Cristo, la Resurrección y la Vida – Meditación

Jn. 11:1-45; 14; Ro. 1:4; 1 Co. 15; Col. 2:12; 3:1

1. La experiencia del Cristo resucitado en los apóstoles.

La resurrección de Jesús juega un papel básico e importante en el plan de la redención. El apóstol Pablo dice que seríamos las más miserables cria­turas de todos los hombres 9Í predicáramos tal cosa sin que en realidad exis­tiera. Si sólo hubiésemos de poner la esperanza en cosas terrenas y efímeras, perderíamos nuestra calidad de hijos de Dios. Cuando los discípulos de Emmaús reconocen al Señor resucitado, se transforma su espíritu. En lugar de tristeza hay gozo. En lugar de derrota victoria. El encuentro de Pablo con el Cristo resucitado en el camino de Damasco marca la división entre su vida antigua y su vida “en Cristo”.

2. Lugar de la resurrección de Cristo era la experiencia religiosa de Pablo.

Aunque la experiencia más dramática en la carrera religiosa de Pablo la en­contramos en el camino de Damasco, esto no quiere decir que precisamente allí recibió todo lo que posteriormente transcribió en sus cartas y escritos. Después de esta experiencia indudablemente tuvo que pasar el Apóstol por un período de profunda meditación sobre las verdades que había descubierto y que le habían sido reveladas. Su viaje a Arabia (Ga. 1:17), piensan algunos, tuvo precisamente esta finalidad. Algunas de esas verdades que se le revela­ron a Pablo con motivo de su conversión y que después predicó ardientemente como de la esencia misma del Evangelio, son las siguientes:

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a. La fe que perseguía era verdadera. Cristo no estaba muerto. Los cristia­nos no mentían al proclamar que Cristo había resucitado conforme a las Es­crituras. Esteban no blasfemó durante su martirio al declarar que veía al Se­ñor, porque, literalmente, lo había visto. Pablo no lo podía negar. Él también había visto al Señor.

b.  La naturaleza divina de Cristo. La intervención divina en la resurrección era patente. (1 Co. 15:15; Col. 2:12; 3:1.) No solamente en estas citas sino en muchos otros pasajes Pablo afirma la relación entre el poder de Dios y la resurrección de Cristo.

c. No es posible separar la muerte de Cristo de su resurrección. Para Pablo, presentar una aparte de la otra es destruir ambas. Un pasaje característico, en este sentido, es Ro. 4:25: “El cual fue entregado por nuestros delitos, y resu­citado para nuestra justificación”.

d. Pablo adquirió una actitud completamente nueva hacia la cruz. Como fariseo creyó firmemente que la cruz había puesto punto final a los sueños mesiánicos de Jesús. Para los rabinos y demás directores religiosos de Israel era ridículo y monstruoso pensar siquiera que el Mesías muriera crucificado. El madero estaba en el fondo del abismo de la ignominia. Aun la ley malde­cía a aquel que moría en el madero, y prohibía que permaneciera en la cruz durante la noche. Debía ser enterrado el mismo día, porque: “No contamina­rás tu tierra que Jehová tu Dios te da por heredad”. (Dt. 21:22-23).

Tanto judíos como gentiles estaban de acuerdo en considerar la cruz como la peor y más terrible vergüenza que podía sobrevenirle a hombre alguno. Ci­cerón decía: “Lejos esté aun el nombre de la cruz, no únicamente del cuerpo, sino aun de los pensamientos, ojos y oídos de los ciudadanos romanos.” Fá­cilmente podemos imaginar las razones que Pablo tuvo para decir que el Cristo crucificado es “a los judíos ciertamente tropezadero y a los gentiles locura”. Con esto no está diciendo algo que ha aprendido de oídas, sino recordando su propia experiencia como fariseo.

Sin embargo, como cristiano, Pablo exclama: “Mas lejos esté de mí el glo­riarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”. (Ga. 6:14). Había apren­dido que en la cruz se cumplía el plan divino de redención y que ya no era símbolo de ignominia. Cristo lo había transformado en símbolo de gloria y salvación.

e. Para Pablo la experiencia de conversión es mucho más que algo me­ramente emotivo y dramático: significa: rendición y llamamiento. Rendición, en cuanto permitió que Jesucristo entrara en su vida y se enseñoreara de ella. (Ef. 3:14; Fil. 2:11). Pero el rendirse a nuestro Señor Jesucristo significa consagrarse a la obra de extender su evangelio. La experiencia de Pablo lo movió a predicar las buenas nuevas en todo el mundo. Podemos comparar su experiencia con la de Isaías cuando Dios lo llamó a ser su profeta. Para ambos el llegar a la presencia de Dios significó el consagrarse a trabajar en su viña.

f. La experiencia religiosa de Pablo tiene su culminación en la idea que expresa con las palabras estar en Cristo. Para Pablo esto significa una unión íntima y profunda con Cristo, no únicamente en su cruz, sino también en su resurrección. “Porque muertos sois y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. (Col. 3:3). Pero no termina todo con la muerte. Cristo es resu­rrección y es vida, y la vida debe transformarse en acción. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que aho­ra vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Ga. 2:20).

Para meditación personal

Gratitud

Oh Señor, cuyas leyes no cambian jamás,

Te damos gracias porque sabemos

Que después de la lluvia volverá a brillar el sol;

Que después de las tinieblas surgirá la luz;

Que después del invierno reventará la primavera;

Que después del descanso de la noche, volveremos a despertar.

Te damos gracias, oh, Señor,

Porque la vida sigue su curso y el amor permanece,

Y porque la vida, como el amor, nunca puede morir.

Jeanette E. Perkins

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