Cristo, la Luz del Mundo – Meditación

En está meditación aprenderemos que Cristo es la Luz del mundo.

Mt. 5:14-16; Jn. 1:4-9; 3:19-21; 8:12, 30-32; 9:1-25; 12:35; Ro. 13:11-14; 2 Co. 4:6; Ef. 5:8-13; Fil. 2:15; 1 P. 2:9.

1. Jesús sana al ciego de nacimiento.

Caminando Jesús por las calles de una ciudad encontró a un ciego de nacimiento al que, milagrosamente res­tauró la vista. Los fariseos y demás directores religiosos se disgustaron por tal acción de Jesús en día sábado, y procuraron acusarlo. Llamaron a los padres del antiguo ciego, procurando que declararan en contra de Jesús. Ellos se excusaron, dejando la responsabilidad a su hijo. Alegaron: “Ya tiene edad” suficiente para declarar por sí mismo. El ciego de nacimiento hizo una bri­llante defensa de Jesús, lo que derrotó a los fariseos.

Notemos:

a. El ciego era valiente. Ser honrado en las declaraciones que los directores religiosos le pedían demandaba valor. Las Escrituras mismas lo ma­nifiestan cuando explican el temor de los padres: “Tenían miedo de los ju­díos”.

b. El ciego fue un eficaz defensor de Jesús. No entró en consideraciones teológicas o exegéticas en relación con la ley. Únicamente presentó los hechos reales en los que él mismo fue figura principal. Sus palabras fueron irreba­tibles:

—Si es pecador, no lo sé. Una cosa sé: que habiendo sido ciego, ahora veo.

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c. El ciego fue agradecido. Esta actitud del joven sanado nos muestra su profundo agradecimiento. No se conformó con manifestarlo por medio de pa­labras. Quiso mostrarlo con hechos.

Se cuenta de una ancianita que iba a ser bautizada y no pudo contestar las preguntas del diácono acerca del número de libros que tiene la Biblia, de los que la escribieron, de las cartas que escribió Pablo, y de algunos puntos de doctrina. La pobre ancianita estaba profundamente turbada, y no decía más que “No sé”. Contrariado el diácono por la falta total de conocimientos de la ancianita, le comunicó al Pastor que aquella pobre mujer no podía ser bau­tizada, porque no sabía nada. El pastor se asombró y le dijo que ella era una fiel creyente y que el cambio de su vida había sido una cosa notable.

—Probaré yo —dijo el pastor. Y le hizo algunas preguntas:

— ¿Quién es Dios?

A lo que ella contestó decidida:

—Dios es el Padre Celestial.

— ¿Y Jesucristo?

—Jesucristo es Su Hijo y mi Salvador.

— ¿Por qué sabe usted que es su Salvador?

—Lo sé, porque murió por mí en la cruz y está sentado a la diestra de Dios después de su resurrección.

— ¿Y cómo sabe usted que él vive?

—Porque yo hablo con Él y Él conmigo.

Y el rostro de la ancianita resplandecía de íntimo gozo al dar estas res­puestas. No sabía nada de doctrina, pero sí estaba cierta y segura de que Cristo era su Salvador.

2. Los cristianos son llamados a ser luces en el mando.

Las características que hemos descubierto en el ciego son las que Cristo desea que distingan a sus seguidores. En el Sermón del Monte los compara con la luz. Jesús trataba de hacer comprender a los que lo escuchaban, la necesidad de vivir de acuerdo con las convicciones que se profesan. Para el que dice seguir a Cristo esto equivale a dar testimonio de su fe. Las convicciones cristianas no son para esconderse, sino para vivirse.

Pablo escribió una carta muy hermosa a los cristianos de Filipos, con mo­tivo de una ofrenda de amor que le enviaron, estando preso en Roma. Al saber que Pablo estaba prisionero, los filipenses se angustiaron. Primero le enviaron una ofrenda de amor, pero, no conformes con esto, le enviaron una nueva ayuda por medio de uno de los miembros más consagrados de la iglesia de Filipos: Epafrodito. Este hermano fue comisionado para que confortara al apóstol en sus angustias y tribulaciones.

Pero lo que más nos interesa es que Pablo los llama en la carta que les escribió, “luminares en el mundo”. Veamos por qué merecieron este califica­tivo. La ciudad de Filipos era una de las más importantes de Macedonia. Esta importancia se derivaba de su situación geográfica privilegiada en el camino entre Roma y Asia, y del papel preponderante que había desempeñado en el mundo de la política, pues era ciudad favorita de reyes y emperadores. La colonia judía era pequeña, tanto así que no tenía sinagoga, a falta de la cual adoraba a orillas de un río. En esta ciudad se encontraba el principal san­tuario de Dionisos, un dios griego, lo que mantenía a la ciudad en constante actividad en relación con el culto que se le rendía. Junto a estas corrientes paganas podemos mencionar otras de carácter filosófico que perturbaban la mente de los cristianos. Así pues, los cristianos de Filipos necesitaban ser de un temple espiritual muy notable para permanecer fieles a la doctrina que habían recibido.

Sin embargo, Pablo los llama luminarias. Esto quiere decir que pudieron mantenerse firmes en su fe. Generalmente el apóstol usa palabras muy duras cuando es necesario llamar la atención sobre algún punto de doctrina, pero en el caso de los filipenses no encontramos ninguna palabra áspera. Todo lo con­trario, el apóstol vuelca su corazón al recordarlos, y al exhortarlos a vivir su cristianismo.

3. Luces en el mundo de nuestros días.

Pero el ser luces del mundo no es una tarea que pertenece únicamente a los cristianos del pasado. Nosotros tam­bién somos llamados a iluminar el mundo en que nos ha tocado vivir. Las palabras del Maestro, “Vosotros sois la luz del mundo”, fueron dirigidas tam­bién a nosotros.

Por una parte, vemos que los males que denunciaron los profetas del pasa­do al pueblo de Israel, se reproducen en nuestra civilización. El cohecho, la mentira, el crimen, el olvido de los valores morales, es cosa de todos los días. Los periódicos están constantemente llenos de información sobre estos asuntos.

El joven cristiano está llamado a resplandecer en un mundo como éste. Se cuenta de una pequeña iglesia rural en las costas de Inglaterra, que fue destruida por un huracán. No podían reconstruirla los habitantes de la pequeña población, por carecer de recursos y del interés suficiente para realizar la obra. Finalmente uno de los principales vecinos recibió una comunicación de im­portante compañía naviera en la que se le decía:

—Es sumamente importante para nosotros saber si van o no a reconstruir la iglesia que se encontraba en la colina frente al mar, porque hasta ahora ha sido la señal para evitar que nuestros buques se acerquen a los acantilados de la costa, y se encuentra indicada en todas las cartas marítimas que usan los buques de nuestra compañía. Si ustedes no la van a reconstruir, nosotros lo haremos.

Es penoso que otros se interesen por el testimonio cristiano. Nuestra fun­ción en el mundo es marcar rumbos y derroteros, iluminar el camino, ir des­pejando las tinieblas.

Para meditación personal

Alma Luminosa

Ve horadando tinieblas,

Ve rompiendo tinieblas,

A lanzazos de luz.

Que el sendero proyecte

La alegría luminosa

De tu vida interior;

Que a tu paso la noche

Sea una fuga de sombras;

Y que en cada palabra

Que a los hombres trasmitas,

Haya lumbre de estrellas

Y haya fuego de amor…

Francisco E. Estrello

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