La Ambición – Meditación

Algunas personas no son inquietadas en absoluto por esto, pero a otros les devora. Han de llegar a la copa de su árbol particular, pisen a quien pisen para llegar allá. Bien, esta actitud cambiará en el momento en que seamos cristianos. En ciertos aspectos no está mal tener una ambición impulsora, siempre que sea bien dirigida. Ya no estaré lanzado a demostrar lo maravilloso que soy, pero podré canalizar todo aquel impulso a vivir mi vida ple­namente para Cristo. Pienso en un general, en un finan­ciero, en un actor, que pertenezcan a Cristo y que hayan puesto sus carreras a los pies del Señor, todos los cuales quieran por encima de todo agradarle. Pablo era así. Una vez había tenido sus ambiciones para él mismo. Ahora tenía ambición para Cristo. Escuchémosle:

«Si jamás ha habido un verdadero judío, ¡ése era yo! Lo que es más, era miembro de los fariseos, que demandan la más estricta obediencia a cada ley y costumbre judías. ¿Y sincero? Sí, tanto que perseguí con saña a la iglesia; y traté de obedecer cada regla y normativa judaica hasta el más mínimo detalle.

Pero todas estas cosas que consideré una vez como muy valiosas las he echado ahora a un lado, para poder poner mi confianza solamente en Cristo… Trai­go todas mis energías a una sola cosa. Olvidando el pasado, y ambición, meditacion, estudiomirando de frente a lo que se encuentra delante de mí, me esfuerzo por alcanzar el fin de la carrera y recibir el premio para el que nos llama Dios al cielo, en virtud de lo que Cristo hizo por nosotros.»

¿Conseguiste aquel ascenso? Dale entonces las gracias a él por las mejores oportunidades de servicio que te ofrece. ¿Te han pasado delante? No te lo tomes a pecho. Significa que el Señor te quiere donde estás. Sólo tienes una vida. La has entregado a su cuidado y conducción. El sabe lo que está haciendo. El te dará la esfera de trabajo en la que puedan ejercerse mejor los talentos que te ha confiado. Así que, ¿por qué te inquietas? No tienes que demostrar nada ni intentar demostrar lo bueno que eres. Él te ha aceptado aunque no eres ni de cerca tan bueno como pensabas. Él tiene un lugar donde puedas trabajar para él. Así que ora acerca de tu trabajo. Dile que estás dispuesto a quedarte donde estás o a irte, tal como él desea. Descubrirás que quedas de golpe liberado de aquella ardiente ambición que devora a algunos de tus colegas, y que les deprime si no tienen éxito o que les da úlceras gástricas si lo tienen. Que tu ambición sea agra­darle. Nunca busques ni rehúses egoístamente una po­sición de mayor responsabilidad. Tu vida está en mejores manos que las tuyas propias. Él sabe para qué fuiste hecho, y te dará tu plenitud en tu trabajo.

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