El dios de la Riqueza – Meditación

Para muchas personas el dinero es un dios. Se da por supuesto que deberíamos ser tan ricos como podamos y que cuanto más tengamos más felices seremos. Un mejor nivel de vida es la meta de los partidos políticos derechis­tas e izquierdistas. ¿Qué diferencia marcará ser cristiano en esta cuestión tan sensible del dinero?

El Jesús a quien seguimos sentía un notable desinterés por conseguir dinero. Parece haber sido tan pobre que cuando le hicieron una pregunta acerca del dinero del tributo tuvo que pedir prestada una moneda. Cuando le pidieron que lo pagase, lo hizo con una moneda hallada en la boca de un pez. Estaba dispuesto a confiar en el Padre celestial para sus necesidades.

Esto no significaba que no estuviese también dispuesto a trabajar como car­pintero para ganarse la vida, o indudablemente a vivir de los ingresos de la pesca cuando salía con sus amigos pescadores. En Jesús de Nazaret no se daba una oposi­ción doctrinaria contra el dinero; pero tampoco ninguna esclavitud al mismo.

Cierto, aconsejó a un joven rico a que se librase de su dinero, pero no pedía esto a todos. Es evidente que el dinero era una barrera entre aquel hombre y su discipulado. No estaba dispuesto a dejar que Jesús tocara su bolsa. Y hasta que se le permitiese ser Señor de sus bienes, Jesús no podría hacer nada con aquel joven principal. 

Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Lucas 16:13

El amor al dinero

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No, no hay nada malo con el dinero: pero sí que hay mucho de malo con el amor al dinero. La codicia, la opresión, la avaricia, la falta de honradez, el fraude, el robo y a menudo el homicidio proceden de este amor al dinero. Y hay una curiosa doble ironía acerca de esto.

Primero de todo, el dinero no da satisfacción.

Como lo reconocieron los romanos hace mucho tiempo, el dinero es como el agua de mar: cuanto más tomas, más sed tienes.

Y segundo, el dinero no dura.

Jesús se refirió a la polilla y al moho que destruyen las posesiones de los que en la tierra se lanzan en pos del dinero; en la actualidad, los impuestos sobre la renta, la inflación y los azares del mercado bursátil han tomado el puesto de la polilla y del moho… pero incluso si nuestra fortuna sobrevive a estos peligros, no sobrevivirá a la muerte. Es muy efímera.

Recuerdo una conversación que tuve con una mujer que había sido enfermera de un hombre tan rico que los vasos de uso diario de su casa eran de plata. Ella pudo darse cuenta de que esto no le hizo menos desgraciado durante su última enfermedad. La única certidumbre acerca de nuestra riqueza es que nos la dejaremos atrás en su to­talidad.

No seas insensato, piénsalo. Piensa en que no es tan crucial que consigas aquel sueldo extra o que emprendas aquel viaje al extranjero. No importa si los García tienen una piscina y tú no. Y no envidies el auto deportivo de tu amigo: es sólo un símbolo de posición. No me digas que necesitas algo así para darte importancia. Puede que seas pobre todos tus días, pero eres rico: eres heredero de un reino.

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