debido  a nuestros errores, porque hubo alguien que ya las limpió todas, y ahora nos mantiene limpios porque Él pagó por cada uno de ellos en la cruz. Solo Él se puede dar el lujo de mostrar sus cicatrices a todo el mundo, porque para que nos pudiera limpiar a nosotros y darnos una vida limpia sin pecado, Él tuvo que ser marcado por nuestros pecados, y sus cicatrices deben de ser nuestro orgullo, porque con ellas muestra cuanto nos ama, que estuvo dispuesto a dar su vida y ser marcado todo su cuerpo para darnos el regalo más grande, que es la salvación.

Una niñita invitó a su madre a una reunión de padres y maestros que se celebraba en la escuela primaria a la que asistía. Aunque la niña no deseaba que fuera, la madre aceptó la invitación. Sería la primera vez que sus compañeros de clase y su maestra vieran a su madre, y le daba vergüenza su aspecto. A pesar de que era una hermosa mujer, había una gran cicatriz que cubría casi todo el lado derecho de su rostro y la niña le impresionaba tanto que nunca quería hablar acerca de por qué o cómo se la había hecho.

nuestras cicatrices y las de jesus

En la conferencia, la gente quedó impresionada con la bondad y la belleza natural de su madre, a pesar de la cicatriz, pero la niña seguía avergonzada y se ocultó de todos. Sin embargo, se mantuvo a una distancia que le permitía escuchar lo que decían su madre y su maestra en una conversación, y esto fue lo que oyó: –¿Cómo se hizo esa cicatriz en la cara? Le preguntó la maestra. La madre respondió: –Cuando mi hija nació, se incendió la habitación en la que dormía. Todos tenían demasiado miedo de entrar, porque el fuego estaba fuera de control, de manera que me arriesgue y entré. Cuando corría hacia su cuna, vi que caía una viga del techo y me lance sobre mi hija para protegerla. El golpe me dejó inconsciente, pero gracias a Dios, entró un bombero y nos salvó a las dos. Esta cicatriz me acompañará por siempre, pero nunca lamentaré haber hecho lo que hice.

En ese punto, la niña se dio cuenta del sacrificio que su madre había hecho para salvarla y corriendo hacia ella con lágrimas en los ojos, la abrazó y la tomó de la mano durante el resto del día.

Esta historia, me recuerda que también cuando estemos ante la presencia de Jesús podremos ver las cicatrices en sus manos, sus pies y costado. Y que Él, como la madre de la historia puso su vida para salvarnos de la muerte eterna.

Como lo describe tan vívidamente el profeta Isaías:

3  Despreciado y desechado entre los hombres,  varón de dolores,  experimentado en quebranto;  y como que escondimos de él el rostro,  fue menospreciado,  y no lo estimamos. 4  Ciertamente llevó él nuestras enfermedades,  y sufrió nuestros dolores;  y nosotros le tuvimos por azotado,  por herido de Dios y abatido. 5  Mas él herido fue por nuestras rebeliones,  molido por nuestros pecados;  el castigo de nuestra paz fue sobre él,  y por su llaga fuimos nosotros curados. 6  Todos nosotros nos descarriamos como ovejas,  cada cual se apartó por su camino;  mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. 7  Angustiado él,  y afligido,  no abrió su boca;  como cordero fue llevado al matadero;  y como oveja delante de sus trasquiladores,  enmudeció,  y no abrió su boca. 8  Por cárcel y por juicio fue quitado;  y su generación,   ¿quién la contará?  Porque fue cortado de la tierra de los vivientes,  y por la rebelión de mi pueblo fue herido. 9  Y se dispuso con los impíos su sepultura,  mas con los ricos fue en su muerte;  aunque nunca hizo maldad,  ni hubo engaño en su boca.  10  Con todo eso,  Jehová quiso quebrantarlo,  sujetándole a padecimiento.  Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado,  verá linaje,  vivirá por largos días,  y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. 11  Verá el fruto de la aflicción de su alma,  y quedará satisfecho;  por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos,  y llevará las iniquidades de ellos.12  Por tanto,  yo le daré parte con los grandes,  y con los fuertes repartirá despojos;  por cuanto derramó su vida hasta la muerte,  y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos,  y orado por los transgresores. (Is. 53:3-12).

Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. 25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas. (1 Pe. 2:24-25)

 Los hombres, sabemos reconocer los actos de valor y damos medallas de honor y declaramos héroes, a todos aquellos que han hecho algo por el bien de los demás, arriesgando su propia vida.

¿Serías capaz de reconocer como héroe, a Aquél que murió en la cruz del calvario para salvarte de la muerte eterna? Aquel que lleva todas nuestras cicatrices por nuestras iniquidades.

«Jesús merece, sin ningún género de dudas, ser no solo el Héroe de nuestra vida, sino el Señor de nuestras vidas»

Te exhorto en este momento a que hagas una pequeña oración y le abras las puertas de tu corazón a nuestro Señor Jesucristo a que entre a tu vida, como tu Señor y  Salvador Personal.

Por José Alberto Vega.

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Tomado y adaptado de  http://www.reflexionesparaelalma.net/page/reflexiones/id/593/title/La-cicatriz

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